Trascurrimos no de manera lineal, siempre desplazándonos en un laberinto, a veces visible, a veces invisible, a veces sin darnos cuenta avanzamos, a veces al no hacernos cargo, en algún momento, el pasado se hace presente para iluminar o para restringir. Aparecen los preocupantes y los poderosos que son aquellos que se ocultaron, que no se pudieron compartir y quedaron tapiados, censurados y supuestamente superados, escondidos en el tiempo, ocultos bajo los escombros del ayer, en el rincón más oscuro y desconocido de la mente. Hasta que de pronto una noche, irrumpen en los sueños, y emergen de un sólo golpe, sin comprender qué es lo que pasa. Lentamente se van reconociendo las imágenes, los rostros, vuelven a aparecer los sonidos y los gritos, todo sigue igual allí, no hemos saldado la cuenta con el pasado.
Trabajando el laberinto
Nuestros ojos sostuvieron la mirada a larga distancia
intentando no enfocarse con lo que estaba debajo de nuestras narices.
Cuanto más penetramos en el territorio, menos
podríamos entender la rima y la sinrazón de todo.
La conjetura desconcertada era todo lo que nos quedaba … todos esos rosarios …
cofres … antiguas cartas de amor … sombreros de paja …crucifijos …
Al final, no fuimos acogidos lo suficiente
para hacer la pregunta real, a pesar de haber cavado, cavado,
es posible que hayamos leído alguna pista en braille equivocado.
No es lo que ella pensó que podría encontrar, o temía que pudiera enfrentar
cuando ella luchó para abrir la puerta de entrada renuente.
No es lo que ella vio cada vez que el primer rayo de luz diurna
atravesó sus tesoros caídos, pero dónde estaba
la clave, y donde la pequeña ventana sesgada,
en esa habitación más interna que nunca se llenaría.
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