Ser deseados: El eslabón para ser felices | La Nota Latina

Ser deseados: El eslabón para ser felices

 

“To be unwanted is not to be unworthy, is not to be worthless. Because unwanted, the unborn child does not deserve death.”

― Paul Marx, The Death Peddlers War on the Unborn

 

Hoy escribo porque quiero reflexionar con ustedes acerca de no ser deseados.  Todos lo hemos sido en algún momento de nuestras vidas.  Te invito a pensar en eso, sin juzgarnos, sin leyes de por medio y sin conclusiones elegantes y elaboradas.  Así que si te has sentado a leer este artículo con la esperanza de quedarte con certezas, estás a tiempo de pasar de página.  Si acaso te quedas para que pensemos juntos, nos propongo una hipótesis de trabajo:

En el comienzo, si no hay amor, no hay supervivencia

Pero…  ¿Cuándo hay comienzo?  ¿Qué es el amor?  ¿Sobrevivir a qué?

En los paneos ella luce hermosa y posa para la cámara.  Las novias viven un momento mágico el día de su boda y por eso hay muchas fotos que se les toman de manera individual.  ¿La diferencia en este caso?  Nadie va a venir a su encuentro.  Ni ella irá al suyo.  No la dejaron plantada en el altar, no imagina que se casa mientras se envuelve en una sábana blanca.  Sin más amor que por ella misma, se propone hacer sobrevivir su propio deseo, toma una decisión fuerte y se casa, sola.

En Japón, el 50% de los jóvenes menores de 30 años no han tenido nunca sexo ni una relación de pareja.  En este contexto algunas mujeres deciden realizar una boda sin partenaire porque consideran que las chances de encontrar a alguien con quien compartir su vida son muy difíciles y no quieren renunciar por ello a la experiencia de verse en el centro de la escena con una situación tan especial.  Entrevistada para el documental nuestra muchacha dice ser feliz.

Según el Profesor Jeffrey Sachs de la Universidad de Columbia se puede pensar la felicidad en términos del nivel de satisfacción que uno tiene con cómo marcha la propia vida.  Inevitablemente, esto hace que nos comparemos con nuestros semejantes.  Y si el césped es más verde en el jardín de al lado, eso me posicionará más lejos – o con suerte, más cerca- del standard y desde allí evaluaré cuán contento estoy con mi camino.   Vivimos en una Sociedad con un bajo umbral de tolerancia a la frustración y hay cierta tendencia a aniquilar al otro para evitar el sufrimiento de sentirme en desventaja.  Si, aniquilación.

Las comparaciones son odiosas, lo sabemos.   Entre otras cosas porque se hacen sobre cuestiones de público conocimiento, pilares impuestos socialmente para sostener una fake reality de aquello que no se si deseo, pero que soy consciente que carezco y por tanto debo obtener imperiosamente.  La ansiedad que ello genera, la incertidumbre, la presión de la gente a mí alrededor pidiendo que se haga en determinado tiempo y de determinada manera, se torna insoportables.

Ser deseados:Decisiones

Sin embargo, esas decisiones importantes de nuestra vida son siempre en condiciones particulares muy de cada uno, y nada de lo que decidamos puede compararse con ninguna otra historia que nos puedan contar.  Miles de historias, miles de dolores.

*En Buenos Aires, una pareja se separa porque él no sabe si quiere ser padre.  Seis meses después admite que lo será con otra mujer, por error.  ¿Cuál considera que es el error?

*En Edimburgo, una mujer consulta angustiada porque un embarazo no planeado la perjudica en lo que si planeó: seguir siendo el objeto de deseo con su cuerpo perfecto.  Y en las dos citas que pautó demanda mi sentencia como paciente: ¿Debe abortar o no?

*En Málaga un hombre abandona a su esposa, el amor de su vida, porque ella le confirma no querer tener hijos.  ¿Lo sabía y creyó que cambiaría de opinón?

*En Sydney, una pareja cuida diariamente a un sobrinito mientras se sonríen y se preguntan  si es momento de dar el paso.  Dos semanas después se suben a una van acondicionada para recorrer el continente durante meses. ¿Qué sucederá al volver?

*En Florida, él le confiesa que es padre de un niño al que nunca vio y a ella deja de atraerle como antes.  ¿Qué la desentendió de esa química inicial?

*En Copenhague, ella sale con un hombre casado hace un ano y le genera mucha curiosidad que él no hable nunca de sus dos hijos. ¿Debería preguntarle por ellos?

*En Asunción, entre lágrimas él balbucea que su madre le cuenta una y otra vez que ella quería abortarlo pero que su padre insistió para continuar con la gestación.  ¿Por qué este hijo no  detiene a esta madre en su relato?

*En Ámsterdam un padre me confiesa en sesión que su hijo ha sido una estafa para él.  ¿Cuál es la cuenta que le da el saldo negativo?

Puedo asegurarles que si bien son sólo algunos recortes de mi labor como psicóloga, los relatos que no incluyo aquí también desembocan en caminos similares, aunque todos atravesados por diferentes singularidades.

