En este mundo de migrantes, refugiados, pobres, el poema de algún modo intenta captar esas odiseas, sentirlas, absorberlas, y expresarlas. Una conexión con el corazón humano de quienes inventan hogar en otras tierras. Cruzar tierras, vivir entre extranjeros, es exponer el significado propio del mundo y arrojarse a uno que bien pudiere afectar profundamente, lo importante es no abandonarse al absurdo, por ello no hay que olvidar que uno nunca deja de ser su historia. Este poema emerge desde ese sentido íntimo de ser en otras latitudes.
Migrante
Una persona cien imágenes
diez sueños se sueñan unos a otros
varios fuera de alcance.
Ha habido lágrimas en remolino añorando
tierra con sabor a ternura,
y el deseo de beber esa agua que ahora es
eso, allá, allá, allá.
La oscuridad se vendía a diez pesos el kilo,
mas una persona es un camino,
heredera de un claustro con miles de años.
El paño de la abuela lo trajo desde lejos,
con él secó las lágrimas, las rodillas se doblaron,
se respiró genealogía.
Pequeña prensa en caliente en el pecho
expuesto a la tormenta.
Ya lejos de su tierra como en la habitación de van Gogh,
largos minutos cosiendo las heridas.
Costuras finas quedan.
(se respira entero. nunca media bocanada)
Se inventa (luz, cielo azul)
todo aroma de esa tierra
en esta tierra. Nostalgia.
Vaso de pisco, ron, o tequila en la mesa.
Agradecido, nueva tierra
permite respirar, aunque la lengua se desgasta.
Aspira aire entero,
nunca mitad de sí mismo.
A lo largo de los pasos de los azulejos de las nubes
desde el cielo colmado de novedad sin fin,
escribe una nueva página:
Más de sí para más de su propia sangre.
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