Pareciese un ejercicio de lenguaje con la conjugación del verbo “criar”. Sin embargo, se trata de la acción real y cotidiana que dos personas enfrentan desde el mismo momento en que un hijo hace presencia en la vida familiar.
La tarea compartida de criar y educar a los hijos por parte de los padres va a requerir la expresión clara de cuáles van a ser las pautas culturales (hábitos y costumbres) y educativas (disciplina, comunicación, desarrollo de talentos, educación formal) que quieren transmitir a sus hijos, distinguiéndolas de las respectivas familias de origen.
Cada generación nueva se ve en la necesidad de reestructurar pautas adquiridas en sus respectivas familias para hacerlas suyas, debido a que definitivamente debe ocurrir una adaptación a los cambios que se han dado en el contexto social, así como dar respuestas a las expectativas que en lo personal y como pareja, se han planteado y desean extrapolar a sus hijos. Con las prácticas de crianza, los padres buscan modular y orientar el comportamiento y creencias de los hijos en la dirección que ellos valoran y desean, tomando en cuenta, sin embargo, las características de ese hijo.
Me pregunto, ¿nos hicimos ese esquema claro de lo que queríamos para nuestros hijos, en términos de comportamiento, valores y actitudes? ¿Lo estarán bosquejando los padres embarazados en este momento? Independientemente de la respuesta en ambos casos, la noticia importante es que siempre hay tiempo para hacerlo. Si bien es cierto que la crianza posee directrices generales que se establecen siendo los hijos muy pequeños, fundamentalmente en cuanto a valores y principios, también lo es que las mismas se modifican según el momento de vida de los hijos, circunstancias existentes y las particularidades de cada hijo. No existe una pauta rígida. La flexibilidad y revisión crítica de las mismas, sería la actitud más aconsejable a los padres.
De allí que la pareja debe ir delineando, continua y progresivamente, dichas pautas. Y si, aunque les parezca casi como hacer el presupuesto mensual (si es que lo hacen), o la declaración de impuesto (obligatoria so pena de ganarse serios problemas, por lo menos aquí en Estados Unidos), hablar sobre los hijos, qué esperamos para ellos y cómo pensamos conseguirlo, es parte de los temas de conversación que los padres deben tener en su agenda.
Si bien la familia es definida como una organización natural, propia de la raza humana (aunque muchos indiquen que igualmente es un producto socialmente construido), que sea natural no indica que genéticamente estamos preparados para desarrollarla como grupo general, ni a cada uno de sus miembros, en particular. Lo que quiero resaltar es que la familia no se maneja con piloto automático que, aunque común pero no por ello adecuado, no debemos plantearnos la crianza como el seguimiento no razonado de lo que los demás hacen o nos dicen que hagamos. Criar hijos y desarrollar una familia, es un rol para el cual debemos prepararnos casi que con la misma formalidad que para una profesión u oficio. La pareja debe formarse en conjunto, o por lo menos uno de ellos y compartir con el otro esta formación.
Lo que es indispensable recalcar es que es una actividad pensada, razonada, planificada, que amerita información, formación y acompañada de la pareja (queda claro que esta última condición puede cambiar según ciertas circunstancias). Pero recuerde, si no lo había considerado así o, aunque conociéndolo, no lo había puesto en práctica, TODAVÍA SE ENCUENTRA A TIEMPO.
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