Mi columna de la semana pasada sobre el peligroso juego Ballena Azul generó comentarios de todo tipo en Facebook. Sin embargo, la mayoría coincidían con que los niños y adolescentes más vulnerables de caer en este tipo de juegos de manipulación son aquellos que se encuentran, tanto sin la supervisión de sus padres, como sin nada qué hacer.
Ademas de las opiniones de mis lectores, la semana pasada leí dos noticias que me sirvieron para entender a distancia lo que está ocurriendo en Colombia. La primera, fue la perturbadora decisión de la Corte Constitucional de aprobar las cirugías plásticas electivas de carácter estético a menores de 18 años. La segunda, la polémica que desató la crítica de Nairo Quintana hacia las directivas de la Federación de Ciclismo en una rueda de prensa el pasado 20 de abril.
Con respecto a la legalización de cirugías estéticas desde los 14 años, la Corte Constitucional le abrió la puerta a un nuevo enemigo de la autoestima de muchos adolescentes, pero lo disfrazó con la máscara del derecho al libre desarrollo de la personalidad.
Los cirujanos plásticos, pediatras y psiquiatras infantiles que honran su juramento Hipocrático, advierten sobre los riesgos que los cambios anatómicos innecesarios pueden causar en individuos que no han alcanzado su pleno desarrollo fisiológico.
No obstante, como dice el dicho, “de todo se ve en la viña del Señor“. Existen cirujanos inescrupulosos que con seguridad están afilando sus bisturíes e imprimiendo resmas de autorizaciones, pues saben que hay padres que prefieren convertir a sus hijas en Yayitas con una firma en lugar de ayudarlas a aceptar y valorar su imagen.
Pasando al tema de Nairo Quintana, el “escarabajo” boyacense puso el dedo en la llaga del tráfico de influencias y malos manejos dentro de la Federación de Ciclismo, los cuales según su experiencia, se han tapado con curitas por décadas.
Lo más triste es que ésto no solo ocurre en el ciclismo sino en la mayoría de los deportes en Colombia. Las ligas departamentales y de alcaldías se reducen o desaparecen del mapa, ya que la corrupción desvía los recursos y patrocinios haciéndole trampa a millones de jóvenes.
Entonces, ¿a qué adolescente le puede interesar retarse a practicar un deporte de alto nivel como el ciclismo, si la Federación no tiene plata para despinchar llantas ni comprarles caramañolas?
Las comparaciones son insulsas pero hay una que creo vale la pena. Aunque la sociedad norteamericana tiene problemas de drogadicción, obesidad y falta de valores en la adolescencia, promueve con intensidad la cultura de hacer deporte para mantener a los niños y niñas ocupados y cansados.
Desde los seis años existen espacios de competencia de fútbol, béisbol, baloncesto y natación y los organizadores–religiosos o laicos–dividen el calendario anual por temporadas para que las actividades no se crucen y los niños puedan hacerlos todos.
“Es un negocio muy lucrativo, es cierto. Pero sea como sea la oferta existe y mantiene a los adolescentes concentrados en algo más que la vanidad y el narcisismo. En los 12 años que llevo viviendo en Estados Unidos, jamás he escuchado a las hijas de nuestros amigos pedir la instalación de un par de flotadores o una lipo-escultura a los 15 años”.
Cuando era niña y mi abuelita me encontraba haciendo pereza, me preguntaba, “¿qué estás haciendo ahí sin oficio?” y me mandaba a leer un libro, jugar en el patio o barrer el garaje. Esta juventud confundida y deprimida lo que necesita es hacer oficio.
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