Pareciera que a medida que vamos adentrándonos en la adultez ¿profunda?, aquellos cuestionamientos sinceros tienen que ver con nuestra descendencia.  No sólo la presencia o ausencia de hijos en nuestra vida, sino también de nosotros como hijos de nuestros padres.  Todos queremos ser importantes para alguien y todos queremos hacer las cosas bien, pero no siempre tenemos éxito.  Aun así queremos que nos quieran.

Aunque esta sociedad digital plagada de posibilidades avanza y atraviesa todos los aspectos de nuestras vidas, para lo importante no hay inteligencia artificial capaz de resolver lo que duele y entonces siempre se vuelve a nuestro origen, a lo más sagrado que tenemos: nuestros deseos.   Entre ellos el deseo profundo de ser amados y trascender.   Sin embargo todas las brevísimas historias arriba mencionadas flirtean con la idea de no ser importantes para quienes queremos y como consecuencia transformarnos en cierto efecto colateral para esas personas claves de nuestro entorno, aquellos que se suponía debían amarnos.  Respiremos profundamente y pensemos ¿Qué sucede cuando nuestros planes de vida no culminan en nosotros  mismos y quedan dependiendo de las palabras -o lo que es peor, del silencio- del otro? ¿Qué vibra en nuestro interior al no ser deseados?

Creo que eso nos cruje por dentro como hoja seca y nos mata un poco.

El Aborto

El aborto es deseado o no deseado.  Es la condena para algunos y la liberación para otros.  Hay abortos planeados, espontáneos, inesperados, imperceptibles, traumáticos, en soledad, en silencio, como amenaza, como resolución, desgarradores, autocuestionados, con alivio, individuales y colectivos.   Cada decision de abortar es un mundo.

Hace algunas semanas una paciente Latinoamericana instalada en Corea del Sur me hablaba con ilusión de su primer trimester de embarazo, aunque ansiosa por la próxima consulta: si bien el sexo de su bebé iba a ser evidente para entonces, no iba a poder escucharlo de manera directa de su obstetra.  Un poco confundida por sus dichos, corrí a leer acerca del tema al terminar nuestro encuentro.

En Corea del Sur hay una ley dictada en 1988 que prohíbe a los médicos informar el sexo del feto oficialmente y frente a una consulta insinúan, buscan el guiño pero no pueden concluirlo.   Esto se debe a que antiguamente las familias ejecutaban un aborto selectivamente si el tan deseado y funcional hijo varón era en cambio una nena.   ¿El motivo?  La tradición indicaba que el varón era quien prolongaba el linaje de la familia, mientras que la mujer dejaba de considerarse parte de la familia una vez que se casaba. Desde 1990 en adelante y con la educación y desarrollo laboral del género femenino en dicho país, las tasas de Nacimiento de ambos sexos se han logrado estabilizar.

Dato curioso que resignifica aún más esta visión: en el mismo país se considera que el bebé tiene un año más de vida al nacer porque se contabiliza desde el embarazo.

Si no hay aborto, ¿Hay vida para ambos?

De acuerdo a la APA (American Psychological association) los niños nacidos de un embarazo no deseado presentan una tendencia a involucrarse en conductas delictivas, dependencia del sector público y/o a presentar matrimonios inestables.

Las mujeres que han deseado realizar un aborto pero no han podido llevarlo a cabo tienen tendencia a  experimentar ansiedad, baja autoestima e insatisafacción en su vida y colabora con una tendencia a elegir relaciones violentas en la cuales ellas y esos hijos están en peligro.

Es una experiencia de vida sin retorno.  No somos madres porque no queremos o porque no podemos, pero tampoco somos quienes éramos antes de ello, ni después.  Tenemos que adaptarnos a una nueva version de nosotros y creo que todos los que lo han atravesado son eccedentesiastas:  ocultan su dolor y su miseria detrás de una sonrisa.  Esa sonrisa es el símbolo del esfuerzo por continuar y debemos ofrendar nuestro profundo respeto por ello, independientemente de lo que pensemos.

Carezco de objetividad absoluta porque antes que psicóloga soy mujer y refrenada en la posibilidad de ser madre, pero entiendo que mi obstáculo no es confrontado por el poder de decidir que tienen otros: sean mujeres solteras, familias nucleares o ensambladas.  Lo que hace mi vecino no me deriva de mi maternidad.  Mi deseo es en todo caso entorpecido por mí misma, porque decidí no ir por alternativas que mitigaran una ausencia que me haría eco el resto de mi vida.  El otro no es responsable por mí y yo no tengo más derecho o más razón que él.

La supervivencia de esta Sociedad dependerá de desafiar la propia y muy pequeña concepción individual como la correcta, alejada de la cooperación y compasión común.

Por el contrario creo genuinamente en la sabiduría colectiva y trabajar en conjunto para la aceptación de nuevos paradigmas.  La empatía entre nosotros puede ser una forma de amor que nos ayude a marcar una diferencia como sociedad en la que nuestras gamas de maneras de ser y elegir puedan sobrevivir y convivir.

Si pensamos unidos, hay comienzo.

Con mas información

www.rominabc.com,

Photo by Polina Tankilevitch from Pexels

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Romina Ciccarelli
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