Una de las grandes transformaciones que tuve en mi vida la cometí hace 16 años, cuando decidí emprender vuelo a Estados Unidos de América, con mi hijo Andrés de ocho años. Recuerdo que, la muerte de mi mamá Bertha, me llevó a salir, por así decirlo, de mi zona de confort que representaba mi Isla. En ese momento sentí que Margarita se me hizo más pequeña. Que mi pueblo ya no sería lo mismo porque, aunque estuvieran mis hermanas, ella era mi anclaje.
Entonces, tome el control de mi destino, puesto que solo quien lo hace es dueño de él y nadie más lo va a ser por ti. Comencé a liderar mi vida como seguro lo hicieron ustedes cuando les tocó abandonar sus respectivos países o cambiar de ciudad y se encontraron con lo desconocido. Empezaron a aprender. De eso se trata el destino, de nuestro cúmulo de aprendizajes.
Como tenía que sobrevivir, “me despoje” del título de comunicadora social. A mis hermanas les costó entender que, en ese momento, no ejercería mi carrera y que el destino me llevó a compartir con cientos de personas en un gigantesco salón de la compañía Directv y aprender el oficio de vender por teléfono. Ellas no comprendían que yo no renunciaba a mi profesión, solo le daba una pausa para aprender otra ocupación.
Es que si queremos una transformación en nuestra vida, incluyendo la interna, no lo lograremos por arte de magia y si no actuamos. Es algo tan sencillo como cuando decides emprender un proyecto, realizar un curso, o hacerte un look diferente.
Si realmente quieres hacer ese cambio que transformará tu vida, no te quedes pensando en qué o como lo harás o peor aún procrastinando (evadiendo o postergando) como dicen muchos coaches y no tomas medidas por el miedo a equivocarte o a no poder con eso, pero ¿cómo saberlo si ni siquiera hacemos el intento? No sé si ustedes, pero prefiero vivir con “lo intenté, aunque no se dio” que quedarme “viendo llover en Macondo”. Pasando a la acción podrás lograr lo que te propones en tu vida. Si no hubiese tomado la decisión de emigrar, seguro que ustedes, por ejemplo, no estarían leyendo este relato.
Transformación sin acción es inercia, incluso en nuestro libro por excelencia La Biblia, al que siempre referimos, dice en Santiago 4:17 que: “El pecado, pues está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace” y Lucas 11:9 refiere: “Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y os será abierto”. En pocas palabras, si una persona necesita algo de alguien que se encuentra detrás de una puerta, lo más natural es tocar, y seguir insistiendo hasta ser atendido. Del mismo modo, un creyente debe orar en fe por la provisión de Dios y ser persistente en la oración.
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