Tal vez se trate de dejar de perseguir gente, dejar de forzar encuentros, dejar de intentar convertir paredes en ventanas y muros en puentes. Tal vez se trate de dejar de perseguir a la mariposa y tal vez ella vuelva al vernos tranquilos.
¡No lo tomes a mal!, no se trata de una postura de holgazán tampoco es una trampa del ego, creo que más bien se trata de una necesidad de equilibrio, de fluir, de permitir que aquello que deba llegar llegue, de aceptar y dejarse llevar, de entender que aquello que se resiste, persiste.
Recuerdo que cuando aprendí a nadar luchaba por contra el agua por permanecer a flote, movía desesperadamente piernas y brazos buscando mantener mi nariz por encima de la superficie del agua de la alberca, hasta que descubrí que quedándome quieto mi cuerpo flotaba naturalmente; Así, sin esfuerzo, solo dejando que la naturaleza hiciera lo que sabe hacer, mi cuerpo flotaba y yo podía respirar tranquilo. Aprendí a nadar dejando de luchar con el agua, aprendí a flotar dejando de luchar por hacerlo. ¡Increíble pero cierto!
Algunas batallas se ganan con mucho esfuerzo, algunas otras se ganan permaneciendo quieto, algunas veces convencemos con nuestras palabras, algunas otras comunicamos mucho más con nuestro silencio.
En ocasiones queremos ser héroes y desde nuestra sabiduría o ignorancia perseguimos a aquellos que consideramos deben ser ayudados sin entender que algunos de ellos ni siquiera están buscando nuestro apoyo.
Es persiguiendo a aquellos que queremos salvar que sin darnos cuenta escapamos de aquellos que si valoran y también requieren de nuestra ayuda, una paradoja que se cumple más frecuentemente de lo que nosotros creemos.
Hay que ser como el faro que encuentra un lugar, un espacio y tiene clara su misión, desde ahí brilla y brilla fuerte, anuncia al mundo su presencia con la seguridad suficiente de quien sabe su valor y la humildad necesaria de quien conoce sus límites.
Es por ello que decido ser como el faro, tener claro mi destino, mi espacio y mi mensaje, trato de brillar en el lugar en el que me encuentro, más que buscar desesperadamente a quien asistir, brillo intensamente facilitando el ser encontrado, brillo con mis talentos, mis virtudes y por qué no, también con mis defectos y carencias, pues el faro no solo está para dar luz, sino también requiere de quien alimente y mantenga su llama encendida.
Se trata de permitir que llegue quien tenga que llegar y que siga su rumbo aquél que alguna vez se benefició de la luz y que hoy decide seguir su camino, tal y como lo hace el faro que lo mismo brinda guía a la llegada de las más diversas embarcaciones que despide orgulloso y con amor a todo aquel barco que ha fincado un nuevo destino.
Habrá embarcaciones que lleguen y otras que partirán, algunas otras solo se verán en el horizonte la luz tintineante sin apenas prestarle atención, todos ellos merecen respeto y buenos deseos, todos ellos reciben un poco de luz que podrán utilizar conforme consideren adecuado, todos ellos llevarán un poco de la luz de aquel faro que un día decidió brillar con luz propia y decir seguro. ¡Aquí estoy!, ¡Este soy yo! y ¡Esta es mi forma de compartir mi luz!
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