Pascua: fe, tradiciones y celebración en la comunidad hispana de EE.UU. | La Nota Latina

Pascua: fe, tradiciones y celebración en la comunidad hispana de EE.UU.

La palabra “Pascua” evoca inmediatamente la conmemoración cristiana de la resurrección de Jesucristo al tercer día después de su crucifixión. Para los creyentes, el Domingo de Pascua marca el triunfo de la vida sobre la muerte y el cumplimiento de la promesa central de su fe.

Esta celebración tiene sus raíces en la tradición judeocristiana: está vinculada a la Pascua judía (Pésaj), la fiesta bíblica que conmemora la liberación del pueblo hebreo de Egipto. Los primeros cristianos, muchos de ellos judíos conversos, adaptaron símbolos y fechas del calendario hebreo para honrar la resurrección de Jesús como el nuevo “Cordero Pascual”. Con el tiempo, la Iglesia formalizó la fecha de la Pascua en el Concilio de Nicea (año 325), definiéndola como el primer domingo después de la primera luna llena de la primavera. Así, cada año entre finales de marzo y abril, los cristianos celebran el Domingo de Resurrección, punto culminante de la Semana Santa​. En la liturgia católica, la Pascua cierra la Cuaresma con ritos solemnes: el Jueves Santo se recuerda la Última Cena, el Viernes Santo la crucifixión y el sacrificio de Cristo, el Sábado de Gloria transcurre en contemplación y vigilia, y en la madrugada del domingo estallan las campanas de gloria que anuncian la Resurrección.

Tradiciones de Semana Santa en Latinoamérica

Para la comunidad hispana, la Pascua no es un evento de un solo día, sino la culminación de una semana entera de profunda devoción, con costumbres transmitidas por generaciones. En la mayoría de países de Latinoamérica —de herencia mayoritariamente católica— la Semana Santa es tiempo de misas especiales y procesiones impresionantes que combinan fe y folclore local​. Por ejemplo, en Guatemala las calles empedradas de Antigua se tapizan con coloridas alfombras de aserrín teñido, pétalos de flores e incluso frutas, sobre las cuales desfilan enormes andas (plataformas) con imágenes de Cristo y la Virgen María. En México, muchas comunidades escenifican el Vía Crucis viviente: actores voluntarios recrean la Pasión de Cristo, desde el juicio hasta la crucifixión, ante la mirada conmovida de los fieles. Destaca la representación de Iztapalapa en Ciudad de México, famosa por convocar cada año a miles de personas y por su realismo conmovedor​.

En países como España, Perú o Colombia también se realizan procesiones solemnas donde cofradías de penitentes con túnicas y capirotes (los tradicionales conos) marchan por las calles portando cirios e imágenes sagradas, al son de marchas fúnebres. Las iglesias se llenan de fieles que asisten a los oficios: el Domingo de Ramos se bendicen palmas tejidas en forma de cruz​; el Viernes Santo muchos hacen el recorrido de las Siete Iglesias o participan en el Sermón de las Siete Palabras; y el Domingo de Pascua los templos se adornan con flores blancas y aleluyas que simbolizan la vida nueva tras la Resurrección. Cada país aporta sus matices culturales: en Filipinas (de tradición hispana) existe la Visita Iglesia de 7 templos; en Popayán, Colombia, las procesiones coloniales fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad; en Ayacucho, Perú, la Semana Santa mezcla ritos indígenas (carreras de caballos, quema de chamizos) con la liturgia católica; y en España, por supuesto, la Semana Santa es célebre por la pasión con que se vive en ciudades como Sevilla o Málaga.

Incluso hay tradiciones locales únicas y pintorescas, como la Quema de Judas en el Sábado de Gloria. En México y otros países, se confecciona un muñeco que representa a Judas Iscariote (a veces caracterizado como diablo o con rasgos de personajes actuales) y luego de la “misa de Gloria” se le quema o explota con pirotecnia, simbolizando el fin de la traición y el triunfo del bien​. Por otra parte, en ciertas regiones apartadas de México, las celebraciones católicas se entrelazan con influencias indígenas: por ejemplo, en la Sierra Tarahumara, los indígenas Rarámuri combinan procesiones y rituales de Semana Santa con danzas tradicionales al ritmo de tambores y violines, creando una devoción sincrética muy especial. Desde las solemnes ceremonias urbanas hasta las expresiones rurales llenas de simbolismo ancestral, la diversidad de tradiciones de Semana Santa en Latinoamérica refleja una herencia cultural y espiritual muy rica.

