Esa manía tan mía de empezar siempre | La Nota Latina

Esa manía tan mía de empezar siempre

Minín Arévalo
Minín Arévalo

Minín Arévalo

@minicinta (cuenta absolutamente personal)

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Hoy en día tengo 48 años. Mucha gente me dice que no sea tonta y que no revele mi edad, pero de qué sirve ocultarla. Cuando me falta un par solo para llegar al “medio cupón” como decimos en mi país Venezuela, una vez más lo hice: volví a empezar.

No es secreto para nadie la situación político-económico-social que se está viviendo al norte del sur, en donde es más importante hacer campañas mil millonarias en dólares para decirle a la gente de todos los países que no somos una amenaza como dijo Obama, sino un país de esperanzas, que lograr que los niños tengan leche para alimentarse y pañales para no hacerse encima.

En medio de esto y cuando estaba “cómoda”, y lo pongo entre comillas, porque nadie está satisfecho haciendo largas filas para comprar un cuarto de kilo de café; pero tenía un par de apartamentos bien ubicados y pagados en su totalidad, un carrito que me llevaba y me traía, mi propio estilo de decoración y una agencia de PR con cierta reputación ganada después de largos 13 años de manejar grandes cuentas; decidí que era hora de arrancar de cero y darle a Felo, mi único hijo y grande amor de mi vida, un lugar seguro para crecer y hacerse un hombre de bien.

Muchos me tildaron de loca, otros me auparon, algunos murieron de la envidia y los que más lloraron mi partida. Me vine. A empezar una vez más.

Dejé el aeropuerto de Maiquetía con tanto llanto que juraba que me iba a deshidratar. Pero no, cuando me monté en el avión me dije: “ya Minín. No se comienza una nueva vida con ese dolor y ese drama”. Me enjugué los ojos, me pinté los labios y me puse de cháchara con mis compañeras de vuelo –dos venezolanas que también dejaban todo atrás para venir a Miami a probar suerte- Tres horas y 13 minutos más tarde aterricé con 6 maletas, la cartera, un suéter y Vito, el perro Chihuahua de mi hijo, que es más hijo mío que el grandote que ya cuenta con 18 primaveras.

 

¿Y entonces, ahora qué hago?

Cuando uno parte de su país siempre dentro de la ropa, las fotos y los aretes que se trae, viene un sobre cargado de sueños. También nos traemos una bolsa con esa extraña mezcla de emoción y de miedo sobre qué nos deparará el futuro. Lo que hay que hacer, al menos yo lo hice, fue volver a guardar el paquetico del miedo y dejar afuera los sueños y la emoción.

Primero quise montar una tienda de Diseño Venezolano, porque creo firmemente que así como el país no funciona políticamente hablando, es uno de los más talentosos del universo. Y lo que se hace en ropa, bisutería, talabartería, zapatos y objetos en general es de un nivel superlativo. Pero ustedes se preguntarán por qué no ando de marchante por ahí. Fácil, traer un anillo de Venezuela es tan caro por el precio del dólar que casi hace a las cosas impagables. Y para perder plata tampoco estamos.

Entonces, el diseño patrio me lo pongo, pero mejor no lo vendo.

Un poco colgada de la brocha desempolvé una larga conversación que tuve con el papá de mi muchachito tal vez mes y medio antes de “marcar la milla” hacia esta tierra. “¿Viejo, y si hablo con Marybel y le pido que nos asociemos en la Nota Latina?”

Lo cierto fue que después de conversar con ella le dimos entre mil y tres mil vueltas al asunto. Habían las ganas, pero se nos enredaban los detalles. “El nombre está con otra socia, tenemos un problema porque la base de datos está corrompida y no se puede recuperar, yo no se te decir si sea una buena idea, mejor inventamos una nueva totalmente…. Ay, me cansé de enumerar”. Un día, yendo a visitar a nuestra querida Aymara Chacín, quien para entonces formaba parte de este proyecto que no estaba nada claro, Marybel y yo decidimos intentarlo de nuevo con La Nota.

Hablamos con Anelith Ortega, socia fundadora del proyecto junto con mi amiga la margariteña y tan buena gente ella nos cedió su parte y nos conminó a echarle piernas.

Así, desde hace dos meses –de los casi 5 que tengo viviendo aquí- no he tenido vida para otra cosa que no sea actualizar, negociar, escribir y planificar este sitio que hoy ustedes están leyendo. Y ya todos juraron que hasta aquí llegaba el cuento. No. Falta un poquito.

En el interín me conseguí de nuevo en la vida con María Carolina Alonso, esa mujer espectacular que había trabajado conmigo en mi agencia de Caracas y que ya cuenta con una larga data en estas tierras. “¿Chica y si nos asociamos y ponemos la agencia en Miami? Total, nosotras tenemos nuestro propio y probado estilo de hacer Relaciones Públicas y aquí ninguna cosa que hacen se parece a esas estrategias que montábamos en Venezuela. Pues si, vamos a darle, me dijo. ¿Y quién creerá en nosotras para ser nuestro primer cliente y darnos a conocer en este sitio tan grande? Y saltó mi amigo, hermano de la vida y uno de los cariños más grandes que llevo en el pecho: George Harris y gritó, Yo mismo soy. Seré el primer cliente de Minín Arévalo PR en Miami”. Y lo es.

En fin y para no hacer más larga la cosa, dejé una vida y comencé otra. Cuanto me gusta hacer esto Dios mío. ¿O es que ustedes son de los que tienen miedo? No vale. A fin de cuentas, no hay nada más sabroso que comenzar a escribir en un cuaderno nuevecito y con un lápiz de punta recién sacada.

Gracias Marybel, por creer que La Nota Latina si es posible con nuevo enfoque. Por tu confianza y ese respeto tan bonito que me tienes. Estoy segura que este arranque será para largo, porque cada jueves habrá una actualización. Y en cada edición también hay un nuevo comienzo.

Marybel Torres
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