Los días no transcurren porque sí, siempre traen algo distinto al ayer. De cada persona depende la lectura de lo que es nuevo, de la noticia que recibimos y de lo que se elige incorporar o borrar.
Volviendo a ser virtuosos
Estás en silencio. Esperas todavía con los ojos levantados
Y las palmas cruzadas. El océano nunca está lejos, el viento está salado en junio. Las gaviotas vuelan plumas altas y brillantes. Reloj de agua temprano, empalmes de luz solar, desparraman las
moléculas de la lógica. La marea ha salido, y ha salido, y ha salido, y ha salido. No hay historia sin movimiento, los segundos pasan y nos engañan, pensamos que el agua es lo mismo dos veces.
En la singularidad del día, el mundo se inclina sobre su eje y
nuestros días se deslizan serenos, una cosa comenzando, otra
terminando. Un flujo y una metabólica ecualizadora vaciaron el
pensamiento del abismo, cayeron las piedras de mentira. El segundo, la hora, el rizo, el cielo. Una historia que es para compartir. Todo hecho desde dentro. Los pulmones se llenan de aire de primera mano mezclado con aromas de plantas, respiro mi privacidad. Mientras espero, tomo un puñado de algas a la deriva. El alma tiene que
elegir. Hoy, pudo elegir, como si estuviera domando una noticia
salvaje, extrayendo las espinas de las rosas, siendo capaz de exhumar cualquier gramo de dolor. Solo obedece cuando sea necesario. Piensa en lo que puedes deshacer. Pasea por la tierra, mientras los males en extinción se duermen en una fila. Nunca tapar los ojos y nunca llevar los brazos a los ojos de alguien.
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