Sabores de Pascua

Ninguna celebración está completa sin la comida especial, y la Pascua tiene sus propios platos típicos en cada país. A menudo vienen marcados por la abstinencia de carne roja durante la Cuaresma, lo que hizo que el pescado, los vegetales y los dulces cobren protagonismo. En México es popular el bacalao guisado (pescado salado desalado), que aunque se asocia más a la Navidad, también aparece en los menús de Semana Santa​. Otros platillos de vigilia incluyen los chiles rellenos (de queso, atún o camarones en lugar de carne) y las tortitas de camarón con nopales en salsa roja. Y por supuesto, ningún Viernes Santo mexicano estaría completo sin la capirotada, ese budín de pan dulce con canela, piloncillo, pasas, nueces y queso que endulza la mesa tras un día de ayuno​. En Centroamérica, cada país tiene sus recetas: en Guatemala preparan un tradicional ponche de frutas secas o garbanzo en dulce; en El Salvador y Honduras hacen torrejas (pan frito remojado en miel) muy similares a las españolas torrijas; y en la República Dominicana es infaltable la habichuela con dulce, una crema de frijoles dulces con leche, azúcar, batata y especias, servida fría, que sorprende a quien no la conoce pero fascina con su sabor.

Sudamérica también ofrece delicias pascuales: sobresale la fanesca ecuatoriana, una espesa sopa de granos (se usan 12 distintos, representando a los apóstoles) con bacalao, calabaza, maíz y huevo duro encima​ En Perú preparan platos de pescado como el chupe de viernes (caldo de pescado con leche) y postres como mazamorras de maíz morado. En Paraguay, la chipa (panecillo de almidón de yuca con queso) bendecida el Domingo de Ramos es emblemática. Y prácticamente en toda Hispanoamérica se come pescado el Viernes Santo: ya sea en un guiso con legumbres, en escabeche, asado o en sopa, dependiendo de la región. Tras la Vigilia, al llegar el Domingo de Resurrección, muchas familias rompen el ayuno con un almuerzo festivo. Algunos preparan cordero asado (símbolo del Cordero de Dios); otros simplemente aprovechan para hacer una gran reunión familiar con platos típicos locales, carnes a la parrilla y postres de fiesta. Los sabores de Pascua son un mosaico tan diverso como la misma comunidad hispana: cada platillo cuenta una historia de fe y tradición, y al probarlos en Estados Unidos, los inmigrantes sienten un lazo gustativo con su tierra natal.

La Pascua en Estados Unidos

Al emigrar a Estados Unidos, los hispanos han llevado consigo todas estas costumbres de Semana Santa, adaptándolas a su nueva realidad. A diferencia de sus países de origen, en EE.UU. la Semana Santa no es feriado nacional ni tiene manifestaciones públicas masivas, pero la fe y la tradición encuentran sus cauces en la comunidad. Las parroquias con ministerio hispano juegan un papel central: muchas iglesias celebran liturgias en español durante el Triduo Pascual y el Domingo de Resurrección, e incluso organizan pequeños viacrucis vivientes en los vecindarios aledaños o dentro del templo. No es extraño que en barrios con alta población latina —como el Este de Los Ángeles o vecindarios de Nueva York, Chicago, Miami, etc.— se vea cada Viernes Santo a grupos de fieles caminando por las calles detrás de alguien cargando una cruz, rezando en español y cantando “Perdona a tu pueblo, Señor”. Son procesiones humildes pero sentidas, que recrean en escala reducida lo que en sus países serían eventos multitudinarios, y sirven para fortalecer la identidad comunitaria y transmitir las creencias a los más jóvenes​

