Lucio Marín, carpintero de ribera | La Nota Latina

Lucio Marín, carpintero de ribera

 

La fabricación artesanal de barcos pargueros en la Isla de Margarita, Venezuela, es un arte que se transmite de viva voz y bregando la madera, sin manuales ni planos de por medio.

 

El maestro Lucio Marín nos espera sentado en un banquito de madera, la noble materia prima que está desparramada por doquier en esta carpintería de barcos hechos a mano. Sí, a mano, sin que medien máquinas complicadas, manuales ni planos, porque en este reducto de la tradición, el conocimiento viaja de manera oral y el artesano demuestra su destreza dando forma y figura a ese recurso que fue parte de un árbol y al cabo de unos meses será poesía convertida en nave que faena en el mar.

 

Desde 1988 es el propietario de la “Carpintería Don Daniel” – así se llamaba su padre – uno de los tres astilleros que existen en la Península de Macanao, donde comparte el honor de ser uno de los artífices de la mayor flota artesanal dedicada a la pesquería del pargo y mero en Venezuela.

A los 87 años, Don Lucio ve transcurrir gran parte de la jornada, desde que sale el sol hasta su ocaso, sentado sobre un madero o una banqueta a cierta distancia de la enramada. El vigor físico que el almanaque le ha quitado ha sido reemplazado por la experiencia donde el curtido ojo evalúa y la voz emite sentencia: va bien o va mal.

Nació en la población de San Francisco, el 10 de marzo de 1928. Un pisciano a quien los astros y las circunstancias lo han mantenido siempre cerca del mar. Su educación formal llegó hasta segundo grado de primaria. Antes de los 20 años se inició en la pesca, primero en Boca del Río y más tarde – año 51 – en el estado Falcón para trabajar las aguas, rebosantes de pargo y mero, de la Goajira colombiana, Aruba, Curazao y archipiélago de Los Monjes.

Regresa a la Península de Macanao en el año 59. Continúa con la pesca, pero el interés se va desplazando hacia un terreno más virgen: la construcción de embarcaciones. “Sentía que no era difícil para mí y me dieron ganas de empezar a trabajar eso. Hablé con Cándido Hernández, quien tiene su varadero aquí en Boca del Río, y le pregunté si podía trabajar con él. Fue mi principal maestro. El trabajo de la carpintería me entusiasmó mucho. Cuando ya tenía 9 años trabajando con él, se me metió en la mente que yo iba a hacer una embarcación para mí. Eso fue en el año 73”, cuenta el maestro.

Decidió debutar en grande: un parguero de 18 m. de eslora, 5.20 m. de manga y 2.20 m. de puntal. “Lo hice poco a poco, trabajando los domingos, porque en la semana seguía trabajando en el varadero. Lo que me pagaban daba para dar de comer a la familia. Ya tenía esposa y dos hijos. En un banco del gobierno pedí un préstamo de 250 mil bolívares para comprar el motor y terminar el barco. Demoré 5 años en construirlo. Lo vendí y eso me dio para hacer dos más; los vendí también y empecé por mi cuenta”, recuerda.

Las autoridades del concejo municipal de aquel entonces le otorgaron legalmente el terreno que hoy ocupa. Construyó un pequeño cuartico con bloque, techo de zinc y piso de cemento para guardar equipos y herramientas, el cual todavía permanece en el lugar, destartalado. “No lo he querido eliminar porque es fruto de los primeros esfuerzos”, dice.

