A la positiva coyuntura se le suma la promesa de estímulos fiscales, el gasto en infraestructuras y el recorte de la regulación, lo que reduce costos y mejora el margen de beneficio de las empresas.
La escalada poselectoral continúa en Wall Street, como si los inversores hubieran perdido de golpe el miedo que durante los últimos dos años puso un sobrero a los índices de referencia del parqué. La volatilidad se esfumó y dio paso a un equilibrio más normal. ¿Pero este repentino cambio psicológico es realmente el efecto del Trumponomics o reflejo de que la economía de Estados Unidos va mejor?
Los analistas de RidgeWorth lo explican de la siguiente manera. Las semanas previas a las elecciones dominó la tensión, porque se esperaba un recuento de votos muy reñido. Ese elemento de riesgo se disipó antes de la apertura del mercado el 8 de noviembre. En ese momento entraron en juegos dos elementos. Por un lado, se constató que las condiciones económicas mejoran y eso llevará al alza de tipos de interés.
El consumo, como refleja el dato de crecimiento del tercer trimestre, ganó fuerza y la confianza está en máximos de ocho años. Eso, en principio, se traduce en mejores resultados para las empresas. A la mejor coyuntura se le suma, por otro lado, la promesa de estímulos fiscales, el gasto en infraestructuras y el recorte de la regulación con Donald Trump, lo que reduce costos y mejora el margen de beneficio.
Estos dos factores crearon una rotación en las inversiones que favoreció a los valores financieros, energéticos, transporte, materiales e industriales. Son los que tomaron las riendas del parqué durante las últimas cuatro semanas. En el caso de los bancos, el incremento en noviembre fue del 13%. Este giro hacia los valores tradicionalmente más defensivos afectó a las firmas tecnológicas.
El Dow Jones, el S&P 500, el Nasdaq y el Russell 2000 están en máximos. Sorprendió la intensidad con la que los inversores sacaran el dinero de la renta fija para meterlo en la variable. El tipo del bono a 10 años está al 2,4%. El oro dejó de ser puerto refugio, lo que provocó una caída del 8% en noviembre, mientras que el cobre se apreció un 20% por la expectativa de que habrá más inversiones.
El dólar, entre tanto, se apreció respecto a la cesta de divisas hasta el máximo de 14 años y el petróleo puso también de su parte al apreciarse el miércoles casi un 10% tras el acuerdo del cártel de la OPEP para recortar la producción. La economía de Estados Unidos, además, está mostrando más vigor en la recuperación cuando se compara con las otras potencias avanzadas y emergentes.
Complementar a la Fed
Lo cierto es que los analistas están teniendo dificultad al poner nombre a está euforia, porque la realidad es que hay temores latentes sobre lo que significa la presidencia de Trump. BlackRock y Standard Bank hablan de que la victoria del republicano desató el “instinto animal” de los inversores, un término acuñado por John Maynard para explicar la urgencia por pasar a la acción.
Las empresas y los inversores llevan tiempo pidiendo estos estímulos fiscales que promete el magnate para completar el trabajo de la Fed. De hecho, no hay fe hacia los instrumentos que tienen los bancos centrales para superar el estancamiento que sufre la economía global. Como indican desde Wells Fargo, la esperanza es que el nuevo líder inyecte una dosis de gasto que rompa esta tendencia.
Aunque el Dow Jones superó el nivel de los 19.000 puntos y le bastaría con subir un 5% para alcanzar los 20.000 puntos, lo cierto es que los movimientos están siendo muy cortos en el parqué. El máximo actual, de hecho, no está tan lejos del récord previo que se marcó en agosto. Los índices están esencialmente al nivel en el que se vio entre mediados de julio y comienzos de octubre.
Lo complicado, señalan desde UBS, es entender cómo van a lograr conectar las diferentes propuestas. “Es pronto para saber qué políticas podrán realmente sacar adelante”, añaden desde Fiduciary Trust. “El recorte de impuestos es fácil de vender”, opinan en RidgeWood, pero hay otras cosas en juego que son más complicadas. Todo está construido sobre las expectativas de algo que aún debe concretarse.
Un respiro
Los gestores de cartera de BlackRock creen por eso que los mercados necesitan darse un respiro para digerir las ganancias más recientes. Se fijan en concreto en la escalda del Russell 2000, que integra a las compañías cotizadas de pequeño tamaño. Subió un 12% desde las elecciones, porque en estos valores no están tan expuestos a los efectos de la apreciación del dólar como las multinacionales.
La historia dice, además, que el primer año del nuevo presidente no suele ser bueno para los mercados. El S&P 500 suele perder un 2,7% tras la victoria de los republicanos. El mercado, además, está caro y eso hace pensar si realmente vale la pena pagar el precio. Pero como señalan desde el American Enterprise Institute, “los días de la austeridad y de los recortes acabaron con Trump en el partido republicano”.
Esta masa de estímulos, según JPMorgan, significa que la inflación puede subir rápido y llevar a un recalentamiento de la economía. La Fed, además, suele reaccionar tarde y esta reacción en los bonos, el dólar y las acciones le plantea un dilema. Por eso consideran que hay un claro motivo para ir con cuidado. O dicho de otra manera, más tiempo estén las cosas bajo control, más durará la subida en los mercados.
El gran asterisco
Aunque los inversores no parecen muy preocupados, también da la impresión de que no se está poniendo precio a la posible adopción de políticas proteccionistas. Trump defendió elevar los aranceles para los productos importados, de renegociar acuerdos comerciales y de abandonar pactos que considera dañinos para el empleo. Un conflicto, advierte BlackRock, es un riesgo claro para la renta variable.
Es el gran asterisco en esta especie de pasión por el Trumponomics. Como señalan desde Wells Fargo, “los recortes fiscales y el incremento del gasto pueden estimular el crecimiento, pero las tarifas y las restricciones en inmigración pueden frenar también el crecimiento”. Por eso, a diferencia de otros bancos, evita elevar sus previsiones para EE UU. El margen que tiene Trump, añaden, es muy pequeño.
Goldman Sachs describe la situación como una batalla en el primer año de presidencia del republicano entre la “esperanza” de hacer «América grande otra vez», el eslogan de su campaña, y el “miedo” de que sus políticas acabarán generando más daño. La competencia entre esas dos visiones, añade, determinará hasta dónde llegarán los animal spirits.
Fuente: elpais.com
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