Si uno pudiera volver de la muerte, que haría con el mundo nuevo, tan lejano del mundo que se vivió y tan cercano a lo que significa ser humano. Seguramente, todos al momento de partir quisiéramos dejar colgado en algún lugar un sensor de lo que ya no podrá ser para uno, para seguir siendo parte de la maravilla de lo que la humanidad es capaz, incluso podrá captar lo que pudiera haberlo salvado dando un poco más de tiempo. Pero para todos, la vida seguirá siendo un misterio en el más allá, porque somos parte de ese misterio. Tal vez es lo que estará viviendo Neruda.
Neruda salvaje en el siglo XXI (*)
Si Neruda estuviera vivo,
él sería un fetichista de la web,
Tendría su casa cableada … abajo … a la izquierda … a la derecha … en espiral.
Una mezcla semi-cibernética de madera, marfiles, silicio y artefactos basura.
En las paredes de la casa, se proyectarían mariposas muertas, escarabajos raros,
escombros arrojados al mar convertidos en una mesa,
los nombres de amigos muertos tatuados en pilares,
botellas coloreadas como leche y miel,
Unicornios Nerval y conchas marinas
«… la pureza lunar de su misteriosa porcelana».
Y por supuesto,
dibujos con la tentación viniendo de la carne,
él con su dulzura acostumbrada, atrapado
en la lombriz del placer lejos de la dialéctica del Santo.
Sin duda,
Él estaría sentado escuchando la garganta sucia de Tricky, usando altavoces inalámbricos Bose y BLUETOOTH.
Diría : “Me gustaría ser un borg:
mis ojos como una cámara enviando todo directamente al cerebro
y luego retransmitirlo por WhatsApp, Instagram, Twitter, Facebook,
y a mis amigos íntimos algunas escenas a través de Skype.”
Neruda era un gran tipo, creo la mitad del tiempo.
Neruda era un hijo de un demonio, pienso en la otra mitad.
Basado en un cuento escrito por Álvaro Bisama
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