El poeta escribe: “Palabras para la misa del universo” (Delia Domínguez). Resultado: una existencia siempre trascendida, con mucha agua honda en el seso de la alumbrada, sin que deje de hablar el aire ahí, la tierra, el fuego.
Cómo empujamos y tiramos en rincones oscuros
La derrota despoja de lo delicado lo sagrado,
te pinta de colores raros,
te deja medio muerto.
¿Quién soy yo para llevarla como una bandera de bolsillo?
Robaré una tajada a la tarde gris
y en un papel crepé violeta
escribiré todos mis deseos, son sagrados,
de tiempo en tiempo, los hablaré en voz alta.
no son como hielo derritiéndose en un frasco.
Es como si reconociera
innumerables permutaciones de la vida cotidiana,
necesitamos hacerlo nosotros,
de lo contrario, hace mucho tiempo
habría caminado a través de la amplia ventana
de la pieza principal, que
ahora conduce a muchos lugares.
Levanto el aire,
sus silbidos,
sus contorsiones,
su parte crepuscular,
y lo bebo
una colmena viva con
susurros de madreselva, picadura dulce.
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