Tengo gustos variados. ¡Me encanta comer! Pero no me considero una #foodie (si te gustan las fotos bellas con dirección de arte de platos de comida, seguramente mi perfil de Instagram no es el que estás visitando). Sí soy una auto-proclamada #museumgeek; ¡me fascinan los museos! No me encanta ir de shopping pero me gusta comprar chucherías. Que no pienso que sean tan “chucherías” porque si las compro en un viaje, las atesoro por siempre. Me gusta la historia. Y, como les he contado antes, los lugares con historias ricas. Si esa historia es escabrosa, ¡mejor! Por eso, cuando visité Londres por primera vez no hace mucho, me sentí en el paraíso. Reinas descabezadas, principitos que pueden o no ser fantasmas, el reinado más largo en la historia de una nación… ¿qué más se puede pedir? Pero ¿cómo decides qué hacer cuando vas a una ciudad tan rica en historia y cultura como lo es Londres teniendo pocos días para recorrerla?
Puedes buscar listas de las mejores atracciones turísticas, puedes concentrarte en la parte que a ti más te gusta (me imagino amigos haciendo un “foodie tour” -si te interesa, hay un sitio llamado “Eating Europe” que se dedica precisamente a organizar ese tipo de tour en diferentes ciudades europeas). Me concentré en dos amores grandes: la historia y la música. La Torre de Londres y Apple Records. Si veía estos dos lugares, me iba contenta y todo lo demás sería “gravy”, como dicen. Londres me dio mucho más que eso y fue amor a primera vista desde que llegué al aeropuerto de Heathrow, literalmente. Esto no es nuevo para mis amigas, pero hago muchísimas referencias mentales de películas. Lo primero que vi cuando salí del gate fue un enorme letrero en Llegadas Internacionales que dice “Aquí se filmó la escena de apertura de ‘Love, Actually’”. Muchos la deben recordar. Una de mis películas favoritas, donde se escucha la narración del Primer Ministro Hugh Grant, “whenever I get gloomy with the state of the world, I think about the arrivals gate at Heathrow Airport…”. Es una línea hermosa que cito con frecuencia:
“Cuando me pongo triste con el estado del mundo, pienso en la puerta de llegadas del aeropuerto de Heathrow. La opinión general está empezando a inclinarse a que vivimos en un mundo de odio y avaricia, pero no veo eso. Me parece que el amor está en todas partes. A menudo, no es particularmente digno o de interés periodístico, pero siempre está ahí: padres e hijos, madres e hijas, esposos y esposas, novios, novias, viejos amigos. Cuando los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas, hasta donde sé, ninguna de las llamadas telefónicas de las personas a bordo fueron mensajes de odio o venganza; todos eran mensajes de amor. Si lo buscas, tengo una sensación furtiva de que encontrarás que el amor realmente está por todas partes.”
Me hospedé en el distrito de Westminster. Sí, el mismo de la famosa Abadía que ha sido testigo de la coronación de la Reina Isabel hace 65 años y del matrimonio de del Príncipe Guillermo y la Duquesa Kate en el 2011, entre otros muchos grandes eventos de la historia británica (el Príncipe Enrique y Meghan Markle se casarán fuera de Londres, en la Capilla de St. George en el Castillo de Windsor -la casa de fin de semana de la Reina). A solo pasos del hotel está la Abadía de Westminster, las Casas del Parlamento, y la emblemática torre del reloj más famoso del mundo, Big Ben. ¿Qué pensé yo cuando lo vi? En la cara de Chevy Chase en los años 80 manejando un carro pequeñito, desesperado tratando de salir de la rotonda: “Look kids, Big Ben! Parliament!” (National Lampoon’s European Vacation). A pasos del Río Támesis y el London Eye. No puedo pensar en una localización mejor.
Idealmente uno tendría muchísimo más tiempo para conocer una ciudad como Londres y sus alrededores, pero me fui más que satisfecha con todo lo que vi y conocí. Aquí les cuento un poco de mis aventuras en la capital británica.
Localizado al este del West End en el distrito de Westminster, Covent Garden es un pintoresco centro de comercio que en una época fue plaza de mercado; ahora es hogar de hermosos almacenes, jugueterías, exclusivas tiendas de ropa y calzado, hay artistas tocando música en sus calles. Aunque no tuve la oportunidad de llegar a un tradicional té en Harrod’s, aquí en Covent Garden tuvimos la grata experiencia. Té inglés, macroons… no se puede pedir una mejor bienvenida a Londres.
El golpe de suerte de este viaje fue la visita al Palacio de Buckingham. El palacio es la sede administrativa y la residencia principal de la monarquía británica y ha sido centro de la vida londinense en momentos de júbilo y de tristeza. No sabía que el Palacio solo está abierto al público durante dos cortos periodos del año, desde finales de julio hasta finales de agosto y durante el mes de septiembre. Si pretendes visitarlo en otro momento, no lo encontrarás abierto.
