Y fue así como entonces | La Nota Latina

Y fue así como entonces

 

Ya no se trata de un grupo que estaba alerta ante la llegada del comunismo a Venezuela y que salieron a las calles a pedir por el fin de esta era. Ahora, son más de 26 millones de personas que están virtual y literalmente “pasando trabajo” gracias a la manía congénita que tienen los socialistas de desbaratar todo cuanto encuentran a su paso.

Venezuela es, con mucho, el país más rico de América Latina y uno de los más hermosos del planeta entero. Y eso no es secreto para nadie, pues su suelo guarda petróleo, oro, diamante, bauxita, hierro, carbón, suelos extraordinarios para cosechar casi cualquier cosa y por si fuera poco, las mujeres más espectaculares del universo.

En venezuela no hay alimentos
En venezuela no hay alimentos

¿Pero cómo pasó de ser eso, la potencia en potencia del sur del sur a convertirse en un triste terreno lleno de vacas flacas y gentes desesperadas que como zombies hambrientos buscan una pierna de pollo para hacer una sopa o un paquete de pañales? La respuesta no es ni tan corta ni tan fácil como se quisiera, porque habría que desgranar 16 años de infortunios para poder entender por qué es lo que es.

No es tiempo ahora de hacer recuentos, porque la historia contemporánea de la Venecia latina es harto conocida; sobre todo después que ascendió el poder el lamentablemente célebre Hugo Chávez antes de que despuntara el nuevo milenio. Desde entonces, la involución de la nación que acobijó a tantos miles y miles de inmigrantes comenzó a desaguarse por el sumidero para convertirse en esa lástima de territorio donde la vida vale bastante menos que un teléfono inteligente.

 

Chávez comenzó la destrucción

Lleno de políticas erráticas y de un ego más grande que el cerro El Ávila, este militar de poca monta que irrumpió una madrugada con una intentona golpista capitalizó para su bien y la tragedia del país el descontento generalizado de una generación acostumbrada al saudismo –si me permiten la palabra- a la que le aumentaron en pocos céntimos la gasolina. Su discurso encendido amalgamó la frustración de muchos graduados en las mejores universidades del mundo gracias a las becas del gobierno de esa época, que no veían con claridad el paquete de medidas económicas que estaba tomando el mandatario para entonces Carlos Andrés Pérez que ponían al país de cara no solo al nuevo siglo que estaba cerca, sino que lo consolidarían como una de las economías más estables, pujantes y con posibilidades de crecer de la región.

El inentendido CAP, como se le conoce en Venezuela, no salió con las balas de Chávez, pero si mermó su convocatoria y recibió la espalda de todos sus allegados quienes lo dejaron solo y lo entregaron a un voraz Fiscal General de la República que más que justicia buscaba protagonismo. Más tarde, cuando Rafael Caldera le otorga el perdón a Chávez y le otorga el sobreseimiento de su causa, sella con su firma el inicio del fin de la era feliz del primer país que uno se consigue cuando empieza a bajar en busca de la Patagonia.

Electo por una abismal suma de votos, Hugo Chávez se hace del poder por la vía legal y le da inicio a lo que muchos llaman el calvario del socialismo del siglo XXI. Hay que reconocer, en honor a la verdad, que este Teniente Coronel pone, sin duda, a Venezuela en el tapete. Que mal que no fue por cosas buenas, sino por manejar la hacienda pública como su pulpería personal, por su entrañable amistad con Fidel Castro, su regaladera de petróleo para comprar conciencias de otros mandatarios y por su inacabable capacidad de hablar por horas para no decir nada de interés. Durante los 14 años que duró su gobierno, para no llamarla dictadura constitucional, en Venezuela aumentaron los índices de criminalidad, delincuencia, corrupción e inseguridad con la misma rapidez que mermó la calidad de vida de los habitantes del país.

Después de un paro general que puso en jaque a su ya debilitado para ese momento gobierno y que lo obligó a salir de la silla presidencial por algunas horas, se desató la más grande cacería de brujas jamás conocida en la historia de esa nación y que ahora se agudiza de la mano del peor mandatario que haya podido conocer ese suelo.

Expropiaciones, despidos masivos, cierre de medios y el cambio radical de todos los símbolos e iconos que mantenían al venezolano apegado a su cultura democrática, a su “toda la vida” fue la orden del día en la misma medida que se dictaban leyes y reglamentos para oprimir al pueblo y saquear sus arcas. ¿O es que los lingotes que Raúl Castro no le quiere devolver a Maduro hoy en día no vienen de allí?

 

De esos polvos son estos lodos

 

Más de 30.000 muertos al año a manos del hampa en lo que va de los gobiernos Chávez-Maduro, son apenas la parte más notoria del desastre que ha significado la llegada del socialismo a Venezuela. La principal empresa de petróleos del mundo de otrora reducida a un manojo de oficinas desvencijadas que hacen las veces hasta de refugio para los sin techo y haberla convertido ya no en la caja chica, sino en la grande, de donde sale la plata para comprar voluntades no solo de propios sino de extraños, es la otra cara de la moneda de lo que dejó Chávez cuando tuvo la buena idea de morirse.

Eso si, bajo su égida la escasez no era lo que hoy en día y al menos había un cierto respeto por la cuna del libertador de tantas naciones, porque mal presidente si, pero gran orador y encantador de serpientes si que lo era.

Maduro, su alter ego, fue el peor legado que pudo haber dejado el militar al partir al otro plano. Muchos dicen que fue una venganza por los favores no recibidos de la patria y la mayoría de los venezolanos no duda de esta teoría.

Con una muy dudosa victoria, Nicolás Maduro se montó en el poder sin que nadie haya visto su partida de nacimiento –así como tampoco nadie vio nunca la de defunción de Chávez- para acabar con lo poco que quedaba y dejar a la nación en la lona.

Hambre, miseria, escasez, inseguridad, pero sobre todo, la pérdida de todos los valores más básicos de la mayoría de los habitantes del país es la carta de presentación de Nicolás. De nula brillantez, tétrica oratoria, un muy reducido vocabulario, ordinariez galopante y tal vez un par de palomitas de maíz por toda neurona, este presidente va a lograr lo que la envidia colectiva de muchas otras naciones ni tan ricas ni tan bellas pudieron, hacer que Venezuela apague la luz y cierre la puerta.

El desenlace aún no se escribe. Como decía el ilustre: amanecerá y veremos.

 

Minín Arévalo

Marybel Torres
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