Lo que no vimos de la Boda Real en Suecia | La Nota Latina

Lo que no vimos de la Boda Real en Suecia

José Tadeo Bravo
José Tadeo Bravo

Hace pocas semanas, el hijo varón de los reyes Silvia y Carlos Gustavo de Suecia decía el «sí, acepto» ante un conglomeración de personalidades que presenciaron su boda, el acontecimiento social de la temporada.

Carlos Felipe, un apuesto joven de 36 años, contrajo nupcias con la «plebeya» Sofía Hellqvist, una dama de raíces ordinarias, pasiones sencillas, padres clase media y una belleza muy típica de su país.

Los medios —en especial los europeos— han hecho alarde de este enlace, no tanto por la parafernalia que suele caracterizar a una boda real, sino por la procedencia de la novia.

Como soy un fanático de la realeza y todo su esplendor —hobbie que le debo y además comparto con mi madre—, estuve atento al enlace de Carlos y Sofía. Leí acuciosamente las notas y me deleité con los vídeos. Espero entonces disfruten los detalles que he decidido compartir con ustedes y que considero de vital importancia al momento de hablar de esta boda real.

Me pareció increíble la historia de amor que el Príncipe y su ahora esposa nos dejaron apreciar, pero más anecdótico fue leer titulares como «El Príncipe y la estriper», «La bailarina que llegó a la realeza», «La transformación de la bailarina». Vi cientos de encabezados como esos.

Lo califico de anecdótico porque como sociedad, condenamos constantenmente el sectarismo, la desigualdad y el racismo. Me atrevo a decir que muy pocos dicen «yo soy clasista». Nadie quiere que lo señalen con ese adjetivo, pero nos asombramos y, además, para colmo, nos jactamos de que una chica, sin mayor título que el que da su apellido y su trabajo, comparta la mesa con un monarca por herencia.

Boda Suecia
Carlos Felipe y Sofia

Me lleva esto a pensar: ¿Cuando eres poseedor de un título nobiliario o de un apellido de «abolengo», también eres heredero de valores, honestidad, constancia y mérito?

Al ver la espectacularidad con la que reseñaron la boda Carlos-Sofía, recordé el enlace del príncipe Haakon de Noruega y Mette Marit en el 2001. La novia en ese momento, una hermosa y rebelde escadinava, levantó una oleada de comentarios al hacer alarde de su amor real. Todo el escándalo fue gracias a su condición de madre soltera y por vivir en unión libre antes de pasar por el altar, algo común en Noruega, pero considerado impropio para un príncipe.

Actualmente, Mette Marit está muy acoplada y circunspecta en su rol monárquico, quizás haya olvidado su coqueteo con los vicios y ahora es reconocida como «Su Alteza Real, Princesa Heredera».

Ahora pregunto: ¿Quién merece la reverencia? ¿La madre soltera que decide salir adelante con su hijo y rehacer su vida sentimental, sin importar los vestigios de una traumática relación fallida, o la digna Princesa que ha vivido en aviones privados, almohadones de plumas, y que ha ocultado sus travesuras con unos cuantos millones de euros?

¿Quién es más admirable? ¿La que admite públicamente sus desaveniencias con lo políticamente correcto y se empeña genuinamente en enmendarla o quien oculta bajo un manto Christian Lacroix sus experiencias no tan memorables para la sociedad?

Con esto no critico la riqueza de otros —la aplaudo y hasta puedo admitir que la anhelo—, pero no entiendo cómo señalan a una «plebeya», siendo nosotros tan o más plebeyos que ella. No concibo horrorizarme porque una madre soltera se vuelva a enamorar y quiera casarse luego de probar la convivencia con su nuevo amor, considero que peor, y más deplorable, es vivir un matrimonio lleno de infidelidades, abusos y mentiras. Eso sí es un horror y una historia espeluznante.

 

Atinados y desatinados

Boda Carlos FelipeSigamos recorriendo las anécdotas del casorio en Suecia. Para el evento, las Casas Reales de Europa enviaron a su comitiva ataviada en hermosos trajes y adornadas con opulentas joyas.

Hago un paréntesis para aplaudir a la más elegante, desde mi humilde gusto por la moda: la reina de Holanda y los Países Bajos, Máxima Zorreguieta. Esa beldad argentina escogió de entre su armario un diseño romántico de manga corta en crepé de seda con elegantes franjas de color rubí y bordados de flores, lentejuelas y cristales tridimensionales, combinándolo con la tiara de Mellerio de rubíes y diamantes de la reina Emma y pendientes a juego, herencia de la reina Emma de Holanda.

Si bien Máxima fue opulenta, elegante y muy estilosa (los medios se encargaron de destacar su buen gusto), no creo que los adjetivos correctos para las demás invitadas sean «discretas» y «modestas». Es difícil no cuestionar que con esa gran cantidad de accesorios de las arcas reales que llevaron, por ejemplo, se podría combatir la crisis que afecta a Nepal, Haití e, incluso, España, entre otros países.

Y no es que les corresponda a ellos responder por las tragedias de otras naciones, pero si voy a una cita en la capital donde nació un Premio Nobel y como espectador voy a emitir un comentario, digo que, quizás sería más interesante hacer un pequeño guiño a la paz y la igualdad y no a la glorificada vanidad de una minúscula tiara de cristales ribeteados en estaños de oro.

Recojo estas tres reflexiones en una sola pregunta: ¿Nosotros como pueblo, como espectadores, como medios de comunicación, fuimos objetivos al contemplar el enlace del príncipe Carlos Felipe de Suecia y Sofía Hellvqist? ¿O por el contrario nos dejamos envolver en una ola humana de críticas y cinismos creados y alimentados por nosotros mismos?

¿Estás siendo acertado al señalar a la ex bailarina, a la madre soltera y por vislumbrarte con los diamantes holandeses?

No se olviden del monito del primer artículo… Porque siempre que señalemos una situación social debemos recordar que la sociedad somos nosotros.

¡Y que vivan los novios y viva el amor!

 

 

 

José Tadeo Bravo

facebook.com/JoseTadeoBravos

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3 comentarios sobre «Lo que no vimos de la Boda Real en Suecia»

  1. Son alimento de 1ra calidad para tertulias prensas del corazón y «sociedad» en general. Se vende lo que se consume se consume lo que se promueve….que generalmente suele terminar en esto en un canibalismo mediático. y porsupuesto que si el pasado de los susodichos es más truculento mejor sabor tendrá…

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