La herencia cultural debe mantenerse separada de los cultos que llevan a una vida de excesos. Los cultos pueden ser dedicados al dinero, al cuerpo y a los vicios.
Por ejemplo, en una sociedad donde se mide el desarrollo económico por las estadísticas del número de viviendas vendidas, el valor que se le va a dar al tener una vivienda propia es extremo. En ese contexto no se va a valorar la innovación urbanística para crear viviendas funcionales, porque así no esté dentro de sus posibilidades, el mercado empujará que cada persona compre una casa.
La problemática desde el punto de vista cultural es que los cultos extremos llevan a los individuos a valorarse basados en patrones falsos. En el caso de la presión sobre compra de un inmueble, si la persona no tiene casa propia entonces se va a sentir que no ha prosperado. Cuando en realidad, la definición de prosperidad debe basarse en valores y no en pertenencias. En el caso del culto al cuerpo, se valorará la persona basada en si está en forma o en si las otras personas le dicen piropos. Existe también la tendencia a solucionar todo con una compra, y este culto a lo material llevará a la persona a sentirse agobiada por el exceso de objetos. La verdadera herencia cultural no se basa en extremos.
Lo importante es valorar las tradiciones de forma que no nos lleven al sobrecargo de energías. Si busca solución práctica de vivienda, tal vez alquilar en un lugar con otras personas de similares intereses o en un ambiente que le permita llevar una vida saludable. La salud es uno de los principales pilares de la vida próspera y tener que mantener una casa a veces nos roba la paz que es la fuente de salud. El secreto está en encontrar un balance para nuestra felicidad cultural, y eso se logra separándonos de los excesos. Para la Filantropía de Cultura el desarrollo económico también se mide en bienestar individual, además en la capacidad de innovar como fuente de progreso.
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Daily Ambitions Can Harm Cultural Heritage
Cultural heritage must be kept separate from the ambitions that lead to a life of excess. Ambitions can be about money, physical appearance, and bad habits . For example, in a society where economic development is measured by the statistics on the number of homes sold, the value that will be given to owning a home is enormous. Within this context, urban innovation in the creation of functional homes is not going to be valued, the market will push each person to buy a house.
The problem from a cultural point of view is that extreme ambitions lead individuals to value themselves based on false patterns. In the case of the pressure for all to purchase a property, if the person does not have a home of their own, then they will feel as if they have not prospered. When in reality, the definition of prosperity should be based on values and not on belongings. In the case of ambition about physical looks, whether a person is in shape or not, the person’s emotional balance will depend on the verbal flattery of others. There is also the tendency to solve everything with a purchase, and this an ambition to own material things that leads to feeling overwhelmed by the excess of objects. True cultural heritage is not based on extremes.
The important thing is to value the traditions in a way that does not lead us to sensory overload. If you are looking for a practical housing solution, maybe rent it in a place with other people with similar interests or in an environment that allows you to lead a healthy life. Health is one of the main pillars of a prosperous life; having to keep up a home sometimes steals our source of health. The secret lies in finding a balance for our cultural happiness, and that is achieved by separating ourselves from excesses. In Culture Philanthropy, individual well-being, as well as in the ability to innovate as a source of progress is an important value to measure economic development.
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