Cuando me invitaron a dar una charla en el Grupo Internacional Dallas, se me ocurrió exponer sobre “Mujeres Escritoras a lo largo del tiempo”. Mientras estudiaba para la ponencia, me fui dando cuenta de que la mayoría de mis lecturas correspondían a obras creadas por varones. Me dio pánico: ¡¿cómo iba a presentar a las mujeres escritoras, si yo no las había leído?!
Rápidamente tomé conciencia de mi machismo literario, agradecí a mis “papás” maestros de la literatura latinoamericana, García Márquez y Julio Cortázar; y me decidí a cambiar las cartas de mi juego. Para ello, me propuse leer un 95% de obras escritas por mujeres.
Una semana después, tal vez ya olvidando ese descubrimiento y compromiso inicial, me puse a mirar vestidos por internet con el deseo de encargar uno para mi futura visita a University of Dallas, donde me habían invitado para hablar sobre mi libro Cuentos encaderados. Seguí todos los pasos para adquirir el atuendo y cuando estaba a punto de hacer clic en COMPRAR, sentí un tirón en el estómago y esa vocecita que vive en el corazón, gritándome “¿vas a gastar $50 dólares en un vestido?”, pues entonces, y en un giro todavía sorpresivo, me fui a la página web de venta de libros y encargué mis primeros cinco: las obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz; Las infantas, de Lina Meruane; Un cuarto propio, de Virginia Woolf; La loca de la casa, de Rosa Montero; y Todos mis cuentos, de Ana María Matute.
La espera fue larga, hasta que los libros empezaron a llegar. Comencé con la Montero, y lo primero que me gustó fue la cita de Sor Juana Inés de la Cruz. Que “La loca de la casa” es la imaginación, según Sor Juana. Pensé que yo estoy loca de remate, porque me descubro fantaseando la mayor parte del tiempo, inventándome salidas alternativas a casi todas las situaciones.
Más adelante comentaré este libro, cuando lo termine, porque quedó en pausa un par de días antes de que abordara un crucero con mi madre, viaje que había sido pospuesto cuatro veces ya. Pero en fin, que allí estábamos, zarpando desde Miami y todavía no lo podíamos creer. Empaqué un libro que resultó ser Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë, una novela gordita que mencioné en mi charla y que encontré por accidente cuando recorría el pasillo de Español en la biblioteca pública de Carrollton, aquí en Texas. Calculé que en 6 días de viaje podría leer la mitad de esas cuatrocientas páginas.
De lo que aprendí en mi charla sobre mujeres escritoras, es que Emily Brontë tuvo otras dos hermanas literatas: Charlotte y Anne. Y que todas asumieron el compromiso de escribir una novela cada una. Todas murieron muy jóvenes, como solía suceder en la Gran Bretaña del siglo XIX y que su legado persiste hasta el día de hoy. Tanto es así, que dos siglos más tarde una chilena a punto de embarcarse en un muy esperado crucero, se llevaba bajo el brazo una de sus obras.
El viaje resultó ser divino, las playas formidables, el agua cristalina, pero en cuanto tenía yo un tiempo libre, me sentaba a leer; entonces el mar infinito desaparecía y todo a mi alrededor era frío, gris y día húmedo de campiña inglesa, donde la gente se moría por cualquier cosa, porque Alexander Flemming todavía ni pensaba nacer, trayendo consigo la penicilina para liquidar pulmonías. Me iba con la prosa de Emily Brontë a un mundo donde creerías que la historia te la iban a contar los hombres y que serían ellos quienes destacarían, logrando sus objetivos y siendo los protagonistas de su propio destino. Sólo que Emily Brontë rompía todos los moldes, vez tras vez, y me ofrecía el relato de la criada Nelly. Es ella quien te dejará saber de la vida y obra de Catherine Earnshaw/Heathcliff/Linton/, de su fuerza y del látigo invisible con el que domaba a esa bestia que resultó ser Heathcliff. Y que muy luego es su hija, Cathy, quien reestablece el orden y la cordura en una casa-vida habitada por odios, traiciones y sed de venganza. Cumbres Borrascosas fue creada por una mujer que se suponía debía estar bordando y cocinando el puchero; y sin embargo, estaba generando una perdurable obra con mujeres valientes y poderosas. Se me acabó el libro y me sobró crucero. Al desembarcar, dejábamos atrás la belleza del Caribe oriental, pero nunca hubo tanta sangre corriendo por las venas de ese barco que surcaba ese mar, mientras yo leía la novela de Emily Brontë.
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Muy interesante y divertida narrativa de la lectura a bordo del barco. Muy conocedora y chispeante, en vivo y directo, yo conozco a Andrea y tiene una personalidad muy agradable. Felicidades.
Muy buena e inspiradoa narrative. Corro a comprar «Cumbres borrascosas.»