El pasado 14 de julio fue un mal día para Donald Trump. Primero, los grandes medios le arruinaron el reality show que había montado alrededor de su elección de compañero de fórmula: ya había salido de la competencia Chris Christie —cuya actuación destacada en la competencia había entretenido mucho al público, con rumores sobre su servicial atención al delivery de comida— y la tensión se concentraba entre Mike Pence y Newt Gringrich, cuando CNN informó que en la conferencia de prensa del viernes el millonario presentaría al gobernador de Indiana.
Luego, la masacre en Niza le quitó por completo la atención. Trump debió postergar el anuncio de lo que considera una propuesta equilibrada para la Convención Republicana que arranca este lunes—su presidente y la cabeza de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, ya se manifestó a favor—, un hombre que aporta experiencia ejecutiva, contactos en Washington, conocimientos de política exterior y una falta total de carisma, complemento perfecto para el candidato.
Con todo, el anuncio oficial se hizo el viernes por Twitter. Ya se tiene la certeza de que —excepto que un fenómeno sobrenatural tuerza el destino— esta semana en Cleveland el Partido Republicano aprobará la dupla Trump-Pence 2016.
El gobernador de Indiana ganó las elecciones estatales con una ventaja modesta, y sus aspiraciones de segundo mandato este año tenían sólo un 4% de ventaja contra su competidor. Propios y ajenos en el estado deseaban que Trump lo elevara a la contienda nacional: unos por temor a la popularidad escasa de Pence, otros por haber criticado su gestión. Los años de Pence en Indiana se recordarán porque atacó los derechos reproductivos de las mujeres, firmó una ley de libertad religiosa que permitía la discriminación de los homosexuales e intentó crear una agencia de noticias estatal para que difundiera sus buenas nuevas —el Pravda de las llanuras, como lo llamaron los medios locales— y que naufragó antes de zarpar.
Pence: Una señal de negociación
Pence es un cristiano evangélico y un conservador fiscal. Eso les gusta tanto a los republicanos de base —que no son los que Trump ha conquistado en las primarias— como a la dirigencia conservadora del partido, que pasó momentos de desesperación mientras el millonario ascendía en el favor del público y acumulaba los 1.237 delegados necesarios para ser proclamado candidato.
Llegó al Congreso en 2000 y desde el atentado contra las Torres Gemelas al año siguiente aprendió a navegar con éxito las aguas de Capitol Hill, donde estuvo 12 años. Ya Trump había dicho que buscaba un vicepresidente que pudiera aplicar su arte de la negociación en el Congreso; de allí que el nombre de Gringrich sonara con fuerza. Pero también Pence tiene gran experiencia en ese territorio.
Su caudal de contactos en Washington tranquiliza a los republicanos tradicionales que desconfían del discurso anti-establishment de Trump. También el hecho de que Pense haya integrado el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes: presumen que moderaría la política internacional del candidato que ha presumido de saber cómo terminar con el Estado Islámico entre otros dislates.
Para el partido, el gesto de que haya elegido a Pence es más verdadero que las palabras de Trump: revela que en realidad está dispuesto a ganarse el favor de la estructura y a integrar su gobierno con nombres negociados. El matrimonio por conveniencia es una apuesta a cerrar la brecha con Hillary Clinton y recuperar la iniciativa en la pelea electoral.
Fuente: infobae.com
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