A veces no hacemos ningún esfuerzo por crearnos una vida mejor porque creemos que no nos la merecemos. Esta creencia puede remontarse a las primeras experiencias de nuestra infancia. No podemos aspirar a ser prósperos si en nuestro pensamiento habita la creencia de que no somos merecedores.
Me encontraba con una amiga conversando sobre su vida, sus logros y otros por alcanzar y observé que existen cosas que no hemos obtenido porque nuestro corazón e inconsciente sienten que no lo merecen. Entonces le sugerí escuchar más su voz interior y que observara su mente porque repetía en silencio que no se lo merece.
A veces no hacemos ningún esfuerzo por crearnos una vida mejor porque creemos que no nos la merecemos. Esta creencia puede remontarse a las primeras experiencias de nuestra infancia, quizás a los comienzos del aprendizaje del control de esfínteres. O tal vez, nos dijeron que no podíamos tener lo que queríamos si no nos terminábamos la comida, o no limpiábamos nuestra habitación, o no obteníamos buenas notas o no guardábamos los juguetes, etc. Puede ser que hoy estemos tratando de actuar según la opinión o las ideas de otras personas, que no tienen nada que ver con nuestra propia realidad. Al no aceptar que merecemos prosperar, a pesar de tener talentos y dones, buscaremos la forma de rechazarlos.
No podemos aspirar a ser prósperos si en nuestro pensamiento habita la creencia de que no somos merecedores. La prosperidad no se refiere solo a la economía, pedimos prosperidad en la salud, el amor, el trabajo, los proyectos.
Leí una hermosa historia de una gran maestra Louise Hay, que voy a compartir para poder ver el tratamiento que le damos al merecimiento.
«Un alumno mío estaba trabajando para aumentar su prosperidad, y una noche llegó a clase emocionadísimo porque acababa de ganar quinientos dólares.
–¡No me lo puedo creer! –repetía-. ¡Si yo jamás gano nada! Todos sabíamos que aquello era el reflejo de un cambio en su conciencia, pero él seguía sintiendo que no se lo merecía. La semana siguiente no pudo venir a clase porque se había roto una pierna. Las facturas por atención médica ascendieron a quinientos dólares.
Como había tenido miedo de «avanzar» por una nueva «senda de prosperidad», y sentía que eso no era mérito suyo, se había castigado de aquella manera. Aquello en lo que usted se concentre es lo que aumenta, de modo que no se concentre en las cuentas que tiene que pagar. Si se concentra en la estrechez y en las deudas, generará más estrechez y más deudas”.
Se trata de trabajar el merecimiento y hacernos conscientes de las pautas de pensamientos y actitudes que interfieren en nuestro proceso para limitarlo y retrasarlo. Nos sugiere aprender nuevas formas de experimentar nuestra existencia, reprogramando lo aprendido, dejando atrás viejos pensamientos y creencias para atrevernos a ser dueños de nuestra vida y experimentarla como anhelamos.
A continuación, quiero compartir varias preguntas para que reflexiones desde tu intimidad, tu silencio interior y respondas con sinceridad, las cuales te ayudarán a entender el poder del merecimiento (extraído del texto de Louise L. Hay «Ámate a ti mismo: cambiarás tu vida»).
1.-¿Qué es lo que quieres y no tienes?
Responde de forma clara y específica.
2.-¿Qué leyes o reglas había en tu casa en cuanto al merecimiento?
¿Qué te decían? ¿No te lo mereces? o ¿te mereces un buen manotazo? Tus padres, ¿se sentían merecedores? ¿Siempre tenías que ganar-te algo para merecerlo? ¿Conseguías ganártelo? ¿Te privaban de cosas cuando hacías algo mal?
3.-¿Te sientes merecedor?
¿Cuál es la imagen que se te ocurre? ¿«Más adelante, cuando me lo gane»? ¿«Primero tengo que esforzarme»? ¿Sientes que sirves para algo? ¿Llegarás alguna vez a servir para algo?
4.-¿Mereces vivir?
¿Por qué? ¿Por qué no? ¿Te dijeron alguna vez que te merecías la muerte?
En caso afirmativo, ¿formaba parte esta afirmación de tu educación religiosa?
5.-¿Para qué tienes que vivir?
¿Cuál es el propósito de tu vida? ¿Qué significado te has creado?
6.-¿Qué es lo que te mereces?
«Me merezco el amor y el júbilo y todo lo que es bueno.» ¿O en lo profundo de ti mismo sientes que no te mereces nada? ¿Por qué? ¿De dónde proviene el mensaje? ¿Estás dispuesto a desoírlo? ¿Por qué otra cosa vas a reemplazarlo? Recuerda que todo son pensamientos, y que los pensamientos se pueden cambiar.
Si te das cuenta, el poder personal se ve afectado por la forma en que percibimos nuestro merecimiento.
Reflexiones:
“Lo que creemos de nosotros mismos y de la vida llega a ser nuestra verdad”. Louise Hay
Dile a Dios: por favor, Padre, borra las memorias de dolor, de abandono, de rechazo, de mi propia vida y la de mi familia.
Gracias, por favor, sí.
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