Sabes el predicament. Te levantas tarde, la baba abraza la almohada, corriéndole al reloj puntual, pero este es muy desesperante. Sabes como va la situation: go hard or go back to bed.
Sometimes quisiera ser una luna gigantesca. A veces no me encuentro entre las sábanas que han sido planchadas con las manos valientes de lavadora. Sabes que dicen. Lo tienes tan claro que el día ya no tiene que ir pintando los letreros de aire. Levántate tarde, that’s right, coge el tiempo y haz un jugo con él. Pero man, se derrite el hielo de tal manera, hasta el jugo de chinola se lo toman hasta ver el fondo del vaso.
Estás despierta, con los ojos cerrados, hambrienta de un abrazo de esos que se pegan como chicle barato, te aprovechas, te sientas en la cama. Cuándo fue la última vez que cerraste una oración de cansancio, no supiste cuando la habitación se llenó de polvo, en que momento colgaste todos los panties en el border of the bed y se te olvidó recogerlos y doblarlos, darle attention. Ves tus manos, las líneas que se interceptan en el centro. Unas líneas se cosen hacia adentro con un hilo marrón, me pregunto si no dolió tanto, cuando decidieron inventar— ese día que pusieron a hervir con un reguero de disparates: azúcar, canela, un chín de una sonrisa, merengue, mabi y un carácter fuerte. También he olvidado el tiempo y se me olvida que éste sigue corriendo, lo quiera o no.
Después de disfrazarte con unos trapos cualquiera, un rojo que pienso dos veces poner para no llamar la atención, báñate con agua bendita, da un golpe de cintura y dale pá’ lla. Baja con muchísimo cuidado las escaleras de los proyectos, ayer había party y todavía está la basura trasnochada bailando como Fefita la Grande. Do the man on the moon walk, abre la puerta del building con tus nalgas. ¿Quién le quiere poner manos al sucio? Yo no linda, not me. ¿Hueles eso? Huele a mecedora de caoba antigua que le ruega a cualquier cristiano que la recoja. ¿Todavía no sientes el olor? Ese olor a colchón meado, humedad trasnochada, a la pobreza que se acostumbra a ese ella. Mira para el lado, pal otro también, brinca por encima de las botellas. Brinca 1, 2, 3, one, two, three four five, y dilo como la bachatera “animo, animo, animo”.
Son las seis con dos minutos. Vas a detrás de un tipo que tiene complejo de Don Papi. Recuérdate como te había dicho cómo la gente se pone aquí, que se creen que son el mismo Dios. Camina más rápido como lo hacían las doñas cuando le iban a dar una canasta free. ¿Sientes eso? El heat desatándose los cordones umbilicales del sol, ahí, de travieso. Siente la brisa. Un abanico de llamas de volcán. Despierta tiguerona, aquí no se vino a soñar, aquí se vino a pelear con la épocas, a ignorar los vecinos, a fabricar realidades. Viene el tren por ahí, la última vez que corriste fue cuando perdiste y aún así, miraste hacia atrás. Es tan lindo recordar tratando de olvidar, y como toda dominicana terminas enamorándote más. The train viene, y ves la sombra vagabunda de los semáforos, el horizonte se une a las ramas que bailan con los ochenta grande, con tanta delicadeza, sin ninguna malicia. ¿Quién fue que inventó las malas mañas?—te preguntas con una menta en la boca. A ese hay que encontrarlo, darle un apretón de manos por toda esta larga trayectoria.
Sabes el predicaments de los power ranger neoyorkinos: llegar, aunque sea tarde. Evitar comer arepa tan temprano pero comer aire tóxico en el vagón medio vacío. Sumergirse en una bachatica que se tiene pena a sí misma, mientras más pá’ lante hay gente, hay más vecinos con otro dolor de cuello. Vivir en una chinola rústica, vivir pero con más swing.
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