Vivimos en un mundo que anda cada vez más rápido, y a veces (por no decir siempre) sentimos que esa velocidad es proporcional a la cantidad de momentos en los que nos sentimos incomprendidos y/o que nos es muy difícil entender las razones por las que actúan las personas que nos rodean. Esa especie de incomprensión hace que se generen tristezas, desilusiones y disputas. No soy psicóloga ni especialista en relaciones humanas, más sin embargo puedo afirmar con seguridad que estas situaciones no se estarían generando si en nosotros prevaleciera la empatía.
La empatía es la capacidad cognitiva de percibir lo que otro individuo puede sentir. Es sencillamente la habilidad para estar conscientes de, reconocer, comprender y apreciar los sentimientos de los demás. En otras palabras, el ser empáticos es el ser capaces de “leer” emocionalmente a las personas o, como tanto se predica, es ponernos en los zapatos del otro.
A diferencia de lo que muchos creen (creencia por conveniencia), la empatía puede ser aprendida, pues es una destreza de la comunicación interpersonal y –como toda destreza- puede ser aprendida y desarrollada. Para lograr ser empáticos, lo primero que tenemos que hacer es tener una disposición real de querer abrirnos a las otras personas y entenderlas. Si nos abrimos, pero en el fondo manipulamos la realidad a nuestra conveniencia nomás y no pensamos en el otro, estamos trabajando en pro de nosotros y no de la otra persona. ¡Y esto se puede hacer hasta siendo simpáticos! ¡No confundamos la empatía con la simpatía! Podemos llegar a ser simpáticos, sin ser empáticos. Sonreír, tratar al otro con amabilidad y hasta percibir sus emociones, nos hace simpáticos, pero no necesariamente empáticos. La empatía requiere de una verdadera participación afectiva en la realidad que afecta a la otra persona.
Mi objetivo con esta nota no es invitarlos a todos a ser empáticos y cambiar el mundo para bien (aunque soy una soñadora perenne y creo firmemente en que los milagros existen), sino compartir mi visión sobre la empatía y la importancia que tiene en la comunicación interpersonal. Estoy convencida de que muchos de nuestros problemas tienen su raíz en una mala comunicación, y si somos empáticos comprenderemos a profundidad el mensaje del otro y, automáticamente, estableceremos un diálogo efectivo.
He leído un montón de veces en las publicaciones de mis contactos en Facebook un post que reza algo así como: “Uno de los mayores problemas de comunicación que tenemos es que escuchamos para responder, no para entender.” Desconozco quién es el autor de esta frase, más sí estoy muy de acuerdo con su contenido. Escuchar para responder, nos hace poner en prioridad nuestro pensamiento, nuestra creencia, nuestro punto de vista y genera que dejemos a un lado el pensamiento y el sentimiento del otro. Hace que no seamos empáticos.
No olvidemos que la empatía es el rasgo característico de las relaciones interpersonales exitosas, y esto podemos alcanzarlo simplemente logrando que la otra persona se sienta comprendida. Si lo consiguen, serás capaces de cambiar el rumbo de una relación en un instante. Y si hasta ahora están pensando: “¡Bah! Esa empatía de la que Albe tanto habla en este artículo sólo beneficia a los otros, no a mí!”, están (con todo respeto) muy equivocados. Pues la empatía genera que nuestro interlocutor se sienta en deuda con nosotros y quiera entendernos a nosotros también cuando reflejamos nuestras emociones o le expresamos que entendemos lo que siente. Despierta la reciprocidad. Así que, literalmente, es un ganar – ganar.
Sin embargo, no podemos confundir la empatía con esa emblemática frase: “Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti.” Por una sencilla razón, todos todos todos somos diferentes, y lo que me gusta a mí no tiene que ser lo mismo que te gusta a ti o que le gusta a aquél. ¿A ustedes les gusta lo mismo que al resto de la gente? ¡No! Estoy segura de que no. Entonces, debemos tratar a los demás como les gustaría que los trataran a ellos, no a nosotros. ¡Esa es la clave de la empatía! De lo contrario, corremos el riesgo de seguir tratando a los demás como quizás no les gusta.
La clave para ser más empático es aprender a ponerse en el lugar del otro, dejando de ser nosotros por un momento y entendiendo los deseos y miedos de nuestro interlocutor sin estar pendientes de lo que vamos a decir a continuación. Es casi casi como meditar.
Para entender a alguien, intentemos imaginarnos qué le motiva a hacer lo que hace. Tal vez está pasando por alguna dificultad. Sé que es difícil, pero no juzguemos en base a nuestro juicio, sino tratemos de entender desde la perspectiva del otro.
Recordemos que toda relación social tiene que ver con la empatía. Es imposible odiar a alguien si realmente lo entendemos. Todos somos humanos con las mismas emociones y motivaciones. Simplemente, nos han puesto en lugares y situaciones distintas. Así que abramos nuestra mente, y sobre todo nuestro corazón, ¡y regalémosle más amor y empatía al mundo!
Albelidys Guzmán
albelidys@gmail.com
@EspacioChic
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