En los países industrializados el estilo de vida se caracteriza por los horarios copados de actividades. Para producir los recursos que las familias necesitan para sostenerse en las ciudades, el sacrificio del tiempo, sea rodando en carreteras o en horas extras en el trabajo, se paga con la separación física de la familia. Todo esto lleva a que las personas están más aisladas y separadas de experiencias culturales del hogar.
La globalización incluye la combinación de varias culturas. La oferta de trabajos invitan a inmigrantes a mudarse para buscar mejorar su estado económico. Entonces, entre la rapidez del estilo de vida y la movilización de poblaciones, se forma un fenómeno de soledad, el cual solamente se puede combatir con la práctica de la cultura como valor esencial para la calidad y prosperidad del ser humano. La soledad causa tristeza y esa puede ser considerada una forma de pobreza del alma.
La tecnología, los medios de transporte y los lugares de encuentro para crear comunidad, son soluciones para no caer en calamidad de vivir en solitario. Se puede compartir cultura por aplicaciones de llamada al instante y verse cara a cara, se puede viajar para visitar a familiares o amistades. Lo importante es reconocer que vivir aislado no es prosperidad cultural. Además, como agentes de nuestra cultura podemos, con la intención de ver a otros acompañados, invitar o visitar a quienes veamos cayendo en situación de abandono cultural. Trabajar y ganarse el pan son importantes, pero el dinero no rendirá nada si no tenemos la riqueza de estar rodeados de seres queridos. #CulturePhilanthropy
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