Una propuesta de ley del senado con apoyo bipartidista que se presentó hace unas semanas extendería las garantías de la DACA por tres años.
Vanessa Luna llegó de Perú a los diez años y creció como migrante indocumentada. Mientras sus padres trabajaban en servicios de limpieza, ella ocultaba su condición en el bachillerato, hasta que una orientadora la ayudó a entrar a la Universidad Estatal de Nueva York, en Binghamton, para estudiar Historia de Estados Unidos.
Estaba en su primer año cuando, en 2012, el presidente Obama le otorgó a Luna (y a cientos de miles de otros jóvenes como ella) un permiso temporal para residir y trabajar en Estados Unidos. Así fue como pudo ser maestra.
“Por primera vez sentí que este país me aceptaba”, dijo Luna, de 25 años, quien ahora enseña Estudios Sociales en una secundaria del Lower East Side en Manhattan.
Sin embargo, ahora no sabe qué sentir. Durante su campaña presidencial, Donald Trump prometió que cancelaría el programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por su sigla en inglés). No obstante, en comentarios que hizo a la revista Time recientemente, el presidente electo pareció suavizar su postura.
“Vamos a pensar en algo que haga que la gente se sienta feliz y orgullosa”, dijo Trump, sin ofrecer más detalles, aunque una propuesta de ley del senado con apoyo bipartidista que se presentó hace unas semanas extendería las garantías de la DACA por tres años.
En la entrevista, Trump dijo de los migrantes jóvenes: “Han trabajado aquí, fueron a la escuela aquí. Algunos fueron buenos estudiantes. Algunos tienen trabajos maravillosos. Y están en el limbo porque no saben qué va a pasar”.
En eso Luna estuvo de acuerdo. “Para las personas como yo, la incertidumbre sigue presente,” comentó.
En todo Estados Unidos, más de 740.000 inmigrantes jóvenes, a quienes se les suele llamar dreamers, se preguntan qué pasará con los permisos de trabajo que se otorgaron a través de DACA. Laboran en distintas áreas, como educación, derecho, medicina, finanzas y el gobierno. Según cifras oficiales, cerca de 30.000 viven y trabajan en la Ciudad de Nueva York.
A la edad de cinco años, Chandrapaul Latchman fue traído a Estados Unidos desde Guayana para reunirse con sus padres en Long Island. Fue presidente del cuerpo estudiantil de la Valley Stream Central High School, estudiante con honores del Baruch College y becario de BlackRock, una empresa de investigación, antes de trabajar en JPMorgan Chase. Hoy, a los 23 años, es uno de los cien analistas de riesgo del banco que evalúa préstamos multimillonarios de desarrolladores inmobiliarios y empresas de entretenimiento.
Dado que Obama inició el programa mediante una acción ejecutiva, Trump podría revocarlo con el poder de su firma. No necesita aprobación del congreso. Sin el derecho de trabajar legalmente en Estados Unidos, los dreamers podrían ver desaparecer su vida de clase media: departamento pequeño en Brooklyn, licencia de manejo, salario quincenal con descuentos para el retiro, un puesto codiciado en una empresa financiera.
“No queremos hacer una diferencia entre inmigrantes buenos y malos, o como sea que él elija calificarlos”, dijo Hina Naveed, de 26 años, enfermera certificada en Staten Island y codirectora del grupo activista Dream Action Coalition. “En lugar de solucionarlo solo para los dreamers, lo que a mí me gustaría ver es una política clara en lo que espera resolver con los inmigrantes en general”.
De lo contrario, dijo, la alternativa es aterradora: “Vamos a dejar a los DACA y deportaremos a todos los padres, ¿así quién va a querer quedarse aquí?”.
Juan Carlos Pérez, de 31 años, maestro de matemáticas en la International High School de Union Square, dijo que podría regresar a la enseñanza de inglés como segundo idioma en Queens por un salario mínimo o incluso volvería a México, de donde se fue a la edad de 11 años.
Joe Luft, director ejecutivo de la Internationals Network for Public Schools, que opera quince bachilleratos en la Ciudad de Nueva York especializados en dar clases a inmigrantes recién llegados, comentó que perder a personas como Pérez afectaría negativamente a los estudiantes que han llegado a confiar en él. «Temo por lo que eso pueda hacer con las esperanzas, que suelen ser pocas, de esos estudiantes”, comentó Luft.
Fuente: nytimes.com
Foto portada: Twitter
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