Si bien no está marcado por una linealidad absoluta, es decir, que el hijo va a ser el mismo tipo de hombre que su padre y la hija va a satisfacer su “Electra”, escogiendo a una pareja idéntica a su padre, es muy cierto que el padre en la familia es la primera y más importante imagen de hombre que los hijos poseen. Presente o ausente; tangible en vivencias específicas de una cotidiana realidad o, en el sueño, imaginación o añoranza, debido a su ausencia; el padre está presente en el imaginario o realidad de cada niño y niña.
La ejecución de su rol como ciudadano, amigo, hijo, esposo y padre, otorgará esa imagen completa que de él se vayan generando los hijos, progresivamente. Y es progresiva, y es cambiante, ya que el tiempo transcurre para todos los miembros de la familia, en todos los órdenes: físico, mental, emocional y socialmente; lo que plantea que esa imagen se vaya modificando y muchas veces complementando. Sin embargo, los primeros años de vida, cuando niño y niña están desarrollando su identidad y reconociendo la existencia de ese otro adulto, en este caso, de su padre, es cuando las características que distinguen su accionar dentro de la familia, serán la que predominen en la imagen, definición o concepción que posean los hijos de la figura masculina, en los primeros momentos de vida.
Las teorías apuntan a que el niño seguirá de cerca las acciones del padre. Se alineará y someterá al poder que éste representa, asumiendo y aceptando su dominio como forma de preservación y demostración de que no es “rival” en la “posesión” de la madre; siguiendo las ideas psicoanalíticas (Freud, 1910). Se fijará en él y copiará sus comportamientos, características y actitudes, no solo porque lo tenga presente, sino también por las referencias que otros hacen del padre ausente (cualquiera sea la razón), tal como lo explicaría la teoría del aprendizaje social (Bandura,1977 ), no dirigida en particular a las relaciones padre-hijo, sino a cómo se adquieren los comportamientos sociales en general. Es decir, inconsciente o conscientemente, al niño se le presenta como experiencia cotidiana y además, se le estimula tradicionalmente, a seguir los pasos del padre.
Por su parte, la niña iniciará un proceso de predilección con su padre, lo sentirá “su propiedad”, fascinación que fue denominada Complejo de “Electra” según Jung (1912). Sin embargo, un reconocimiento posterior de que no lo es, la hará aliarse con la madre para adoptar las características femeninas que, en un futuro, le procuren un compañero. Sin embargo, tenderá a encontrar atractivas en otros varones, inconscientemente, aquellas características que se le asemejan a las de su padre.
Explicación muy discutida y cuestionada, esta de los complejos, sin embargo, en la tradición popular también es reconocida y aceptada cuando los familiares y, hasta los mismos hijos e hijas, reconocen sus acciones como direccionadas por la influencia de ese primer referente masculino. Aceptan semejanzas de actitudes y predilecciones entre padre e hijo y en la selección de compañeros de vida que comparten características físicas y/o actitudinales con la figura del padre.
Sin embargo, lo importante a rescatar es el papel fundamental del padre en esta influencia que ejerce sobre su descendencia, masculina y femenina. Aspecto que lo debe hacer muy consciente de su accionar, de sus actitudes, principios y costumbres que manifiesta en su convivencia con ellos. Pero, tener claro también que su ausencia y omisiones, igualmente determinan.
Cómo se desenvuelve como compañero de su pareja, cómo asume las responsabilidades de conducción de la familia y las de manutención, cómo enfrenta las dificultades, cómo cumple sus compromisos laborales y ciudadanos, cómo es como hijo, hermano y amigo. Existirán siempre unos pares de pequeños ojos atentos y observándole.
No hay manera de deslastrarse de esa influencia y protagonismo una vez que procrea o se asume la paternidad de otro ser. La única manera es no fecundando a una mujer o no adoptando a un hijo como propio. De lo contrario, es necesario asumir que se es capital en el desarrollo emocional de los hijos. En ningún otro rol social tendrá un protagonismo tan importante.
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