Llega un momento en la vida en el que el pensamiento se agota, no hay respuestas. Es el vacío, pero no como una nada, esto es, como una conclusión nihilista, por el contrario, es lo que está presente pero no tenemos los códigos para saber qué es; intuimos que es lo que hace que todo acontezca, gravita detrás de todo lo real palpable. Entonces, damos un paso que cambia el transcurso que hasta ese día hemos seguido. Cada lector sabe de ese momento o lo está esperando.
Oleaje de trasfondo
La mente no cabe en un solo universo.
Uno se asoma y tiene un afán cada día, cosas emergen,
Otras, se disuelven. Los párpados son testigos, aunque estén exhaustos
O al borde del abismo, se han desgastado con mundos falsos.
Se arman barcazas para arribar a cada puerto, repentinamente hay que izar otras velas, más allá de la obra contundente, el dentro
nos pide que rehagamos la cartografía, pues no es posible
aferrarse a cosas conocidas. Ir más allá del lenguaje, el imperativo.
Rescatar la presencia que la gravedad no ha hecho posible.
El viento se mueve a través de la hierba de tierras blandas,
el río fluye como una corriente de vidrio, y se inflaman las horas,
surge un orificio de luz, ya no es necesario rebuscar entre los
botones existentes.
El vértigo nos trae esa doble naturaleza,
deja de estar contenida por su sombra, cristales de agua pura desovan,
una nueva dimensión más allá de los iones de la memoria.
Sólo la intuición es posible, caen las vidas de cartón.
Se inicia el nuevo punto aparte.
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