Tolerancia: ¿es una práctica en el seno de nuestra familia? | La Nota Latina

Tolerancia: ¿es una práctica en el seno de nuestra familia?

Existe un refrán popular que dice “luz de la calle y oscuridad de la casa”. El mismo apunta a las actitudes o características opuestas que reflejamos cuando estamos con extraños, a diferencia de la que reflejamos con nuestros familiares. Como tal, vale para casi cada característica de personalidad, sin embargo, una en la que considero se hace más evidente este refrán es en el ejercicio de la tolerancia.

Entendemos por tolerancia, el nivel de aceptación a posturas contrarias a la nuestra. Básicamente se expresa mayormente ante posturas éticas o valores que pueden no compartirse y hasta anteponerse a los nuestros y la actitud que adoptamos ante ellos.

Con mucha frecuencia podemos ser reprochados como padres, porque entendemos y aceptamos en otros, aspectos que no aceptamos al interior de nuestras familias, especialmente con nuestros hijos. Se nos puede reprochar el ser aceptantes y respetuosos cuando se trata de otros, sin embargo, al experimentar alguna situación contraria a nuestras creencias o principios, al interior de la familia, podemos cambiar radicalmente, rechazándolas.

¿Cómo estimular la tolerancia en nuestros hogares?

Si bien es cierto, dentro de la familia esperamos que se den un conjunto de prácticas comunes, conforme a normas y pautas definidas, ¿qué sucede cuando esto no ocurre? ¿Cómo reaccionamos cuando éstas no se cumplen? ¿Cuál es nuestra actitud como padres cuando nuestros hijos no cumplen nuestras expectativas? ¿Qué tan aceptantes somos de las posturas diferentes a las nuestras?

Tolerancia: ¿es una práctica en el seno de nuestra familia?
El primer obstáculo que debemos superar es el desagrado inicial que genera encontrarnos una postura diferente.

Por supuesto, existen niveles de tolerancia. Estas van a depender del aspecto o valor que está en juego. Desde cuestiones menores como gustos, preferencias y características en aspectos no tan trascendentales de la vida, hasta aquellas que definen el fundamento ético y moral de las personas. El ejercicio de tolerancia será mas sencillo en la medida que la diferencia no sea tan pronunciada y esencial, como para acercarse al aspecto opuesto al que nosotros practicamos.

El primer obstáculo que debemos superar es el desagrado inicial que genera encontrarnos una postura diferente. Entendamos por qué ocurre, pero impidamos que guíe nuestras acciones. Si estamos muy ofuscados, es preferible dejar para un momento de menor tensión emocional el manejo de la situación.

En segundo lugar, evitemos la emisión de un juicio de valor apresurado y de tipo condenatorio por la postura contraria y por la persona que la ostenta. Se hace indispensable el encontrar espacios para la comunicación. Es importante entender qué supuestos soportan la elección de tal postura. Escuchar y entender no significan estar de acuerdo o aceptar, aunque sí, un ejercicio de respeto. Significa la posibilidad de escuchar a la otra parte y hasta poder abrir una revisión de la situación donde se pudiese contra argumentar.

En tercer lugar, debe darse la evaluación de cuán discrepante u opuesto a nuestra escala de valores o principios, es la postura del otro. En función de ello, podría determinarse la continuidad de la convivencia y las posibles vías para hacerlo. Por supuesto, siempre quedará a nuestra decisión qué hacemos o cómo convivimos con tal diferencia, en el caso que la convivencia pueda ser posible.

En ningún momento se piensa que la práctica de la tolerancia sea fácil. Es importante que iniciemos desde el afrontamiento de las diferencias más sencillas, para de esta manera poseer la experiencia para cuando se presenten aquellas de mayor trascendencia. Sin embargo, es una práctica indispensable para la convivencia familiar armónica, donde sin duda, mucha tolerancia debemos poner en práctica.

 

Cristina Paz
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