Nadie, absolutamente nadie duda del talento, la belleza y el éxito de la cantante colombiana Shakira. Tampoco que sus últimas canciones de despecho y donde expone, claramente y entre líneas, su vida con el exfutbolista catalán Gerard Piqué, en tres exitosas canciones: “Te felicito”, “Monotonía” y la “Session 53”, le han generado millones de dólares, han batido récords en reproducciones de YouTube, plataformas digitales de música y ha atesorado más reconocimientos.
Ustedes pensarán y a que viene todo ese cuento de Marybel con Shakira, será que no le gusta la cantautora. Sí, me encanta la música de “Skaqui”, admiro su destreza en el baile, su dominio en el escenario y el amor por su país traducido en su fundación “pies descalzos”. Pero, cuando escuché la estrofa: “Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan” de “Sessions, Vol. 53”, producida por Bizarrap, su viralización y el impacto que tuvo entre las mujeres, que lo han convertido casi que un himno en las redes, reflexioné y me dije: Shaki, te admiramos, realmente eres una dura, pero mi bella: ¿cómo es eso que no lloramos? No nos endurezcas, por favor, por un proceso que es solo tuyo y que tú y tu expareja solo conocen. Claro que lloramos, también facturamos. Hacemos las dos cosas. No nos vuelvas insensibles.
Lo que sucede con esta estrofa en particular y me explico, es que a lo mejor Shakira, quiso en medio de su desamor decirles a todas las mujeres que no lloren ante una traición, que se levanten y trabajen. Sin embargo, las mujeres ahora han convertido esa frase en su lanza victoriosa e, incluso, en internet he visto como niñas la interpretan y baten las caderas emulando a la barranquillera, claramente, sus gestos atraen miles de “me gusta” para el beneplácito de sus madres: «Mi hija se la comió, es que es igualita a Shaki».
Pero, como las palabras tienen poder y es en nuestro cerebro donde se programan nuestras falsas creencias, me aterra pensar que las próximas generaciones de mujeres cuando quieran lloran se contendrán porque les enseñaron que “las mujeres no lloran, las mujeres facturan”, tal y como se lo programaron a los hombres, que son igual o hasta más sensibles que nosotras. Allí el meollo de mi punto en cuestión. Cónchale, lloramos, somos seres humanos, no máquinas. No somos las “chicas plásticas” de Rubén Blades. Me niego a eso. Mi consigna es la empatía.
Les recuerdo a quienes consideran que llorar no es bueno, que las lágrimas no solo tienen el propósito de lubricar el ojo, tienen un efecto catártico y nos sentimos mejor después de una buena llorada. Al hacerlo canalizamos nuestras emociones y podemos, incluso, evitar que estas se somaticen y se transformen en enfermedades. Al permitirte llorar, te desahogas y descargas sentimientos reprimidos, evitas el estrés, la ansiedad y ayuda a superar el dolor. También podemos llorar de felicidad. Se ha demostrado que cuando reprimes el llanto bloqueas la glándula Timo, precisamente, la que genera felicidad y emoción.
Llorar es de humanos y no tenemos porque avergonzamos, al contrario, debemos, además, desarrollar el amor y la compasión. Así que cuando te vuelvan a decir que: «Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, tendrás razones para decir: Sí, lloramos y facturamos. Les explicarás a tus hijas, nietas, sobrinas, amigas que eso es un acto natural y tan normal como cepillarse los dientes.
Estudiosos de La Biblia, ese gran libro al que siempre hacemos referencia, señalan las veces que Jesús, el hijo de nuestro Dios, lloró. Una de ellas al ver nuestros pecados. Igualmente, indica que mientras atravesemos este valle, seremos vulnerables a los ataques de la pérdida, la decepción y la muerte. Pero el gozo vendrá cuando Dios transforme este valle de lágrimas en una ciudad de gozo eterno. «Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación». Mateo 5:4
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