Lo peor que nos puede pasar es quedar inmovilizados en nuestra zona de confort y adormecer nuestra inteligencia (a todos nos sobran neuronas, salvo los dictadores). Explorar el lenguaje y la multiplicidad del sentido de las palabras es parte de acostumbrarnos a lo no dado, a lo incierto. Es tanto desacierto que ocurre a nuestro alrededor, pero nos vamos conformando, naturalizando el desconcierto, y a menudo la maldad. Este es un poema que podría aparecer como pesimista pero por el contrario, lo que intenta es declarar un estado de alerta, incluso en los lugares donde el espíritu busca refugio, pero solamente se encuentra con la niebla que desfigura lo real.
Un río que se seca
Despertó a mitad de la oración
Y se quedó atónito y temblando con la prédica
Tantos segmentos de desconcierto
Fue como recibir un disparo y dejar de existir
Las palabras soplaban la superficie de un mundo carbonizado
Visitando suciedades de otras épocas
Sin poder practicar con las actuales máquinas rotas
A las que no se aplican palabras gastadas
O son como las piedras en una tumba,
No dicen nada. La peor pesadilla
cuando las campanas son de plástico
¿De qué sirven los ángeles hechos de harina?
Así las ramas de olivo pierdan sus hojas
Y también la fruta
Quisiera atrapar el zumbido horrible
de estos inviernos cautivos por otras suciedades
y la piel oscura de las mordazas
su astuta certeza de que todavía no hay remedio
para la maldad, excepto la maldad
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