Voy a empezar esta crónica con una memoria caduca, pero que viene al caso al atreverme a comentar sobre uno de los temas sonados a nivel mundial y cercano al corazón de nuestra comunidad hispana. Con el respeto que me merece el sufrimiento de un Estado caído en desgracia.
<Recuerdo la época de escuela en Ecuador, cuando se nos enseñaba Historia Universal, que en la época del presidente Marcos Pérez Jiménez, allá en el año 1953, la fortaleza de la moneda, el bolívar, fue invariable durante sus años de mandato, lo que convirtió a este periodo presidencial en uno de los más estables. En los años 60’s, 70’s y 80’s este país todavía experimentaba un crecimiento sostenible en su economía pero, en 1993 el país se vio marcado por dificultades que encerraban corrupción y de ahí empezó el declive de esta nación cuya reserva de oro negro es la que lideraba el mundo. La Venezuela orgullosa, productiva, avant garde de esos tiempos ya no existe, este país que fue en su buena época, uno de los más ricos de América del Sur, hoy sufre el drama grande y violento de la tiranía a gran escala >
Hoy veo con tristeza que Venezuela se ha convertido en una región pobre, gracias a la mala entraña de un líder equívoco y sanguinario que envenenó con falsa perorata de porvenir y bienestar a las masas. Es muy cierto que las llamadas Leyes Habilitantes con propaganda bolivariana, son algunas de las causas que bajo el beneplácito de Cuba, generó la devastadora Marea Rosa de América Latina. Aquí en el pueblo del Libertador, las masas borricas y ambiciosas que lo secundaron, repitiendo la fastidiosa alocución de su señor, quien implementó una serie de reformas sociales como parte de su revolución socialista, ayudaron a desatar el declive. Con la muerte de Chávez, todos pensamos que Venezuela sería libre de una vez por todas de las garras de un dictador petulante, pero la historia se rió de nosotros y no con nosotros, ya que el Comandante dejó como sucesor a un guasón bullicioso. Esta estrategia fue realmente lo peor que le pudo pasar a esta nación hermana.
Ya viene la ayuda humanitaria coreaban venezolanos que viven en Colombia, camino al concierto Venezuela Aid Live organizado por Richard Branson, donde 32 artistas rindieron tributo a la solidaridad para con Venezuela y a su libertad, con emotivas canciones el pasado fin de semana. Ya viene la ayuda humanitaria gritaban con júbilo y la palabra libertad se paseó en las camisetas, en los intervalos del concierto y en las ruedas de prensa. Los ojos de los asistentes venezolanos estaban iluminados por la seguridad sublime de no sentirse abandonados. Ya viene la ayuda humanitaria gemía una anciana que necesitaba medicinas para salvar a su nieto por desnutrición; sus arrugas se contraían y sus pupilas se dilataban al saber que podría disponer de medicina y de alimento. Sí, la ayuda humanitaria llegó, pero fue retenida en las fronteras por orden del Director en Jefe de la mal llamada revolución, y luego quemada.
Nicolás Maduro, dictador y hombre maligno, es ante mis ojos el dragón del apocalipsis que va arrasando con todo lo bueno a su paso. Este personaje absurdo, ha ordenado quemar cualquier ayuda que llegue a Venezuela por considerarla limosna. Por sobre todo, porque más allá de la sed de poder que lo embarga, lo domina la idea loca de que él y su revolución en la cual nació, es invencible. Pues no, no es invencible y no es inmortal. Eso es lo único que nos consuela. Este remedo de buen Caudillo, se atribuyó el triunfo de prender en llamas una ayuda más que necesaria para los pobres de su patria. Una patria que él y sus secuaces están despareciendo a medida que pasa el tiempo. ¿Quién es su sano juicio se presenta ante el mundo haciendo el ridículo? ¡Solo un lunático!
