Vulnerabilidad… Fueron casi 20 días de vacaciones con mi familia, habían sido unos días especialmente difíciles, pese a la buena relación que llevamos. Había muchos problemas a mi alrededor, ninguno era mío, y por supuesto que ninguno estaba en mis manos resolver, sin embargo, me salpiqué.
Al estar allá, lo único que quería era volver a mi casa, apoyarme en mis amigos, ver a mi novio, perderme en mi trabajo. Cual va siendo mi sorpresa, que un día antes de volver, mi novio me llamó para terminar. OK, todo va estar bien, pensé, solo sacamos al novio de la ecuación, lo demás sigue igual, yo puedo con esto, yo soy fuerte y nunca me caigo.
De regreso en casa, desperté un domingo con una presión horrible en el pecho, una angustia que “no sabía de donde venía” y la cabeza dándole vuelta a todo a 1000 x hora. Mi respuesta ante estas sensaciones fue salir con mis amigos a distraerme y evitar enfrentarme conmigo misma. Y aquí fue donde la psicoterapeuta experta estaba cayendo a los profundos abismos de la ansiedad.
Como soy buena poniendo las cosas en perspectiva y racionalizando todo, decidí que el tema ex novio iba a un cajón en el archivero de mis emociones y no se abría hasta nuevo aviso. – Mientras aprendo a lidiar con esto que estoy sintiendo – pensé. Hasta aquí seguía pensando que yo podía sola, que ya pronto me iba a sentir normal, que era algo pasajero, porque yo nunca me caigo. Tenía el constante pensamiento de “ya me quiero sentir bien”, aunque estaba pasando lo opuesto. Y así cada mañana era más difícil levantarme y en las noches vinieron las pesadillas.
En modo resistencia
En esta resistencia, mi archivero emocional empezó a sacudirse hasta que explotó, el cajón de mi ex se abrió, junto con muchos otros que estaban saturados de cosas que había ido guardando por años, todo con tal de no sentirme frágil, de siempre estar fuerte para los demás.
Cuando por fin solté el control, empecé a desmoronarme, todas mis estructuras y mis fortalezas empezaron a caer, YA NO PODÍA CARGAR MÁS.
Dejé de resistir y a partir de ese momento nada volvió a ser igual, la vida estaba decidida a traerme transformación y yo me entregué al proceso, me entregué a la vulnerabilidad. Volteé a mi alrededor y me di cuenta de todas las personas que estaban ahí para levantarme: mis amigos, mi familia, mis colegas, mi terapeuta.
Parecía estar recorriendo un camino desconocido, pero muy dentro de mí había algo diciéndome que era el camino de vuelta a casa, a conectar, a sentirme yo. Este camino ha estado grabado en mi alma siempre. Ahí me percaté que esas ganas que tenía de volver a mi casa, eran en realidad deseos de volver a mí.
Vulnerabilidad
La vulnerabilidad se define como la posibilidad o el riesgo de ser lastimado o herido física o emocionalmente, y claro si lo pensamos fríamente, a quien le gusta sentirse débil o susceptible. Vivimos en una sociedad que premia el ser (o parecer) inquebrantable, que nos ha enseñado a levantar bardas alrededor de nuestros sentimientos y quien se anima a mostrar sus heridas nos hace sentir incomodos, porque simplemente está abriendo la puerta a sentir.
Sin embargo, el reconocernos frágiles, nos hace humanos, hay que hacer hincapié que ser vulnerable no significa que ya estamos lastimados, ni es sinónimo de flaqueza, sino que nos damos permiso que sentir emociones.
Vulnerarse es tener la fuerza necesaria para pedir ayuda, es poder navegar las aguas de la incertidumbre emocional y la certeza de que volverás a ponerte en pie, ya sea solo o con el apoyo de más personas.
¿Fácil? No, ¿gratificante? Totalmente.
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Excelente artículo. He compartido esa experiencia de sentirme vulnerable y de pedir ayuda a un terapeura y con fortuna y fortaleza salir adelante. Gracias por compartir en la revista.