El domingo 18 de febrero, murió Norma McCorvey, la mujer detrás del seudónimo “Jane Roe” sobre quien se produjo la despenalización del aborto en los Estados Unidos, por medio de la histórica y controvertida decisión de la Corte Suprema de Justicia conocida como Roe v. Wade el 22 de febrero de 1973.
Antes de leer sobre el caso en profundidad, siempre pensé que Norma McCorvey se había practicado un aborto en algún momento de su vida. Sin embargo, nunca lo hizo. Por el contrario, dio a luz a tres hijos: su primera hija Melissa–la cual fue adoptada por su abuela materna en contra de su voluntad–y dos bebés desconocidos los cuales dio en adopción.
Nacida en medio de la pobreza y violencia intrafamiliar, McCorvey vivió una juventud de alcohol, drogas e incidentes con la ley. Embarazada por tercera vez a los 21 años en 1969, la joven fue referida a las abogadas Linda Coffee y Sarah Weddington, quienes buscaban mujeres que quisieran demandar al estado de Texas para lograr el derecho de practicarse un aborto a voluntad.
«Más de 20 años después del fallo judicial de la Corte Suprema de Estados Unidos, Norma McCorvey irónicamenmte cambió su posición frente al aborto, publicó varios libros y dedicó el resto de su vida a grupos activistas pro-vida».
Luego de leer sobre el caso estadounidense, me entró la curiosidad de leer la más reciente legislación sobre el aborto en Colombia y encontré el doloroso caso de Martha Sulay González.
En 2005, esta pereirana madre de tres hijas, resultó embarazada por cuarta vez aunque ya se había practicado una ligadura de trompas. Durante un chequeo rutinario en las primeras semanas del embarazo, le hallaron cáncer de cuello uterino.
Sin importar que este tipo de cancer tenía un tratamiento viable, la ley colombiana en su momento, prohibía suministrar quimioterapia y radioterapia a las mujeres en estado de embarazo.
«Martha Sulay González vio nacer a su cuarta hija pero continuó su batalla legal. El 10 de mayo de 2006, la Corte Constitucional de Colombia dio la sentencia que reformó el código penal, permitiendo el aborto en tres situaciones específicas: malformación del feto, embarazo producto de una violación, o cuando peligra la vida de la madre».
Lo cruel de esta victoria legal fue que la pena de muerte ya había sido impartida. La enfermedad causó metástasis en otros órganos y Martha Sulay murió el 11 de julio de 2007, dejando cuatro hijas huérfanas a los 37 años.
Estas dos mujeres, extremos opuestos en el espectro de la maternidad, deseaban lo mismo: abortar el bebé en su vientre. Norma McCorvey, porque era una mujer impedida moral y emocionalmente para ser madre y Martha Sulay González, porque estaba sacrificando, literalmente, su vida.
Luego de luchar por un año contra mi infertilidad, vi latir el corazón de mi bebé por primera vez en la pantalla de la ecografia a escasas seis semanas de gestación. Por esta razón y por haber vivido una maternidad sana y feliz, veo el aborto como una aberración.
«Aún así, no puedo juzgar. El aborto, sea cual sea la razón, es el derecho de una mujer a escoger la vida que quiere vivir, con todas las consecuencias que su decisión acarrea por el resto de sus días. Esa sentencia es más que suficiente».
El aborto genera posiciones definitivas por parte de los grupos pro-vida y los feministas pro-elección, convirtiendo este tema en un punto central de campañas y agendas políticas. Aunque la legislación puede delimitar los excesos del aborto, la tarea empieza en casa. Debemos educar y proteger a las nuevas generaciones para que nunca tengan que tomar esa cruel decisión.
Gracias por leer y compartir.
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