Te ha pasado de entrar a tu teléfono móvil para chequear un mail y en lugar de hacerlo, distraerte con alguna de estás opciones?
- responder otro mail más breve, total son dos minutitos
- entrar al link que te envió un amigo para no olvidarte luego
- envíar vía whatsapp un dato que faltó y reclaman para que determinado proceso siga su curso
- mandar la captura del zoom del día anterior que estuvo genial
La secuencia arriba descripta arroja la siguiente escena: Una hora después seguimos mirando la pantalla con un montón de tareas a medio hacer y -por supuesto- sin haber revisado lo que queríamos leer inicialmente, la prioridad en ese momento.
Si estamos al tanto de que ésto efectivamente nos sucede, es porque mantenemos cierto control de nuestro piloto automático y entonces tenemos un buen pronóstico en cuanto a intentar modificar esas conductas que nos dispersan de nuestros objetivos; En cambio si no percibímos que lo hacemos y recién nos damos cuenta cuando ya han pasado las horas y fechas de entrega vencidas, ello puede volverse un problema. ¿Por qué?
El mutltitasking: efectos
Porque vamos cediendo cada vez más espacio a hacer las cosas sin consciencia plena. La premura con la que debemos resolver cuestiones y tomar decisiones nos atrapa en la falacia del mutltitasking. Creemos que podemos hacer varias cosas simultáneamente que nos ahorre tiempo (y por qué no, dinero), pero los resultados no son satisfactorios.
Un ejercicio sencillo que probará el punto es el siguiente. Pensemos en dos canciones: el felíz cumpleaños y El Sapo Pepe. En lugar de cantar una y luego la otra, para hacer más rápido intentemos cantar ambas intercalando un verso de cada una hasta concluír con ellas. Me pregunto si lo han podido hacer de manera eficaz y eficiente… No, ¿verdad?
Cada cancion lleva su tempo. Cada tarea, también.
Uno de los ¿mil? inconvenientes de manejarnos en lo que hemos denominado la metáfora del piloto automático es que muy pronto nuestra memoria se sobrecarga de pensamientos, recuerdos, ansiedades y tareas. Tal como lo hace un ordenador con las ventanas que mantenemos abiertas para disponer de la información al instante, la mente se relentiza, nos sentimos agotados, ansiosos y casi insatisfechos con todo.
¡Cuidado! Porque eventualmente el ordenador se congela y hay que resetearlo.
Si llegamos al punto -poco felíz, claro- en que la sobrecarga copó nuestra consciencia, es muy difícil revertirlo sólo con hacer marcha atrás y undo lo que a esta altura ya es un vicio. Deberemos de generar un hábito positivo que debe venga a destronar al nocivo.
¿Por dónde empezamos?
El primer paso es poder identificar cuándo el piloto lleva el control (the boss) e intentar direccionar de manera consciente la atención sobre las prioridades, pautadas previamente. En nuestro ejemplo inicial de responder el mail en el dispositivo móvil, deberemos registrar la fuga de nuestra atención, levantar la vista de la pantalla, inspirar profundo, obligarnos a cerrar las apps innecesarias en ese momento, postergar los links, y no ir a la galería de fotos ya que nos conecta con otros recuerdos hasta perdernos en vacaciones de hace 5 años que no aportan a nuestro objetivo inicial.
Poder entrenarnos en el aquí y ahora no va a anticipar el momento de nuestra distracción ni tampoco va a disminuír la velocidad de nuestro día a día, pero nos llevará a pensar más a menudo: ¿Es ésto realmente lo que me proponía hacer cuando desbloqueé mi smart phone?
Foto portada: Standsome Worklifestyle from Pexels
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