Hemos presenciado las magníficas esculturas alrededor de la ciudad de Quebec y nos adentramos a disfrutar de un escenario familiar, cálido y festivo en la calle Saint André Quai, donde el mercado alemán acoge a los residentes y a los turistas, quienes nos calentábamos alrededor de los calefones y disfrutábamos de churros con azúcar de canela o gofre cubierto de chocolate, teniendo como testigos las sonrisas de los niños y diferentes aromas que nos brindan las tradiciones alemanas.
Almorzamos sándwiches de queso Steinbucher, que es uno de los quesos más antiguos de Alemania, dándole al pan un ligero sabor picante y un aroma especiado. El mercado no solo ofrece productos como jaleas y conservas, vino o artesanías en madera o vidrio, sino varios musicales y presentaciones de coros a lo largo del día.
Los exquisitos Mousseux Henkel (vino espumante), Cidra Chaud (cidra caliente) y Eau de Vie de pera, de jengibre o de avellanas (schnaps) son otro atractivo en el bar de invierno; no se exima de probarlos, definitivamente aplacará el frío del estómago. Las tradiciones alemanas también están presentes y los Deutschkanadier comparten parte de su historia y su gastronomía, haciendo que la estación invernal sea mágica y brille con esplendor propio.
Una vez recorrido cada rincón del mercado, nos dirigimos a la Casa de Noel en Rue De Buade, donde uno puede explorar las maravillas de artículos coleccionables navideños.
La iglesia de Notre Dame de Quebec, un lugar de eterno descanso y de invaluables objetos religiosos queda al cruzar la calle, aproveche en conocer su historia. Su decoración y sus símbolos majestuosos convierten su visita en un momento inolvidable. Le aseguro, que los deja con la sensación de renovación espiritual. Sea cual sea su fe, venga a disfrutar de este acogedor lugar que está iluminado por la mano de Dios.
Después de un día de mercado y de iglesias decidimos cenar en 3 Brasseurs ubicado en Grande Allee, es un bar-cervecería donde tienen las mejores combinaciones de cerveza y pizza. Si gusta de un lugar que sea gluten free y ofrezca opciones vegetarianas, mi segunda opción es L’Atelier en la misma avenida. A los días siguientes ya descansados y bien desayunados, nos dirigimos al bus que nos llevaría a recorrer la L’ile d’Orleans situada a 5 kilómetros a las afueras de la ciudad. Nuestro guía, un amable quebequense nos dio el tour en inglés, explicándonos que la isla fue una de las primeras partes de la provincia en ser colonizadas por los franceses. El estar situada a las orillas del río Saint Lawrence la vuelve accesible a través del puente Beauport por la ruta 368. El puente es la copia en miniatura del Golden Gate y su color verde pasto contrasta con los azules y blancos del paisaje, convirtiéndolo ante nuestros ojos en un monumento digno del nuevo mundo.
El bus, a pesar de la nieve y de sus estrechas avenidas pintadas de blanco por la actual nevasca, sin problema nos permitió llegar a la pequeña villa e ir disfrutando de las casas de estilo inglés y francés que hacen del recinto un lugar gracioso y apetecible para vivir. Muchas de las casas que existen datan de la colonización y se distinguen de las nuevas construcciones por las chimeneas.
La primera parada fue a la Basílica de Saint Anne de Beaupré que es un santuario católico que recibe al año alrededor de medio millón de peregrinos. Dentro de la Basílica existen 52 objetos que reflejan la vida de Jesús. En las paredes están esculpidas las 14 Estaciones de la Cruz, incluyendo las estatuas de Santa Ana y los Santos a la entrada de la misma.
Dirigiéndose a Sainte Petronille al lado oeste de la isla, se puede observar la imponente vista de Chute Montmorency o lo que se conoce como las Cataratas de Montmorency que en tiempo de invierno nos ofrece el famoso Pain de Sucre, nada más que un impresionante cono de helado blanco debido a que las bajas temperaturas congelan sus aguas al momento de la caída. Tuvimos la suerte de contar con la iluminación perfecta para engalanarnos de su espectacular belleza. La isla ha sido habitada desde siempre por las tribus indígenas y la llaman “Encantada” debido a su atractivo.
Entrada la tarde hicimos una parada en Café Resto y luego emprendimos la visita a una de las más renombradas galerías de arte de cobre que también hace las veces de museo donde una familia de famosos artistas de repujado ofrece sus tours personalizados y demostraciones de trabajo en cobre. Albert Gilles fue el responsable de la creación de las puertas principales de la Basílica Sainte Anne de Beauprés. Junto a su esposa, su hermana y sus hijas ha trabajado el cobre, logrando que sus piezas sean admiradas, vendidas y premiadas alrededor del mundo. Su famosa colección privada está disponible dentro de la galería y su acogedora boutique los dejará absortos en un arte que los Gilles no dejaron que se pierda.
No queremos despedirnos de Quebec, sin embargo nuestra cotidianidad nos espera para poder romper las reglas en relatos para quienes como ustedes nos leen y descubren junto con nosotros lugares culturales de primer orden con ricas historias y tesoros memorables pintados en sus murales o esculpidos en sus estatuas.
Pase unas vacaciones de verano o de invierno en Quebec: no se arrepentirá de conocer la otra cara de América del Norte.
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