Una de las características que define al ser humano es su majestuosa capacidad de tergiversar la realidad para volverla convenientemente más favorable a su persona. Pero pocas veces entendemos que la verdad va, como siempre por encima de cualquier balanza personal
La película de los años 90 «El precio de la verdad» (chattered Glass) captó mi atención un lunes en una biblioteca pública de mi pueblo, en Tenerife, inmediatamente leí su titulo pensé en cuántas veces hemos sido capaces de vilipendiar, tergiversar o exagerar la realidad sólo con el fin de no golpear nuestro ego o muchas veces de fortalecer el alterego.
Para nadie es difícil terminar una relación (de pareja, amistosa, laboral o familiar) y sentar en el banquillo de los acusados a la contraparte de la historia; durante ese «juicio» nos encargamos de recitar la historia que ha pasado entre nuestras manos con un toque de dramatismo, de sufrimiento, de histeria e incluso de mentira, como si esta fuese no un hecho humano vivido por dos personas racionales y con defectos y virtudes; sino convertida en una dantesca fábula de novela mexicana.
Pero, realmente nos hemos planteado lo importante y maravilloso que sería si expusiéramos la verdad más allá de nuestro ego y nuestra propia carencia emocional.
Un buen ejemplo para recrear
Me gustaría compartir con ustedes la sinopsis de la película que me hizo reflexionar. La trama transcurre en los años 90, esa década en la que el excentricismo y las hombreras napoleónicas tomaron las calles, los colores fluorescentes encandilaban miradas y las actitudes soberbias y libertinas arrasaban las discos.
En ese momento el director del diario The New Republic, despide a Stephen Glass tras descubrir que ha inventado un artículo titulado “Hack Heaven” (El paraíso del Hacker).
Este no era el único artículo inventado por el periodista, ya que casi todos sus reportajes habían sido producto de su imaginación, tanto para el New Republic, como para otras publicaciones, como Harper’s Bazaar, George o Rolling Stone.
“El precio de la verdad” es una construcción de la propia realidad -muchas veces creada en la mente y el yoismo- pero dibujada a través de la historia real del periodista de familia judía que se dedicó a «fantasear» anécdotas que movían sentimientos y admiración.
Si traspolamos a la cotidianidad esta obra de los noventa, podremos apreciar el gran parecido que hay entre nosotros y ese periodista.
O es que acaso ninguno ha dicho o inventado una trama romántica luego de una ruptura para hacer voltear las miradas.
Seguro no han acusado a un jefe o un empleado de situaciones que no fueron su responsabilidad sólo para salvar su propia cabeza.
O quizás desmeritar la personalidad de un amigo para ganar la batalla contra el ego y la ruptura de un vínculo afectivo.
Acaso nadie ha sido capaz de arrojar sapos a quien merece sólo el charco, con el fin de ganar un poco de aplauso y clamor popular.
Si ustedes me dicen que no, los felicito, yo, no puedo mentirles ahora mismo y debo admitir que sí lo he hecho en algún momento, pero hace mucho entendí que la verdad y la honestidad es el valor más preciado que tenemos en la sociedad y en la vida misma.
El círculo de la vida
La vida sabía y muy cíclica nos pone en la calle los ejemplos de mentira o intriga que debemos analizar para luego aprender y seguir adelante.
Ver a una Infanta de España sentada en el banquillo de los acusados y decir «no leía nada de lo que firmaba»; escuchar a un presidente americano desmentir públicamente un adulterio para luego «confesarlo», o escuchar a un atractivo Jude Law sentirse enamorado y separarse a los pocos días por mantener un tórrido romance con la niñera de sus hijos son claros ejemplos de que algo no estamos haciendo bien en nuestro día a día.
Pararnos a leer el diario o escuchar un telediario no es simplemente llenar la soledad de la habitación con una emisión noticiosa, es aprender que esas personas, famosas y a veces admirables son el reflejo superlativo de lo que somos nosotros en la cotidianidad.
¿Y tú? ¿Eres capaz de ser sincero con el mundo y permitir ser apedreado como María Magdalena? Recordemos que la palabra es el don más común y menos preciado de la sociedad. Los invito a usarlo con la conciencia de que ella pintará la percepción que los demás tengan de nosotros mismos…
¿Cuál es el precio de tu verdad?
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