Dos de las cosas que todavía me desconciertan de la vida en Estados Unidos son: primero, que los motociclistas no están obligados a utilizar el casco, y segundo, la venta indiscriminada de pólvora para las celebraciones de fin de año y 4 de julio, Día de la Independencia.
Durante diciembre y julio, las áreas más transitadas de la ciudad comienzan a exhibir carpas abarrotadas de juegos pirotécnicos para todos los presupuestos. Hasta las entradas de los supermercados reciben a los clientes con estantes repletos de chispitas, totes, voladores y volcanes al alcance del consumidor.
En comparación, Colombia continúa con los esfuerzos fijados desde diciembre de 1995 para minimizar el uso de la pólvora en todo el territorio nacional. Por medio de la resolución del Ministerio de Salud, se prohibió la fabricación de pólvora explosiva o detonante y la venta a menores de edad y personas en estado de embriaguez.
Paralelamente, las entidades de salud como el Instituto Nacional de Salud (INS) promueven anualmente campañas en prensa y redes sociales. La de la pasada temporada navideña fue publicitada con el hashtag #PrendeLaFiestaSinPolvora
Sin embargo y a pesar de las prohibiciones, entre diciembre de 2018 y lo que lleva del 2019, más de 800 personas fueron lesionadas por pólvora pirotécnica según el boletín número 48 del INS publicado el 9 de enero. De éstas, 36.7% son menores de 18 años. Hasta el momento no se han registrado muertes.
Se preguntarán cuáles son las estadísticas en Estados Unidos. Según las cifras más recientes de la revista de seguros, Insurance Journal, en 2017 se reportaron ocho muertes y las salas de emergencias recibieron más de 12.900 lesionados. De éstos, el 36% fueron menores de 15 años.
En Estados Unidos el pico se registra en julio y en Colombia en las fiestas decembrinas. Por obvias razones las cifras de Estados Unidos son mucho más elevadas por la densidad de población; más de 320 millones de habitantes. Los 12.000 lesionados que se registran en EEUU en un solo año representan los registrados en diez años en Colombia.
Otra diferencia es que la pólvora es permitida en la mayoría de los estados y representa más de 900 millones de dólares de ganancias al año. Sin embargo, hay un factor casi idéntico: el porcentaje de las víctimas menores de edad.
Lo anterior demuestra que algunos gringos y colombianos–con o sin prohibiciones de compra y venta de pólvora–son igual de irresponsables. Lamentablemente son los niños y adolescentes los que terminan pagando los platos rotos debido a la negligencia y consumo de alcohol de los adultos.
No obstante, y a pesar de los casos que aún se presentan, en mi opinión Colombia ha avanzado muchísimo en esta materia. Las campañas han logrado que la mayoría de la gente–sobre todo en las urbes–vea la pólvora como un peligro y no como un juguete. La tarea continúa en las zonas rurales.
Pero en Estados Unidos, mientras la pólvora se encuentre en las tómbolas del mercado y los esfuerzos de prevención sean incipientes, los niños y adultos continuarán jugando con candela.
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