Respeto: principio rector de la vida familiar | La Nota Latina

Respeto: principio rector de la vida familiar

 

Si me preguntaran, ¿cuál es el principio más importante que debe regir la vida familiar?, sin duda respondería, EL RESPETO. Sí, en mayúscula, negritas y subrayado. El respeto es más importante que el amor mismo, ya que lo alimenta y más que la responsabilidad, porque condiciona la efectividad del rol cumplido.

El término proviene del latin respectus que significa atención, consideración. La Real Academia de la Lengua Española, le otorga acepciones de veneración, como el acatamiento que se hace a alguien; o el miramiento, la consideración o deferencia que se le profesa, incluyendo hasta la expresión de miedo. Ciertamente, todas ellas pueden en algunas circunstancias y según lugares, costumbres y personas, significar respeto.

Se puede considerar que el respeto es un sentimiento/acción, aprendido, que debe regir las interacciones personales y del hombre con el mundo no humano que le rodea. Y como en artículos anteriores les he planteado, la familia es el primer escenario de interacciones humanas y por tal razón, el lugar donde construimos y practicamos este sentimiento. Igualmente, he mencionado el poder ostentado por los padres en el proceso de conformación del ser psicológico y social de sus hijos. Por tanto, el respeto que expresen nuestros hijos en su interacción con otros, sean estos familiares, amigos, compañeros del colegio o cualquier persona a su alrededor, será directamente proporcional al respecto observado y experimentado hacia él o ella, como persona, en el hogar.

Es un sentimiento/acción, debido a que el respeto es algo que indivisiblemente se siente y, por consiguiente, se actúa. Y es que como su raíz latina indica, respetar es prestar atención al otro, a los que son sus necesidades, características y situación, teniendo consideración de estas particularidades, al momento de relacionarnos con él. Tal situación se convierte en un enorme reto, más aún, para los padres en procesos de crianza.  Realizo la expresión más aún, porque el respeto es muy difícil de practicar en nuestra vida cotidiana, sobre todo, cuando nos encontramos con situaciones que son de desagrado para nosotros, que nos afectan.  La vida de pareja y la crianza de los hijos posee infinitos momentos de discrepancia, por costumbres, criterios, gustos y expectativas, y es allí, en esas situaciones críticas de la interacción familiar, cuando debemos hacer gala del respeto. Pero ¿realmente lo hacemos?

En este artículo voy a dejar a un lado la relación de pareja, que, al ser de adultos iguales, supone una claridad personal en lo que considera y actúa como respeto. Sin embargo, la pareja debe tener siempre en cuenta que sus interacciones serán observadas por sus hijos y de ello, el aprendizaje que, por modelaje, estos obtienen del ejercicio de respeto entre los adultos.

La crianza de los hijos plantea la implantación de hábitos, costumbres y creencias, de los adultos a los más jóvenes, lo que en términos sociológicos se le denomina socialización. Sin entrar a cuestionar este proceso, se entiende que la vida social posee unos requerimientos mínimos necesarios de acuerdos de interacción, para que la humanidad subsista como especie.

Pero es en ese proceso de crianza, donde vamos practicando cada hábito, cada costumbre y exponemos cada creencia, cuando debemos prestar “atención” y “considerar”, el momento evolutivo y las características particulares que posee cada ser humano. Existen hijos que fácilmente se adaptan al proceso, pero otros no. En con estos hijos que se hace necesario evaluar el hábito, práctica o creencia que se encuentra con la resistencia y es ese simple acto de analizar la situación y actuar en consecuencia, se expresa respeto.

Pongámoslo en situaciones concretas. El niño de dos años que rechaza una comida o dejarse bañar. Cabe aclarar que a esta edad se inicia el desarrollo del sentido de autonomía e independencia, cuando aprenden a decir “no” y lo usan indiscriminadamente. Una imposición de la orden sin observar qué está haciendo o cuál razón podría tener para tal rechazo, más allá del ejercicio del “no”, sin duda generaría un berrinche, probablemente tonos altos y regaños del padre o la madre y una ejecución forzosa de la actividad indicada. A veces el preguntar qué quiere o dejar un poco más de tiempo en la actividad que le entretiene, es una inicial expresión de respeto hacia el hijo.

Pudiera ser que el pensamiento imperante en los padres sea, “yo soy el que tengo la autoridad, la razón y el derecho/deber de criarlos, y por tanto se hace lo que yo digo, para que desarrolle disciplina”. Yo le respondería, tiene el poder, la capacidad de ser reflexivo y no impulsivo, observarle y preguntar no debilita la autoridad, por el contrario, provee a los hijos una muestra de autocontrol en el adulto que, contrariado, no se deja llevar por su molestia. Expresa consideración y a futuro, capacidad de diálogo.

Lo mismo se extrapola a cuando deban asumir responsabilidades en el hogar, cumplir con sus tareas escolares, la escogencia de la ropa a usar, el tiempo de juego, las salidas con amigos, la relación de noviazgo, la carrera universitaria a estudiar, etc.

El respeto se expresa en comportamientos concretos como:

  • Mirar y atender a nuestros hijos cuando llaman nuestra atención.
  • Responder a sus preguntas.
  • Intercambiar opiniones cuando existen discrepancias.
  • Plantear alternativas u opciones, que mantengan las normas o costumbres pero que puedan compaginar con sus características.
  • Exponer razones o sustento de las indicaciones dadas.
  • Escuchar su punto de vista.
  • Establecer juicios luego de escuchar sus razones, no antes.
  • Llegar a acuerdos.
  • Aceptar cuando nos hemos equivocado y ellos tienen razón.
  • Dejarles tomar decisiones y riesgos.

Muchos serán los inconvenientes y descontentos que nos evitaremos, de hacer cotidianas estas prácticas, pero más aún, estamos sentando las bases en la formación de un ser humano que, al sentirse respetado, extrapolará dicho respeto a su relaciones con las demás personas, haciéndolas armoniosas y constructivas. Pero más aún, ayudaremos a una persona que sabiéndose atendida y considerada, construirá una valoración positiva y de respeto hacia si misma.

 

 

Cristina Paz
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