La nostalgia llega cuando descubrimos que nos falta lo que tanto queríamos y con el tiempo y la distancia adquiere un valor incalculable por haber dejado de tener, creer y sentir. Somos seres humanos para disfrutar lo que ofrece la vida, pero muchas veces no frenamos ese disfrute y olvidamos valorar aquello que viene dado también como una gran lección.
Los venezolanos recordamos con añoranza aquellos meses previos a la época decembrina y sus fiestas. Todo el país era una locura en planes, compras, preparativos para las dos fechas más celebradas en diciembre, la Navidad y el Año Nuevo.
Tradicionalmente, el encuentro familiar, los viajes, realizar el sueño de comprar lo que tanto se deseaba adquirir, era parte del entusiasmo y el gran momento de tener el dinero extra para preparar la cena infaltable con hallacas, el pan de jamón, nueces, vinos y bebidas al gusto de todos para terminar el año con un buen brindis y festejando por los logros alcanzados y con promesas para el año venidero.
Los niños y todos los que pasamos por esa etapa, disfrutamos de la mejor época del año por la llegada de los juguetes y regalos por intercambios, entre familia y amigos. El juguete de moda era la ilusión de cualquier niño, ¿quién no tuvo unos patines o un juego de lego? La muñeca del momento era la meta. También teníamos el corazón pleno de alegría y de solidaridad para dar a aquellos niños que por situación de pobreza no alcanzaban a disfrutar de muchas cosas que le fueron negadas.
El mes de octubre anunciaba la proximidad de la navidad con los aguinaldos y las gaitas de tradición zuliana, infaltables en cada hogar, en la radio y llegaba a cualquier rincón del país. Sin duda, era la fiesta pre navideña.
Los tiempos han cambiado, hoy tenemos, no una fiesta anticipada, sino un objetivo para lograr lo que teníamos a granel años atrás: libertad plena y absoluta para vivir.
Falta apenas mes y medio para el comienzo de la época decembrina y no se escuchan las gaitas, el ambiente no es el de un reencuentro pre navideño, no hay alegría, las ciudades se encuentran enmudecidas y abiertas solamente para el peregrinaje de la gente en busca de alimentos.
Venezuela ha perdido su tradición, la despojaron de sus anhelos, su esperanza. Va en la ruta de algo perdido y muy poco valorado. Ha quedado la nostalgia de lo que se pudo sembrar y la misma vorágine del disfrute desenfrenado impidió anclarnos en la buena semilla. Se añoran los tiempos idos y hoy procuramos la manera de enfocarnos en un propósito de permanecer unidos.
Décadas, años, meses y días guarda en su mente y corazón cada venezolano de aquellas fiestas del mes de diciembre tradicional. Tal vez este año 2015 no sea el mejor de la presente década, pero de algo estamos seguros, la Venezuela añorada se abrirá con más fuerza y empeño para entregar el mejor regalo a las generaciones
futuras, una Venezuela libre para recibirlos a todos entre abrazos de hermanos.
@susanamorffe
Fotografías: Alynor Díaz @adiazay
- El aborto y la fertilidad enfrentan a la humanidad - junio 5, 2019
- Clarivis del Valle Villarroel Millán: «Cuando dibujo soy feliz» - abril 9, 2019
- ¿Por qué debemos vivir con aceptación? - agosto 23, 2018
Excelente artículo y una gran verdad. Lo que se vive no ambiente navideño, es añoranza de tiempos mejores, de más seguridad, más opción de vida, más tranquilidad en todos los aspectos. Añoranza de pensar en positivo por un futuro, de sentir que si hay posibilidades de crecer. Más que de hallacas, pan de jamón y regalos, ese sería el mayor bien que una Navidad nos pueda traer a los venezolanos. Gracias Susana.
Esperemos que todo se arregle con el favor de Dios. Gracias por seguirme.