Al mismo tiempo, los hispano-estadounidenses han adoptado con entusiasmo algunas tradiciones estadounidenses de Pascua, integrándolas a su propia celebración familiar. La búsqueda de huevos de Pascua (Easter egg hunt) y el intercambio de canastas con dulces se han vuelto comunes en muchas familias latinas, especialmente por la alegría que traen a los niños​.Tras la misa del Domingo de Resurrección, es habitual ver a los pequeños, vestidos con sus mejores galas primaverales, persiguiendo huevitos de plástico llenos de dulces en los jardines de la iglesia o en parques comunitarios. Y junto a esta costumbre anglosajona, se mantiene o revive una propia: los cascarones. Estas cáscaras de huevo vaciadas, pintadas de brillantes colores y rellenas de confeti son una diversión heredada de México que ha echado raíces en el suroeste de EE.UU. (Texas, California) y otras áreas con presencia latina​. El juego consiste en romperle el cascarón en la cabeza a algún ser querido y “bañarlo” en una lluvia de confeti multicolor. La risa está garantizada, y según la tradición, trae buena suerte. Los cascarones representan perfectamente la fusión cultural de la Pascua hispana en Estados Unidos: uniendo la alegría festiva estadounidense (huevos de colores, juegos al aire libre) con un toque folclórico latino.

Fe y comunidad hoy

En la actualidad, la Pascua para los hispanos en Estados Unidos es un verdadero puente entre dos mundos. Por un lado, mantiene vivo el espíritu religioso: las iglesias se abarrotan de feligreses, muchos inmigrantes reviven su fervor participando en misas bilingües repletas de música en español e himnos en inglés, y las familias se reúnen a rezar juntas como se hacía “en la tierra”. Por otro lado, conserva y adapta las tradiciones culturales: en casa se cocina el plato típico de la región de origen (ya sea fanesca, capirotada, tortas de bacalao o arroz con leche), se juntan las generaciones alrededor de la mesa y se enseña a los niños por qué esta fecha es importante. La celebración suele incluir momentos solemnes —como la oración familiar o la bendición de la mesa— y momentos festivos —como los juegos de Pascua o simplemente el disfrutar de una carne asada en el patio si hace buen clima—. Esta dualidad refleja la experiencia hispana en EE.UU., una identidad híbrida donde se atesora la herencia latina sin dejar de integrarse a las costumbres estadounidenses.

Para muchos inmigrantes, celebrar la Pascua en un país extranjero puede traer nostalgia por la tierra lejana. Sin embargo, también genera un profundo sentido de continuidad y esperanza. Continuidad, porque las tradiciones logran cruzar fronteras: un ecuatoriano puede estar a miles de kilómetros de Quito, pero al probar una cucharada de fanesca en Nueva York siente el mismo sabor que en su infancia; un guatemalteco recrea con aserrín una pequeña alfombra de Semana Santa en el pasillo de su iglesia en Chicago, rememorando las que hacía en Antigua; una abuela mexicana en Houston cuenta a sus nietos la historia de la capirotada mientras juntos caramelizan el piloncillo, tal como ella aprendió de niña en Michoacán. Y esperanza, porque el mensaje central de la Pascua —el triunfo de la vida sobre la muerte, la luz que sucede a la oscuridad— resuena poderosamente en quienes han emprendido el camino de buscar una vida nueva en otra tierra. En las misas de Pascua en Estados Unidos se proclama «¡Cristo ha resucitado!» con el mismo fervor que en cualquier catedral latinoamericana, y ese anuncio de victoria espiritual inspira a los fieles a renovar su fe y sus propias vidas.

Una celebración compartida

En síntesis, la Pascua para los hispanos de Estados Unidos es un tiempo de renovación espiritual y celebración cultural. Es la época en que recordamos la herencia recibida de nuestros antepasados —la fe profunda y las tradiciones coloridas que viajan con nosotros— y a la vez abrazamos las nuevas formas de celebrar en nuestra tierra de acogida. Desde las solemnes procesiones del Viernes Santo hasta los huevos de Pascua escondidos en el jardín, desde el español susurrado en oraciones hasta el inglés risueño de los niños buscando dulces, cada elemento se entreteje para crear una Pascua única y rica en significado. En cada hogar hispano-estadounidense, la Pascua es una invitación a unirnos en comunidad, a sentarnos juntos a la mesa para compartir no solo alimentos sino también historias y valores. Y sobre todo, es un momento para celebrar la esperanza: esa que nos une a todos en la fe de un nuevo amanecer, ya sea el de Cristo resucitado o el de nuestras propias vidas floreciendo en una nueva patria.

Pueden leer en La Nota Latina/ La Nota-Latina.com

Diez maneras de celebrar el Domingo de Pascua

Redacción La Nota Latina
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