Todos llegamos a un punto en el que lo cotidiano sucumbe y parece que todas las luces se apagan, puede ser un divorcio, puede ser un hijo que cae en las drogas, puede ser la pérdida del trabajo, puede ser el anuncio de una dura enfermedad, es entonces que la vida nos pone a prueba: claudicar o luchar.
Peregrinación en una línea de otoño
Recientemente han pasado muchas cosas,
normales para un humano, pero también desconcertantes.
La firmeza de mi convencimiento me dice que
todavía puedo estirar mi alma,
aunque necesito suficiente tiempo
para llenar la profundidad de un agujero cavado
y eliminar un manuscrito de
dudas y fantasmas,
otros lentes necesarios para descifrar la revelación.
Es cierto, la historia que decimos no es ni la mitad de
entrañable que la que vive dentro de nosotros.
Así me pasa ahora.
Convencido estoy, el viaje comienza con mi mente abierta,
se puede cambiar el sentido de lo oscurecido que agobia
y una vez más colocar el sueño en mi punto de mira.
Estoy preparado para cuando las fronteras estén sitiadas
del noreste y las grietas inunden las células,
pero mi nueva caligrafía evitará un desastre.
Tengo varillas de medicina para levantar lo que puede colocar
la primavera boca abajo y hacer que el verano sea una certeza.
Hoy pellizqué el azul que nos rodea
y una energía especial inundó mi cansancio,
me di cuenta que mis paredes interiores no se rinden,
el telón de la revelación se abre poco a poco,
no hay derrota si no hay derrotado.
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