Hay un recorrido especial por algunos salones de estado y no se permite tomar fotos adentro. Tuve la oportunidad de ver una pequeña pero muy emotiva exhibición de algunos artículos personales de la Princesa Diana, lo que era su escritorio personal, con fotos de sus hijos, una maquinilla de escribir y otros artículos. Allí ya en los jardines nos comimos un helado espectacular en el Buckingham Palace Dairy Ice Cream, donde hacen el helado con leche de las vacas reales de Windsor Castle, que queda apenas a una media hora de la ciudad.
Londres es una ciudad preciosa, por donde andas, tienes vistas bonitas, Victoria Gardens, el London Eye, los famosos pubs. Eso fue una de las cosas que más disfruté de la ciudad, no solo ver los típicos lugares turísticos sino ver la vida diaria de los locales. Desde tempranas horas de la tarde de un viernes cualquiera, los pubs están repletos de jóvenes ejecutivos, estudiantes, en fin. Antes, Inglaterra no era conocida por su comida; el plato más clásico: fish and chips (pescado empanado y papitas picantes). ¡Nada que yo quisiera comer! Lo que sí me encantó fue el “Full Monty”, desayuno común de la clase trabajadora (en otras palabras, ¡comí como obrero!). ¿De qué consta un “full English breakfast”? Huevo frito, frijoles (habichuelas) blancas, zetas, tomate hervido, papa y tocineta (de la canadiense, ¡no la gringa!). YUM! ¡Con ese desayuno, me podía ahorrar el almuerzo! Londres es una ciudad multi-cultural, un “melting pot”, así que disfrutamos comida vietnamita, de la India (¡espectacular!), italiana, y una sorpresa que nos tenía preparada una de mis compañeras de viaje: una cena en ‘maze’, el restaurante del famoso Chef Gordon Ramsey. ¡Que experiencia! El servicio impecable, la comida estilo tapas, increíble, la mezcla de sabores, dulces y salados, texturas, el ambiente, en fin, imperdible si tu presupuesto de viaje te lo permite. ‘maze’ se encuentra en el exclusivo barrio de Mayfair, donde se encuentran también las boutiques de Oscar de la Renta y Carolina Herrera, entre otros.
Otra cosa absolutamente imperdible en Londres son los museos. Si tienes el tiempo, ¡ve a todos! Yo, lamentablemente, tuve que escoger. Londres no es una ciudad barata y el cambio de .70 centavos de £ por dólar no nos favorece, pero les cuento que algunos de los museos más importantes no cobran entrada. Entre ellos: British Library, la biblioteca más grande del mundo, British Museum, National Gallery, Natural History Museum, National Portrait Gallery, Science Museum, Tate Modern y The Tate Britain.
El National Portrait Gallery, parte del National Gallery, se encuentra en Trafalgar Square y guarda retratos de importantes personalidades que han hecho parte de la historia británica. Aquí vimos cuadros de la Reina, al lado de Ed Sheeran, Amy Winehouse y Tom Hiddleston, pero lo que para mí fue excepcional, la sala de los Tudor. Retratos de Enrique VIII, Ana Bolena y toda su estirpe. ¿Les he contado que mi madre me quería poner por nombre Ana Bolena cuando iba a nacer? ¡Qué tal el karma que me hubiera tocado! ¡Descabezada por el marido! (por suerte cambió de parecer). Cuando abrió en 1856 fue la primera galería de retratos del mundo. Su colección hoy día es de 195,000 retratos. El National Gallery abrió sus puertas en 1824 y su colección alberga 2,300 pinturas que datan desde mediados del Siglo XIII hasta el año 1900. Si vas a visitar la ciudad esta primavera o verano, podrás visitar una exhibición de Monet, la primera del pintor francés en Londres en 20 años, del 9 de abril al 29 de julio, Monet y la Arquitectura.
Pero si tenía que escoger un solo museo para conocer, era sin duda el British Museum. Famoso y controversial por albergar obras de los siete continentes -y muchos piensan que estas obras deberían ser devueltas a sus países de origen, pero ese debate lo dejamos para otro día. Un resumen breve del British Museum es que cuenta la historia de la humanidad, de las grandes civilizaciones, su arte y sus culturas. Fue establecido en 1753 y difícilmente puede verse completo en un solo día. Aquí verás la piedra original de Rosetta Stone, una estela de granodiorita encontrada en 1799, inscrita con tres versiones de un decreto emitido en Memphis, Egipto en 196 a.C. y que demostró ser la clave para descifrar los jeroglíficos egipcios. Verás las piezas que no están en Atenas del Partenón, momias sagradas de Egipto, esculturas de la antigua Roma… en fin, una de las colecciones más impresionantes del mundo.
Fotos: María Eugenia Ginés
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