Como una especie de adicción creada desde el desconocido mundo del inconsciente, los cineastas han sido capaces de reflejarnos con historias trágicas, maravillosas y, a su vez, reales; esas que nos hacen pensar y decir ¿esa protagonista tan dramátic@ soy yo?
Hace unas semanas tuve la oportunidad de escapar de la rutina laboral e ir a disfrutar de una de las promesas de este año en materia cinematográfica. Junto a Queen Piaf – esa efervescente e incomparable amiga – me dispuse a disfrutar de La Ciudad de las estrellas La La Land, esa producción americana que dejó por sentado los avances -en materia sentimental- que tiene nuestra sociedad.
El formato musical estadounidense fue el marco perfecto para recrear la historia de amor de dos personas con caminos y vidas diferentes; los protagonistas son Ryan Gosling como un pianista de jazz que se enamora de una aspirante a actriz, Emma Stone, en Los Ángeles. Su trama es clara y sin mayor adorno: ¿qué es más importante, realizarme como profesional y seguir mis sueños o abandonar mis sueños y seguir los tuyos?
Muy contrario a lo que muchos pensamos al comenzar a verla, el desenlace es que cada uno decide seguir sus sueños, su vida y ser feliz en el camino que escogieron, disfrutando de la dicha de haber conocido el amor verdadero alguna vez en su vida. (Lamento si no la has visto, pero a estas fechas ya salió de cartelera y me imagino que algún colega te contó el final en una noche de vinos).
La película, continúo, se convirtió en la más premiada de la historia de los Globos de Oro y ha sido nominada a 14 Premios Oscar, convirtiéndose en la película con más candidaturas al Oscar junto con Titanic. Y aquí me detengo…
Si tú saltas, yo salto
El mundo entero se volcó a la historia del trasatlántico que naufragó en el mar y con ella a la historia de “amor” de dos pasajeros que decidieron morir juntos antes que luchar cada uno y vencer las adversidades, aún cuando todo indicaba que no podrían.
Si bien es cierto que al final la protagonista de Titanic se salva, no podemos obviar que ella decide morir junto a su gran amor. Y esto me lleva a preguntarme: ¿es amor el sacrificar tu vida, tus sueños, tus deseos y metas por otra persona? La verdad que a mis 33 años no sabría decir si este tipo de historias nos hacen creer en los cuentos de hadas y el final feliz, o por el contrario nos sumergen en un mar de tonterías y egoísmo para con nosotros mismos que al final termina con un “no seré feliz, pero tengo marido”.
Sin duda alguna las diversas lecturas del amor están sujetas a las experiencias de cada persona y a los conceptos que la sociedad – sí, esa dama omnisciente responsable de todo – nos hace creer y digerir de una manera casi autómata.
Si echamos un ojo a ambas producciones vemos que en 17 años hemos aprendido la gran premisa de Walter Risso, “amar con desapego”; a entender que el amor y las relaciones prósperas van un poco más allá de morir en el intento o desvivirse por no naufragar en un océano que ofrece más posibilidades debajo de él que encima.
Un amor y dos historias = desapego
Uno de los pilares del budismo es la ley del desapego, que invita a renunciar a nuestro apego a las cosas, no significa que renunciemos a nuestras metas, sino más bien al interés por el resultado. A primera vista, puede parecer una tontería o un cambio insustancial pero en realidad, se trata de una transformación global en nuestra forma de comprender el mundo y en nuestra manera de vivir.
Y es que aquí radica el grave problema de las relaciones infructuosas de esta era, o por lo menos fue el grave problema de mi penúltima relación. El no entender que hagas lo que hagas debes sentirte libre, en paz y no decidir viajar o volar para que la otra persona vea que no le temes a los aviones, sino hacerlo desde la intención de disfrutar de los cielos y los nuevos destinos.
El mejor ejemplo de ese llamado desapego lo descubrí almorzando con dos amigas, quienes coincidieron en que una de las mejores películas de amor que habían visto era 50 First Dates, Como si fuera la primera vez; en Hispanoamérica, o 50 primeras citas, en España. Fue increíble como los tres aplaudimos los esfuerzos del protagonista por recordarle a su esposa que eran felices y ella, incrédula por una enfermedad neurológica, le creía y cada día, sin importar el resultado.
No tuvieron que decidir morir de amor, ni ahogarse, ni prometerse aventuras inimaginables como nos planteó James Cameron en el año 1997, pero tampoco decidir obviar nuestro gran amor por vivir la realización profesional como lo hacen Ryan Gosling y Emma Watson; evidentemente, se trata de nivelar y entender que el amor y la estabilidad emocional van más allá de sufrimientos o sonrisas de Mona Lisa. Es aprender a ser feliz y decidir sobre el camino correcto sin apegarnos a los resultados que puedan traer nuestras acciones.
Los invito – y me apunto en ese viaje – a entender cómo lo define el budismo: que el apego a lo terrenal son símbolos provisionales, que vienen y van, por ende, perseguir a esos símbolos o esos sentimientos equivale a afanarse por atesorar el mapa, pero no implica disfrutar del territorio descubierto.
Recuerda que: “Todas las cosas a las que te apegas, y sin las que estás convencido que no puedes ser feliz, son simplemente tus motivos de angustia. Lo que te hace feliz no es la situación que te rodea, sino los pensamientos que hay en tu mente…”. Ley del Budismo Tibetano.
De ser así… estamos en vías a entender que simplemente hay que disfrutar del camino, sin ver los resultados, pero siempre con la convicción de que seremos felices si actuamos con la entereza de sentirnos bien con nosotros mismos.
Sería como hacer una fusión entre la letra de The Beach Boys, Wouldn’t it be nice, con algo de City of the Stars (soundtrack de La La Land) y olvidar un poco el corazón desgarrado de Celine Dion… Sería algo así como: “Wouldn’t it be nice if we were older… Then we wouldn’t have to wait so long… City of stars. Just one thing everybody wants, there in the bars and through the smokescreen of the crowded restaurants… It’s love”.
Twitter: @tadebravo
Instagram: jtadeobravo
- Amor en tiempos de Coronavirus - marzo 23, 2020
- Soltero a los 33: la confianza de saber que llegará - abril 17, 2017
- Soltero a los 33: lo que no quiero, por encima de lo que quiero (IV) - abril 4, 2017
Amar libremente, o decidir no solo a quién sino QUÉ amar. Para alguien puede ser su profesión, para otros su libertad, para muchos es esa persona que lo complementa, cada quien tiene su representación del amor o del amar. Que suerte que el cine nos las plasme todas 🙂