El año pasado impartí una charla motivacional en la que instaba a las personas a emprender, a soñar, a creer en sí mismas y convirtieran en oportunidades las dificultades por las que estábamos atravesando. El grupo en su mayoría era joven, entre adolescentes y adultos jóvenes, sin embargo, al finalizar la charla, la mamá de una de las compañeras que dictaba una extraordinaria charla de nutrición se me acercó sintiéndose feliz, porque en unas pocas horas sintió una energía renovada. Me dijo: “Es cierto, no podemos dejar de soñar, de creer que es posible alcanzar los sueños y como tú dices, no importa la edad que se tenga, me siento feliz”, concluyó su conversación y me dio un abrazo de esos que te confortan el alma.
Pasado un tiempo, he comenzado a dar clases de yoga a un club de abuelas que se llama “Plenitud de Vida”. No tienen idea de lo increíbles que son y lo mucho que he podido aprender de ellas y una de las cosas que me ha quedado como experiencia, es que la motivación, el deseo de volar y la esperanza de vivir y hacer cosas nuevas nada tiene que ver con la edad cronológica, si no con las ganas que se tienen de experimentar la alegría de la vida.
En un país como Venezuela, en el que muchos pierden las ilusiones, por los niveles de inflación, la crisis económica, la falta de insumos, y muchas otras dificultades, sólo con ver un poco las noticias lo pueden constatar, estas señoras divinas EMPRENDEN, SUEÑAN APRENDEN Y CREAN OPORTUNIDADES. Si, así como lo leen, ellas hacen cursos de aquellas cosas que muchas veces quisieron hacer, pero que por otras obligaciones no habían podido, y no solo eso, es que aprenden, aprenden bien y son capaces de enseñarse entre sí a hacer, tanto así que forman sus grupos y ya las instituciones financieras las consideran para otorgarles créditos, porque son capaces de hacer proyectos productivos.
Esto me ha llevado a seguir profesando que el ser humano deja de soñar cuando quiere y no cuando suma años a su calendario, que nunca dejamos de ser productivos, si no cuando en la mente nos sentimos acabados, que la edad nada tiene que ver con la capacidad de trabajo y la dedicación, mucho menos con la alegría de estar vivos.
Continuamente este grupo de edad sabia, me nutre y me motiva a seguir adelante, también a crecer y luchar por las cosas que quiero, me confortan el alma y me hacen ver que si se puede, que es posible si en tu corazón entiendes que lo es y actúas de buena fe. Hoy quise hacerles un homenaje y compartir con mis lectores un poco de la alegría con la que ellas me contagian y , de alguna manera, contagiarlos a ustedes para que alcen como ellas el vuelo, tengan fe en sus ideas y proyectos, concreten aquello que siempre quisieron pero que, quizás, por otras obligaciones no habían podido hacer. El momento es ¡AHORA!
Bendiciones para todos y que aquello que en sus corazones esté fluya con la energía del cosmos, se alinee y se materialice en el aquí y el ahora.
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