Cuando llegas a esta pequeña ciudad de Carolina del Norte, todo se acerca mucho más a una realidad mágica y encantadora, que hemos obviado conocer poniendo como excusa la falta de tiempo o dejándonos llevar por ese torbellino de pasiones adquiridas de otros, por conocer lo de fuera y no lo nuestro. A veces peco de egoísta y lo reconozco. Con esta visita llegué a la conclusión que debemos ser más generosos y exponer las maravillas que nos rodean.
Empezaré diciendo que Williamsburg jugó un papel importante en la historia de los Estados Unidos. En la actualidad es un distrito histórico, y definitivamente lo catalogo como un museo viviente. El visitante se va a encontrar ciudadanos ataviados a la usanza del siglo XVIII caminando por las calles y en las tiendas. Explorar las costumbres de esta ciudad ha sido muy gratificante y nos ha permitido madurar ante la historia. Aquí nos olvidamos de los textos escolares y de los pensamientos equivocados que podíamos albergar acerca de su alma colonial y conocimos de primera mano sus atractivos y su biografía.
Un fin de semana no es suficiente para empaparte de la historia y recorrer los recovecos de la ciudad. Sin embargo, desconectándonos del mundo ajetreado en que nos desenvolvemos, decidimos crear memorias que duren toda una eternidad, aprovechando el tiempo al máximo, a través de paseos en carruajes, visitas a los museos, tomando fotos en el área histórica y enganchándonos en el arte del binding, que en español significa el Arte de la Encuadernación, un trabajo que en aquella época solo daba acceso a las personas pudientes, por ser una labor que conllevaba tiempo, destreza y elegancia.
Papeles pintados, mosaicos y coberturas de piel. Fue algo divertido ser testigo de una habilidad antigua que ha sido reemplazada por la tecnología.
La villa nunca envejece por sus atracciones especiales como el Palacio del Gobernador. Uno puede admirar el estilo colonial revival, que es la simple derivación de un estilo cambiante y a la vez simétrico, marcado por anchos espacios con amplios y pulcros jardines.
El Jardín Botánico de Williamsburg es otro de los atractivos turísticos: abre a las 7:00 am, la entrada es gratuita y cierra al caer la tarde. Hay alrededor de la ciudad cuarenta galerías de arte, donde se exponen tesoros únicos.
Recomiendo visitar The Colonial Folk Art, Black Dog Gallery y el Williams Contemporary Art Center. El arte en cualquiera de sus expresiones enriquece, no deben perdérselo.
La visita al Museo de Arte Rockefeller Folk y al DeWitt Wallace los cautivará. Uno, con su exhibición sobre el arte navajo, en especial el de tejidos coloridos con recurrentes motivos geométricos y en el segundo, una vasta colección de mobiliario sureño, pero en especial de cerámica inglesa que ha sido catalogada como la más grande fuera de Inglaterra. Una visita que debe estar como prioridad en la lista de museos.
Si quieres añadirle un toque de misterio al viaje, incluye en la agenda el Tour de Fantasmas de Yorktown: vas a dar rienda suelta a tu imaginación al visitar las calles oscuras alrededor de las casas embrujadas, en las cuales hechos paranormales e insólitos han cautivado a investigadores. Puedes tomar fotografías a lo largo del recorrido y si estás de suerte, puedes hacer noticia capturando la imagen de uno de los fantasmas. El tour cuesta $10.oo y solo lo hacen los días viernes y sábados, previa reservación.
Visita también el Teatro Kimball, la casa de George Wythe, la tienda de dulces gourmet Wythe, donde bastoncitos de piel de naranja bañados de chocolate me tentaron a comprar docenas de diferentes dulces para entretenernos en el camino.
El viñedo y la cervecería Alewerks te recibirán con amabilidad y sus encargados harán su mejor esfuerzo para que te sientas bien atendido.
Por último, no dejes de ir al Farmers Market, que se encuentra en el corazón del centro histórico. Lo mejor del recorrido entre frutas, fresas jugosas, miel orgánica y carne de bisonte, fue saborear las demostraciones culinarias de los chefs y caminar tomados de las manos al compás de la música en vivo.
El clima no fue del todo benévolo: la lluvia y el frío nos acompañaron pero no nos cortaron las alas. Aprovechamos cada minuto y nos llevamos algunos folletos que nos animaron a regresar entrada la primavera y en el verano, ya que se antojan actividades en Busch Garden, Water Country y el Festival de las Mariposas.
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