Ocón, es una delicia, vayas cuando vayas. Diferente paisaje en cada estación, porque la hospitalidad es la virtud con la que La Rioja acoge siempre al visitante. Internacionalmente reconocida por los vinos, goza de una gastronomía aún no desvelada a esos niveles.
Tentadores son sus montes en primavera, cuando los campos de cereales se colman de rojas amapolas; el verano llega cargado de multicolores fiestas locales, gastronómicas o no, que dan la bienvenida, en otoño, a maduros viñedos vestidos en tonos ocres y rojizos, mientras que el blanco de resplandeciente nieve se adueña de los paisajes en los meses duros de invierno. Siempre es buen momento; siempre hay una excusa que justifique una visita que, rara vez, dejará de incluir la enología en sus planes. Lógico, si se tiene en cuenta que entre modernas, comunitarias, familiares, tradicionales o internacionales hay más de 600 bodegas en todo el territorio que, en su totalidad, apenas supera los 5.000 km2.
La Rioja es más que vino
Aun así, La Rioja es más que vino, por mucho que el de La Rioja pueda presumir de poseer la denominación de origen más antigua de España. Antiguas son, sin ir más lejos, las huellas de dinosaurios que les permitiría alardear de ser uno de los territorios paleontológicos más importantes del mundo. Es también la cuna del castellano, ya que allí se encontraron los documentos más antiguos de este idioma que hoy hablamos más de 500 millones de personas.
Sus tesoros
Tesoros arqueológicos, etnográficos, arquitectónicos o culturales repartidos en unas tierras en las que no sorprende encontrarse con un edificio levantado en el siglo XVI transformado en Casa Rural. La Casa de La Condesa, en El Redal, que no sólo conserva sino que implementa la Historia en todas y cada una de sus 9 habitaciones es uno de los sitios en los que se respira ese ambiente. Su disposición, invita a la conversación; sus piedras, a conocer los orígenes, el jardín cobijarse bajo los tilos; su bodega a paladear algún vino; su cocina, a disposición del cliente, a probar las excelencias de la tierra. Y sus cielos, los cielos de El Redal, en el Valle de Ocón, a mirar las estrellas ya que, no en vano, se trata de un destino Starlight en plena reserva de la biosfera.
Cada año la subregión de Rioja alavesa recibe a miles de visitantes; tampoco escasean en La Rioja alta, mientras que la denominada Rioja Oriental sigue siendo una gran desconocida que pelea por abrirse paso entre los visitantes también a través del paladar. Sus vinos lo mismo sirven de caldo de cocción para las peras de Rincón de Soto que ayudan a una mejor digestión de una ración de cordero chamarito, uno de los platos que se pueden probar en el Restaurante La Alameda, en Pipaona.
Su especialidad es el cochinillo lechal pero lo cierto es que la principal premisa es servir cocina tradicional y de temporada, lo que no resulta difícil porque cuentan con productos como champiñones, setas, tomates, coliflor, ajos, peras o uvas recolectadas a pocos km de distancia. Por sus tierras también pastan rebaños, ganado vacuno o piaras de cerdos que sirven bien para la elaboración del queso camerano, se convierten en chuletillas para asar al sarmiento o se transforman en suculento chorizo con el que se elabora uno de los platos más extendidos : las patatas a la riojana. Posibilidades que se pueden degustar en los menús del día o especiales de este restaurante.
La memoria guarda recuerdos basándose en las sensaciones que la experiencia vivida nos ha generado. Caso de querer, además, regresar con un recuerdo material, la alpargata, que La Rioja ha convertido en una insignia, es una buena propuesta.
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