Cuando era chiquita miraba con esplendor a los adultos. ¿Y quién no? Mi madre tenía un brillo único con unos moños con aspecto de monumento exótico que se hacía los fines de semana. Todo muy lindo. Todo en su puesto. Ella contenta. Mi padre, por otro lado, llevaba su bozo de galán de novela en pobreza pero con “swing or swagger”. Qué admiración. Ellos salían por las puertas «que le daban la gana», se ponían el traje «that didn’t fit them so well», y decían lo que sentían, y desde el punto de vista de una miniatura, se veían muy bien o muy “cool”. Yo, como toda chingona en desarrollo de sentimientos, quería ser como mi madre, mujer bonita y bien puesta. Quería llegar a ser tal y como es ella, pero brillar como mi propia luz. Con un bombillo mío. Quería poder tomar mis decisiones, si comer helado de bizcocho a media noche u optar por un dulce de coco hecho por la vecina. Decisiones difíciles en tiempos modernos, nothing else. Crecí con la idea de que para llegar a alcanzar el estatus de nobleza de mi vieja, tendría que casarme y tener mis propios hijos. Viendo con los ojitos iluminados en la oscuridad y las dos colitas en mi pelo que tanto odiaba, soñé con llegar a ser esposa, “wife” y madre ejemplar.
Ah… la niñez y sus trucos. Simplificando lo bonito y guardando lo malo. Mi madre siempre ha sido linda sí, pero ese ideal de belleza era más que una exageración de la mente. Al crecer nos damos cuenta que las facturas o “bills” nos quitan el ánimo y que a veces no se come con gusto. Que por ratos estamos contentos y minutos después estamos llorando como si tuviéramos cinco años. Que cada uno de los años que nos bordan se abren como flor en pleno invierno de acuerdo con la situación.
Llega uno a la madurez. A trabajar para pagar, a dejar de afeitarse las piernas y a preocuparse por sobrevivir. Y la vaina es que todo lo que uno pensó que tendría cuando fuera adulto, es lo que menos tiene. Los planes se rompen. El universo hace lo que tiene que hacer: sorprendernos. Es todo. ¡No hagan tantos planes!
Me deja el tren…
Y todo pasa por algo, o una fuerza extraña que nos empuja a estar en el tiempo y espacio en el momento que nos toca. Estoy llegando al tiempo donde todo el mundo se pregunta si voy a dejar ir el tren. No sabiendo que ellos son los que van conduciendo o pagando el pasaje en esa “guagua”, ¿entonces cuál es el show? Agarraré mi vida por la cintura y la declararé mía. Este es mi espacio y así como el universo ordena las cosas, a mí me tocó ser “chingona”, ya, reto aceptado. Sandra Cisneros (la escritora, activista y poeta) usa el término para distinguir a las mujeres con fuerte calibre que la sociedad repugna. Is fine if they don’t accept me.
La cosa es que la gente no ve cómo va cambiando el mundo, y que todos tenemos experiencias y circunstancias que nos hacen distintos. Y qué bueno, qué alegría –underneath my skin- que no nos parecemos en todo lo que hacemos, porque sería un aburrimiento eterno.
Tenía un plan. I change it. So what? Ahora a seguir caminando. Por eso he hecho aquí una lista de razones por las que estoy conforme con ser tía.
Puedo ser madre sin serlo
¿Tiene sentido esto? ¡Pues claro! Para ser mamá no necesariamente hay que parir. Puedes tener responsabilidades con tus sobrinos, quererlos, bañarlos, y pasar todo el tiempo con ellos. Te considerarán su segunda madre y tú los ves como una parte fundamental de tu vida. Y al final del día, ellos van a retornar a sus hogares, contentos y satisfechos como tú. No tiene nada de malo sentirse así.
Recuperar la inocencia
Algo que admiro de los niños es su espontaneidad e inocencia. Ellos miran el mundo con positivismo y no se enfocan solo en ellos. Quieren dar y compartir. Ser tía te da la oportunidad de recuperar ese lado escondido que hemos olvidado. Ellos nos enseñan a perdonar y a levantarnos. Y esto no tiene precio.
They teach you
Los niños siempre están ocupados jugando y podemos aprender mucho de ellos. Al estar con nuestros sobrinos nos damos cuenta que podemos hacer de cualquier momento una fiesta y diversión. Tener sobrinos nos enseña «to reach out to them as an example of happiness”.
They give you advice
Mi sobrina es mi espejo. Cuando estoy en una situación triste ella se encarga de decirme que todo va estar bien y me brinda un té imaginario. Los niños ven más que nosotros. Sin duda, nos sacuden y nos dejan saber qué está mal. Como no somos sus padres, ellos tienen la capacidad de ser más flexibles, porque “hello”, ¿quién quiere poner triste a la tía? Y obvio, también nos dejan saber qué tan feo está nuestro atuendo del día.
Puedes tener una mini-you
Vestirte igual, los mismos peinados, contar los mismos chistes, comer helado y tener alguien que se parezca tanto a ti, es un privilegio. ¿A quién no le gusta la idea?
Disfruto del ruido y el silencio
Soy una persona versátil, pero hablando en serio, me encanta el silencio y dormir sin escándalos ni luz. Tener sobrinos te permite pasar un tiempo espectacular y de aventuras con ellos, pero sabes que al retornar a tu hogar te encontrarás con la cama y el silencio. No estoy segura si quiero renunciar a eso.
Todavía tengo hambre de viajar
Cada vez que veo el mapa, pienso que todavía no he recorrido los países que siempre he querido conocer. He aprendido que la única manera de comprender el mundo es aprendiendo de otras culturas. Por eso, sé que no puedo cumplir estos sueños si tengo un hijo en este momento. Ahora sé que puedo viajar sin romper el cariño que le tengo a un niño, porque sé que mis sobrinos me esperan al retornar. No ser egoísta lunática, pero también hacer cosas que hacen bien para el estado emocional.
Because is not my time
No todos estamos obligados a tener hijos a cierta edad. No todos somos millonarios y tenemos los recursos para traer un niño al mundo. Otras mujeres optan por no tener hijos, y eso también está bien, porque es su propia decisión. La vida no funciona tan perfectamente. Si no es el tiempo de tener hijos, o no se ha tomado la decisión de tenerlos, no significa que no se puede disfrutar la compañía de los sobrinos energéticos.
Si se fue el tren, bien, y si no, también. La mujer tiene derecho a tomar sus propias decisiones con su cuerpo. Total, el cuerpo es un templo; un árbol para alimentar de sabiduría. Ahora me iré a jugar a la doctora con mi sobrina.
Cordenadas: mujerconvoz.com
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