En alguna forma de paisaje, ocurre el juego amoroso, se declara el no ser de la soledad, la vida se agita en contra de la muerte.
Luz de sentimiento vivo
Pero sobre todo, recordar la singular existencia de esta hora en el tiempo,
deslizándose en un cielo de oro y manzana,
nuestras bocas llenas de aire fresco, nunca el deseo inclinado, siempre
apoyándose en el foco de luz adentro, hacia
el santuario dentro de nosotros, hacia nuestro punto de encuentro. Hemos
encorvado la locura en su viaje hacia aguas lunares
viendo y viendo más allá de nuestro propio egoísmo. Hay toda una galaxia
dentro de nosotros. Testigo es el camino a Jerusalén.
Ese día atrás, un día sin ataduras ofrendando el pan al sol para saber
si los brujos mentían y ¿por qué?
Nuestra tierra construida enteramente de puertas abiertas, sin un ojo
como una cosa errante, porque sería un modo de olvidar.
Arrodillados agitamos el espacio de luz abarrotado, ondas violetas permiten
que la luz filtre las dudas. Cielo sano para tierra sana.
Bendecimos estas aguas, un paisaje anaranjado se ajusta a los ojos.
Girar, girar, girar, matices múltiples.
Una gaviota de verano, despegando.
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