  • – ¿Cuántas embarcaciones ha construido a lo largo de su vida?
  • – Son bastantes. El carpintero no sólo construye una embarcación, también la remodela, la repara, la amplía. Yo creo que por mis manos han pasado como 50 embarcaciones, de las que he construido. Y muchas más han pasado para ampliarlas y repararlas. No es mentira lo que te estoy diciendo. Y para construir y todo eso, usamos la práctica. No usamos teoría para eso.
  • – ¿No hay planos?
  • – Aquí no hay planos, sólo medida y vista. Tener cuidado, concentración. Nosotros aquí no tenemos teoría, pura práctica. La construcción de una embarcación la tenemos dibujada en la mente. Nosotros no estudiamos esto, pero esto tiene sus principios. Cuando un barco sale de aquí, sale con su motor instaladito y alineado, porque si no queda perfectamente alineado a su eje, no está bien. Una cuadrilla de trabajadores se dedica a construirlo. Todos saben carenar y calafatear, pero no a todos les gusta hacerlo. Entonces hay quienes sólo se dedican a calafatear. No todos saben alinear la máquina. Lo hace el que sabe. En una embarcación, cada quien se dedica a lo que más sabe y le gusta…
  • – Antes de comenzar la construcción de una embarcación, ¿hace algún croquis, dibujo, cálculos?
  • – Nada, muchacha, nada (risas). Tú llegas acá y me dices: señor Lucio, yo quiero que me haga una embarcación. Te pregunto yo: ¿cuántos metros? Tú me dices, supongamos, 14 metros, y ya yo sé lo que tengo que hacer. Lo tengo en la mente. Sé la medida que debe llevar la manga (ancho) y el puntal (profundidad) para que quede perfecto. Si la medida de manga y puntal no son correctos, no tiene estabilidad.
  • – ¿Y esos cálculos los hace en algún papel o cuaderno?
  • – No mija (risas). ¡Lo hago aquí!

Ese “aquí” es el piso de cemento rústico donde el maestro está justamente haciendo una multiplicación con un lápiz de color. Realiza la cuenta en voz alta, mientras va escribiendo los números en azul. Para que no queden dudas de que el piso es la plataforma de su trabajo teórico, expresado en cálculos matemáticos básicos y dibujos, muestra antiguas líneas y números, que como jeroglíficos asoman al apartar con el pie restos de aserrín, polvo y arena. Aclara que esta fase del proceso requiere de mucha concentración. “Poca bulla, poca conversa”, recalca.

  • ¿Cuánto tiempo lleva construir un barco parguero?
  • – Bueno, eso depende de la movida de plata. Si tenemos capital para respaldar el salario de 5 carpinteros, en el lapso de 10 meses tenemos ese barco bien hecho. Se trabaja de 8 a 12 y de 1 a 5, de lunes a viernes. Cuando llueve hay que parar porque no tenemos techo.
  • – ¿Estos barcos resisten tormentas en alta mar?
  • – ¡Claro que resisten! Por eso hay que tomar en cuenta la estabilidad del barco durante la construcción. Después que se ha colocado el puntal que le conviene a un barco, no se puede abusar y ponerlo más hondo, porque se puede voltear.
  • – ¿Es importante el tipo de madera que se use?
  • – Sí, la madera para barco debe ser seleccionada. Algarrobo, palosano, yaque, roble, araguaney, son maderas duras que sirven para hacer la estructura o esqueleto de la embarcación. Hay otras maderas que sirven para forrar ese esqueleto: pardillo, saqui saqui, sasafrás y otras. Uno no puede meterle una madera agrietada.
  • – ¿Cuánto tiempo puede durar un barco artesanal?
  • – Eso es según el trato. Si te quedas dormido y chocas contra una roca, no te duró nada (risas). Según el trato que tú le des, te puede durar 40 años. Esas embarcaciones llevan clavos de cobre en el entablado, desde arriba en la punta hasta donde está la parte curva, para evitar que se oxide.
  • – ¿En más de 50 años ha podido enseñarle su arte a muchos jóvenes?
  • – Mija, bastantes muchachos han pasado por aquí y toditos están construyendo barcos.

 

 

Briche: del inglés “bridge”; puente, superestructura más elevada del barco parguero situada sobre la cubierta donde se halla el puesto de mando y algunos camarotes.

Carenar: en sentido amplio, hacer cualquier tipo de reparación a la embarcación cuando está varada.

Calafatear: operación de llenar las juntas de las tablas con estopa y masilla. En ocasiones también se introduce fibra de algodón o mopa.

 

 

 

 

Anna Müller
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