Es una tendencia en alza en países como España, donde los planes de todo incluido, comida y bebidas alcohólicas en la oferta, ahora serán restringidos. Notables consecuencias para la industria turística han motivado que el gobierno imponga multas elevadas a quienes apuesten por esta clase de visitantes que realmente van de fiesta y a hacer estragos en vez de disfrutar de una localidad.
Nada como visitar España, ir a las Islas Baleares y conocer a la icónica Ibiza, la isla que ha estado de moda desde los años 70. Con sus playas espectaculares, es un destino que nunca se desprecia.
Año tras año recibe a turistas en exceso, tanto que a los locales se les ha dificultado la vida cotidiana, amén de los perjuicios para el sector de la hostelería y restauración, así como se ha incrementado la inseguridad para propios y visitantes.
En Ibiza, la industria turística promovió la fiesta invocando a millones de turistas atraídos por ofertas espectaculares para celebrar en paradisíacos lugares, con hoteles, barcos y alojamientos con todo incluido (comida y bebidas alcohólicas muy baratas) y piscinas ideales para la práctica del balconing. Con 300 dólares, mucha fiesta para disfrutar, por ejemplo. Monto que a los jóvenes no les importó pagar.
¿Qué consecuencias trajo eso? Pues se puso de moda la etiqueta de turismo de borrachera, muy atractivo para gente muy joven, que viajan en grupo a celebrar fines de curso, graduaciones, despedidas de soltería, fiestas de todo tipo o simplemente a disfrutar de la playa y el verano eterno en el paraíso y si es por poca cantidad de dinero, pues nadie se resiste.
La vida en Ibiza, para los locales o para quienes buscan trabajo aprovechando la amplia oferta en temporada alta, se ha hecho un calvario. Adquirir o alquilar una vivienda es prácticamente imposible. Trabajar sin un techo para vivir es la norma. No hay condiciones dignas. Y es que muchos propietarios prefieren alquilar sus pisos como viviendas turísticas gracias a la proliferación de turistas y de webs como Airbnb, que ofrecen estos servicios que resultan muy rentables, pero no están regularizados.
A nivel de medio ambiente, las consecuencias son desastrosas y de seguridad y en cuanto a economía, la repercusión negativa se extiende. Esta clase de turistas no va a hacer compras o a invertir en la isla, solo van a beber, a emborracharse, a ensuciar (consecuencia directa que el gobierno local debe asumir por sus altos costos) y a crear caos en general. La estampa gráfica de calles sucias, playas contaminadas, turistas borrachos tirados por el suelo o gente durmiendo en balcones, es la cara negativa de este tipo de turismo.
Soluciones al descaro
Una medida muy llamativa tomó el gobierno de Baleares prohibiendo las barras libres, los happy hours y el 2 x 1 para frenar los excesos de este turismo de borrachera.
La restricción al alcohol en zonas masificadas para los viajeros como Magaluf, El Arenal y Sant Antoni, a través de esta ley -que ha sido bien recibida- busca restringir la llegada de más turistas de esta clase. La ley prohíbe la publicidad y las promociones en locales turísticos y la venta de alcohol en tiendas comerciales con horario nocturno. La medida abarca las zonas más saturadas de Mallorca e Ibiza. También aplica prohibiciones para las party boats (fiestas en barcos).
La excepción aplica para eventos familiares (bodas, bautizos y comuniones) y convenciones profesionales que se realicen en hoteles y restaurantes. Las multas por violar la ley podrían alcanzar los 600.000 euros para los negocios, con cierre de un período máximo de tres años. Es la primera vez que en Europa se aplica una norma para restringir la promoción y venta de alcohol en zonas turísticas.
A nivel de negocios, para Baleares, las repercusiones de esta medida pueden ser importantes, pues cada año reciben más de 13 millones de turistas extranjeros. Para no verse afectados han decidido lanzar una campaña explicativa en países como Inglaterra y Alemania, de donde proceden muchos de los visitantes.
El gobierno local ha dicho que en estos países también preocupa la salud de sus propios habitantes, pues este tipo de turismo también provoca muertes, graves accidentes y daños ante la inseguridad.
Saltar desde un balcón
Una conducta que se ha asociado con el turismo de borrachera es el balconing, practica que ha costado vidas y que consiste en pasarse de un balcón a otro, o tirarse desde alturas considerables a una piscina. El gobierno de Baleares ha impuesto una ley que obliga a las comunidades y hoteles a expulsar a quienes lo practiquen o lo permitan.
Investigaciones llevadas a cabo por el Centro Nacional para la Información Biotecnológica que forma parte de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, en base a casos registrados desde antes del 2010 en las islas Baleares, concluyeron que esta práctica se debe al consumo en exceso de alcohol y otras drogas.
Los turistas que practiquen o permitan el balconing en cualquier hotel de Baleares podrán ser expulsados «inmediatamente» del establecimiento en cuestión y se enfrentarán a multas de entre 6.001 a 60.000 euros.
Por una buena imagen
La idea con este plan anti borracheras es defender un modelo turístico sostenible y respetuoso, por eso también se incluyen medidas para acabar con el uso de la mujer y de prácticas denigrantes para ellas por parte de los locales turísticos.
Con estas medidas, tomadas en conjunto con el propio sector turístico y de hostelería, se busca dignificar al turismo, mejorar la salud pública, la seguridad en la zona y, sobre todo, repuntar la imagen de las islas para un mejor posicionamiento en el mercado extranjero.
Ahora, más allá y en tierra firme, la ciudad de Barcelona ante la turismofobia, también tomará medidas. La industria del turismo en la capital catalana preocupa a sus ciudadanos.
Ya se han visto acciones en los últimos años contra la llegada masiva de turistas con pocas ganas de gastar en comercios, restaurantes y hoteles, pues solo van a visitar los principales sitios de atracción, y a rumbear en las noches.
Anualmente reciben más de 30 millones de visitantes que llegan por tierra, mar y aire. El aeropuerto del Prat registra más de 5 millones de pasajeros y el puerto de Barcelona presenta un tráfico de cruceros superior al 95%.
Barcelona aparece como una de las ciudades que más odia a los turistas y también sobresale en lo que se conoce como turismo basura, una ciudad que ofrece alojamientos ‘basura’, edificios convertidos en hoteles clandestinos repletos de jóvenes que destrozan y ensucian todo molestando a los propios residentes. Un calvario que aumenta con la proliferación de viviendas explotadas por Airbnb y otras plataformas similares, lo que afecta al sector de la hostelería directamente y para mal.
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