Hoy quiero comentarles de un fenómeno que, aunque se presenta como «honestidad», muchas veces termina siendo más dañino que útil. Me refiero al famoso sincericidio, esa necesidad de decir «la verdad» sin filtro, olvidando el impacto que puede tener en la persona que la recibe.
Hace unos días, una amiga escritora me compartió una vivencia que me dejó reflexionando. Otra escritora, con más experiencia en el ámbito literario, le hizo una crítica sobre su libro de una forma que, lejos de ser constructiva, fue despectiva. Le señaló errores ortográficos con un tono no adecuado. Sacó su lengua alegremente de paseo sin la menor consideración.
A veces, en nuestro afán de «corregir», olvidamos que detrás de las palabras hay una persona que ha puesto su corazón y esfuerzo en lo que hace. Lo que podría haberse dicho con empatía y ánimo de mejora, terminó siendo una herida innecesaria para mi amiga.
Esto me recuerda otro caso: una amiga diseñadora que presentó su trabajo a un grupo de colegas. Uno de ellos, en lugar de ofrecer sugerencias útiles, se dedicó a señalar los errores con una actitud poco amable, dejando a mi amiga desmotivada. Cuando le pregunté por qué había actuado así, me respondió:
—Es mi forma de ayudar; prefiero ser directo.
¿Pero realmente la favorecía? ¿O simplemente estaba validando su propio ego a costa de los sentimientos del otro?
La crítica, si no se ofrece con empatía y respeto, se convierte en un acto egoísta más que en un gesto de ayuda, puesto que no es lo que decimos, sino cómo lo expresamos, lo que marca la diferencia entre construir y destruir.
¿Cómo dar una opinión sin caer en el sincericidio? Para ofrecer una crítica constructiva, es fundamental evaluar tus intenciones y asegurarte de que estás corrigiendo para ayudar, no para demostrar superioridad. Usa la empatía como guía, preguntándote cómo te sentirías al recibir ese comentario, y respeta siempre el esfuerzo del otro, recordando que cada proyecto implica tiempo, dedicación y emociones. Además, señala errores, pero acompáñalos de soluciones o alternativas, ya que esto enriquece más que simplemente destacar fallos.
La próxima vez que sientas la necesidad de «decir la verdad», pregúntate: ¿estoy practicando sinceridad o sincericidio? Una crítica puede ser una herramienta valiosa, pero siempre debe venir acompañada de gracia, respeto y empatía.
En la Biblia, ese libro al que siempre volvemos encontramos este versículo: «Que nuestras palabras estén siempre llenas de gracia y buen juicio, para que edifiquen y motiven a quienes las reciben». Colosenses 4:6, porque la verdadera sabiduría no solo está en corregir, sino en hacerlo de una manera que inspire, construya y motive.
Gracias, gracias, gracias por leerme, compartir nuestros relatos y publicitarse con nosotras. Recuerden que aquí estamos para redactarles una nota de presentación, la entrevista que les ayudara a potenciar sus marcas, llevarles sus redes sociales desde cero o escribirles su historia y convertirla en un libro.
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