De nuestro mirada y nuestro lenguaje depende si nos anclamos en el dolor o en la alegría.
Pensando en Platón
Y la oscuridad se espesa en su pliegue más grueso. Nadie puede imitar muchas cosas tan bien, preferible imitar una sola. La inclinación, suave, y el ligero chapoteo de los pies en el agua permiten empujar hacia adelante, la cortina se desliza hacia arriba. El teatro real de las circunstancias reclama una poética. Convertir el ultraje de los años. Cuánto hemos consumido de futuro. Día tras día la gramática se repliega. Mas fe en las palabras, podemos entendernos. Ellas esperan el tren progresivo de la mente, observando y siendo vida. Pulir la médula, pulir, hasta que no quede polvo. A veces escribir con misterio para salir de la nada. Ritmo brotado necesario. Hay lugares que están más llenos de esperas. Se intensifica el camino. Donde se va y donde no se va. No un paso en falso con Neruda, Huidobro, Vallejos, Borges. No es la mano la que escribe, es la mirada. Sus miradas. Sus éticas. La historia camina, mientras se duerme. Solo los fantasmas creen a medias, sueñan en sus cavernas. Recoger los verbos doblados y la mudez inexplicable de la memoria. Todo lo intolerable cae de la escena.
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