Nadie sabe más que el mismo venezolano que vive dentro de su laberinto de paredes flemáticas e indolentes, que mañana a lo mejor no pueda sobrevivir a la continua violencia y escasez. En Venezuela la gente vive entre lágrimas, peor aun cuando se ve el espectáculo coreografiado y tétrico del cual hizo alarde Nicolás Maduro al dar la orden de quemar toneladas de ayuda humanitaria. A la hora del juicio final los agredidos no van a perdonar, no van a olvidar. Con esto quiero enfatizar, que el régimen demoniaco del cafre absolutista que quiere mantenerse en el poder, tiene sus días contados. Solo queda en Dios, escribir esta etapa como una nueva realidad a partir de la ecuanimidad y buen juicio del presidente interino Juan Guaido y de todos los demás venezolanos que salen a las calles para apoyar la libertad, neutralizando la dictadura maléfica que los quiere oprimir.
Quiero mencionar que a pesar de esta situación penosa y desagradable también hay gente que sigue expresando su sentir desde Caracas o desde otras ciudades. Hay mujeres como mi prima, y hombres, como sus familiares y amigos que enarbolan la bandera de Venezuela con orgullo y se pronuncian con frases de apoyo y agradecimiento. La vida para el venezolano dentro y fuera de su frontera continúa, ellos a pesar de todas sus desgracias siguen viendo la esperanza en la inmediatez de cualquier horizonte porque aunque a algunos les han quitado su dignidad, no les han mermado el valor y ese valor los mantiene vivos y en espera de que un día se acabará el infierno en el que viven y se reunirán con sus familias, a las cuales muchos de ellos no han podido ver en años.
No me quisiera alargar con una verborrea sentimental. Los que no opinan igual que yo, o no comulgan con mi sentir, dirán eso, de manera que iré directo al punto: lo sucedido en la frontera colombo-venezolana debe conmover a Michelle Bachelet para que se pronuncie de manera enérgica y frontal como la alta Comisionada de Derechos Humanos ante el dictador satánico de Venezuela. Se debe evitar el diálogo y se debe ir de lleno a tomar acción.
Aquí no está en juego la defensa de las tendencias políticas a que pertenecemos sino que se apela a que rompa el silencio y se pronuncie sin rodeos y sin diplomacia. Los eventos suscitados en las fronteras de Brasil y de Colombia con el país hermano de Venezuela no están para medias tintas, están para hechos concretos. En mi condición de ciudadana que habita un país todavía democrático, junto a millones de venezolanos, es que la representante de una comunidad internacional cuyo principal juramento es velar por la dignidad humana tiene el deber de proclamarse y obligar a Maduro para que toda asistencia humanitaria entre sin demora a Venezuela. Ella, como tantos otros representantes de estas organizaciones, se debe a los pueblos sometidos. Además, la OEA tiene evidencias de actos de criminalidad en las áreas fronterizas de Brasil y de Colombia con Venezuela. Existe un informe que se ha entregado a la Corte Internacional para que se llame a juicio a los involucrados. ¿Cuánto más se tiene que esperar para obtener resultados? Es momento de crear condiciones para que Maduro abandone de una vez por todas el dominio sobre este país que ha sufrido a lo largo de veinte años.
Hace algunos años, me hice eco de las necesidades y de la angustia que el venezolano sufría, en un corto escrito en las páginas de un diario comunitario. Claramente repetí casi las mismas palabras que repito hoy: “Deseo fervientemente que todos entendamos y apoyemos cualquier causa justa, levantando la voz para decir NO a la injusticia y NO a la violencia”. Sin embargo, en ocasiones se hace necesaria ser violento. Aunque cruel, esa es mi opinión. Hay que morir de pie.
Basta de torturas y penas crueles, basta de vivir sin Estado de Derecho, basta de ignorar la voz de un pueblo que clama por un mejor futuro. Se debe enjuiciar a Nicolás Maduro y a sus vándalos por genocidio. El acto bárbaro de prenderle llamas a la cooperación de una nación que ve cómo fallecen jóvenes, viejos, madres, padres, abuelos y niños por omisión de la cabeza de su propio país, es una transgresión perversa. Es una acción sin nombre.
Quiero cerrar este escrito mencionando una célebre frase del ex presidente John F. Kennedy que espero haga reflexionar a quien la lea: “Los que hacen imposible la revolución pacífica, harán inevitable la revolución violenta”.
FOTO PORTADA: elpitazo.net
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