La semana pasada me tomé unas cortas vacaciones en compañía de una de mis mejores cómplices del colegio que vino de Colombia. El “combo” estuvo integrado por mi amiga, su esposo, sus tres hijos de seis, cuatro y dos años, su mamá, su abuela, una de sus tías, sus dos hermanas, el novio de una de ellas, mi esposo, mi hijo y esta humilde escritora. En otras palabras, éramos la Selección Colombia más tres suplentes.
Aunque nuestra amistad lo ha compartido todo –hasta el año en que nos casamos y tuvimos nuestros primeros hijos– cuando me dijo que venía a visitar los parques de Orlando, Florida, preferí como dice el dicho “perder por W” y encontrarme con ella cuando hubiera terminado su aventura de desfiles y montañas rusas.
Así, mientras mi esposo, mi hijo y yo los esperábamos viendo una película en la casa-hotel que renté, mi amiga y su combo llegaron a las 10 de la noche arrastrando los pies como si fueran zombis, adoloridos, sudados y emparamados.
Los parques temáticos son un imán que jamás pierde su poder de atracción durante los 365 días del año. Las siguientes cifras consolidadas por la Gobernación del Estado de la Florida en 2016 ilustran la riqueza que éstos gigantes del entretenimiento, en especial Walt Disney World, generan para la economía del Estado del Sol.
En 2016, la Florida recibió casi 113 millones de visitantes (ocho millones más que en 2015) quienes gastaron alrededor de 109 billones de dólares, garantizando 1.4 millones de empleos en hotelería y demás servicios turísticos.
Ahora, de los 113 millones de visitantes en todo el estado, 66 millones visitaron la ciudad de Orlando, y de esos 66, más de 35 millones visitaron Disney World, divididos entre los principales parques: Magic Kingdom, Animal Kingdom, Epcot Center y Hollywood Studios.
Según el informe de la Corporación Oficial de Turismo y Mercadeo del Estado de la Florida de 2016) Colombia se situó en el quinto lugar de los diez países que más visitan la Florida con 522.000 visitantes–8% menos que en el 2015–ubicándose por debajo de Canadá, Reino Unido, Brasil y Argentina, y por encima de Alemania, México, Venezuela, Francia y China.
El recuerdo de mi hijo abrazando a Mickey Mouse por primera vez cuando tenía dos años es inolvidable. Lo que quisiera olvidar, para no comparar las atracciones de los parques de Orlando en el verano con las estaciones de un Vía Crucis, es la temperatura promedio de 40 grados centígrados que puede fritar un huevo en el asfalto, la humedad causada por los aguaceros, las comidas rápidas recalentadas y las filas interminables, las cuales mueven a adultos y niños entre cuerdas como ganado hacia el matadero.
Pero a pesar de las incomodidades, un ratoncito orejón continúa siendo el rey de los sueños de niños y adultos, manteniendo a Disney en el puesto número siete de la lista de las marcas más valiosas del mundo publicada por la Revista Forbes 2017 el pasado 23 de mayo.
La marca Disney no es un producto sino un sentimiento. Éste nace en la niñez y se anuda en el corazón cuando en la madurez uno ve a su hijo reír y llorar viendo las películas o disfrazado de algún personaje el Día de las Brujas o en su cumpleaños.
Para mí, Woody, Buzz Light Year, Lighting McQueen, Pluto, Donald, Minnie, Daisy, Goofy y Mickey Mouse entre muchos otros, no son muñecos inanimados sino los amiguitos que nos han acompañado por años. Pero a pesar de que me muero por verlos otra vez, me aseguraré de visitarlos solo en el invierno.
Gracias por leer y compartir.
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